Universidad, Empresa e Ingeniería Informática

Una de las profesiones en la que se presupone una alta relación entre Universidad y Empresa es la de Ingeniería Informática. La demanda sostenida de perfiles de este sector por parte de la industria y la proyección futura hace que las empresas se acerquen a las universidades para captar alumnos recién graduados. Sin embargo, al igual que con otras titulaciones, parece existir un desajuste entre lo que las empresas esperan de un egresado y las capacidades, conocimientos y competencias que estos tienen al acabar su titulación.

Recientemente he tenido la posibilidad de participar en la creación del nuevo Grado en Ingeniería Informática de la Universidad Nebrija y las empresas que colaboraron en el mismo me transmitieron sus impresiones. Una de ellas era la existencia de un “gap” entre los conocimientos recibidos en las universidades y las tecnologías (que no herramientas) que el nuevo profesional tenía que emplear en su trabajo. Ello obligaba a las empresas a realizar una formación adicional generándoles la sensación de que los alumnos no adquirían los conocimientos necesarios. Otro aspecto importante era la formación en competencias profesionales, cuyo contenido debía tener un mayor peso dentro de las titulaciones. Finalmente, era evidente la necesidad de que la formación incluyera un periodo de prácticas en empresas donde poner en valor los conocimientos y competencias adquiridos. Aunque para algunas universidades este periodo es parte obligatoria de nuestros títulos desde nuestra creación, debía ser lo suficientemente extenso, como el “industrial placement” de los países anglosajones que puede durar un curso entero.

Por otro lado, en las universidades existe un debate sobre su función en este tema. Un sector afirma que su cometido es dar una formación de base lo suficientemente amplia al alumno (sobre todo en el grado) para que sea capaz de expandir posteriormente sus conocimientos en un máster o a través de otros medios, sin poner el foco en la empleabilidad del graduado (y su capacidad de competir con el resto). Otros consideran que la formación ha de adaptarse a las necesidades concretas y cambiantes del sector, creando incluso títulos de grado con nombres muy rimbombantes y que dan al alumno una formación muy cerrada y posiblemente insuficiente en caso de que se produzca un nuevo cambio en las necesidades del sector.

Y todo ello se encuentra imbricado con la investigación, pues es en marcos estables de investigación e innovación entre la universidad y la empresa donde aquella efectivamente percibe las necesidades de ésta, pero también donde ésta puede mejorar sus mecanismos de generación de valor mediante la acción tractora de aquella (nuevas técnicas, productos, estrategias), y por lo tanto modificar sus necesidades de personal hacia posiciones de mayor cualificación y competitividad.

Es factible llegar a un compromiso para resolver este dilema, aunque la excesiva burocratización en la modificación de los títulos requiere de soluciones imaginativas. Es evidente que las universidades no pueden formar a los alumnos en absolutamente todos los conocimientos y herramientas que las empresas van a requerir, pero existen soluciones intermedias. En primer lugar, los títulos han de mantener los contenidos y competencias fundamentales tal y como están definidos en las recomendaciones oficiales existentes (BOE de 4 de Agosto de 2009). Esta recomendación deja espacio suficiente para la inclusión de asignaturas específicas de formación en competencias personales y profesionales (como trabajo en equipo o gestión del tiempo). A su vez, es posible establecer un año, llamémosle de “work placement”, similar al de países anglosajones, aunque localizándolo en el último curso en vez de en el tercero con el fin de facilitar a los alumnos la transición al entorno profesional. ¿Y para los contenidos adicionales? Modificar un título para ir adaptando las asignaturas requiere de un proceso administrativo que puede llevar mucho tiempo. La solución que hemos encontrado algunas universidades es añadir un título propio cursado a la vez que el grado oficial donde se vean incluidas las necesidades detectadas en esa relación estrecha investigadora y profesional que siempre ha de existir entre empresas y universidades.

Con el fin de mejorar y extender la solución para la Ingeniería Informática son necesarias algunas acciones por parte de Universidad, Empresa y Administración. Las universidades deben de acercarse más a las empresas y muchas de ellas han de dejar de repartir asignaturas por cuotas a departamentos. Las empresas deben ser capaces de colaborar más estrechamente con las universidades en la identificación de las demandas, no solo actuales, sino previstas a futuro, y han de poder ofrecer prácticas de calidad para los alumnos. La administración debe facilitar la flexibilidad en la creación y modificación de títulos posibilitando, por ejemplo, la impartición de asignaturas en empresa sin necesidad de poner a priori hasta el último metro cuadrado y convenio firmado para poder aprobarlo. Que esto funcione está en la mano de todos.

Alfonso Sánchez-Macián, coordinador del Grado en Ingeniería Informática de la Universidad Nebrija.

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