Los idiomas: un esfuerzo con premio

Quienes me conocéis sabéis de mi pasión incondicional por los idiomas, que pertenece a una de las partes más profundas de mi identidad. Lógicamente, me encanta hablar sobre lenguas, y poder compartir ahora este rato con vosotros hablando de ellas. No soy la única ni mucho menos que se siente así, porque los idiomas despiertan pasiones. Tantas como miedos y frustraciones.

Pero no quiero hablar de sentimientos negativos, ni sobre lo único en lo que parecen estar interesados los medios de comunicación de este país: el mal nivel de los españoles al hablar otras lenguas o las posibilidades superiores de encontrar buenos trabajos que tienen los que se comunican con destreza en más de un idioma. No es que no sean ciertas tales afirmaciones, los aprendientes de lenguas extranjeras entienden muy inteligentemente que su aprendizaje es parte fundamental de su formación principal o complementaria. Pero de tanto escuchar o leer este tipo de noticias la reacción en nuestra sociedad puede llegar a ser similar a cuando se nos dice que debemos comer cinco piezas de fruta al día. Sabemos que es bueno, pero no mucha gente lo hace.

¿Habéis pensado alguna vez que la vida es demasiado corta? Podemos encontrar muchas razones para hacerlo. Una de ellas es que nos (me) gustaría disponer de cientos de años para aprender idiomas. ¿Qué os parece la siguiente cita de J.R.R. Tolkien de The Lost Road And Other Writings? Un personaje dice: “I wish life was not so short (…) Languages take such a time, and so do all the things one wants to know about.”

Recordad que J.R.R. Tolkien fue un escritor, poeta, filólogo y profesor universitario. Qué sencillez pensar que ojalá la vida fuera menos corta para aprender idiomas. Necesitan de tanto tiempo, como todas las cosas que queremos aprender. Cualquier persona podría haber dicho esto. Pero no por eso deja de ser algo especial.

Aparte del deseo universal de estar pululando por aquí hasta el fin de los siglos, esta cita resume dos afirmaciones con las que estoy plenamente de acuerdo como persona hablante de varias lenguas, y como profesional en el campo de la enseñanza de lenguas y de la traducción audiovisual: por una parte, que aprender una lengua lleva mucho tiempo. Esto es así, no existen fórmulas mágicas. Por otra, que para aprender lenguas -o lo que sea- hace falta una enorme voluntad. Es difícil aprender algo si no nos gusta ¿no? Es incluso difícil hacerlo si nos gusta.

Vayan las siguientes líneas como una interpretación personal de por qué las lenguas son tan bonitas y extremadamente útiles.

Aprender idiomas es un gran reto que os posibilitará sin duda destacar cuando intentéis ser aceptados en cualquier programa de formación académica. Os hará más competitivos profesionalmente en el campo en el que queráis trabajar, más aún si es fuera de España. Os facilitará afianzar vuestra capacidad de resolución de problemas así como tratar conceptos abstractos. Os hará ser más creativos. Mejorará vuestra memoria. Mejorará vuestras habilidades en la propia lengua, porque no olvidéis que saber leer y escribir en la lengua nativa es un bien escaso pero fundamental para encontrar un buen trabajo. No solo me refiero a vuestra propia lengua; ayudará a que entendáis vuestra propia cultura. Conoceréis otras culturas. Otro bien escaso es el de no tener prejuicios. Hay pocas cosas que supongan un remedio más inmediato contra dichos prejuicios que el aprender otras lenguas. Veréis que valores como la tolerancia y el respeto son básicos. Conseguiréis destruir barreras de cualquier tipo porque habréis ampliado inexorablemente vuestra visión y capacidad de entendimiento. Insisto, en cualquier campo profesional. No solo en el personal.

Si no estáis convencidos, vamos a lo de verdad importante: conocer otras lenguas os dará amigos (con o sin derecho a roce), muchos de ellos para siempre. Y lo más importante: seréis más libres. Ser libre significa no tener miedo, y si hablo como profesora, es esencial que vosotros los estudiantes no lo tengáis, especialmente en esta época tan complicada de crisis.

En conclusión, merece muchísimo la pena que dediquéis horas, muchas, a aprender idiomas, y empezad ya. Independientemente de si queréis o no seguir estudiando, y de en qué terreno queráis trabajar, nunca os arrepentiréis. Creo, y no es por sonar tremendista, que sí os arrepentiríais de no hacerlo.

Enhorabuena a tantísimos de vosotros que sacrificáis todo el tiempo del mundo para enfrenteros al reto de aprender idiomas. A los que os resistís, no hay ninguna excusa: hablad con nosotros, el equipo del Instituto de Lenguas Modernas, para que podamos aconsejaros y convenceros.

Nuria Mendoza Domínguez
Coordinadora del Instituto de Lenguas Modernas de la Universidad Nebrija

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