COMUNICACIÓN NO VERBAL EN ENTORNOS VIRTUALES (I)

Muy bien, has conseguido conectarte. Parece que todo funciona. Te santiguas y te dices: “que Dios me coja confesado…”. Sí, te adentras en un nuevo entorno, el digital.

Los docentes sabemos perfectamente lo difícil que puede llegar a ser establecer una buena comunicación con nuestros alumnos. La materia, el día en particular y mil factores más van a influir en la sesión de hoy pero para eso estamos ahí. Intentamos que se “enganchen”, que aprendan o, como mínimo, que se interesen por lo que les estamos contando. Podemos hacer todo tipo de gracias (o, al menos, pensamos que son gracias) y piruetas para que se olviden del todopoderoso Whatsapp. Esa aplicación que ha llegado a sus vidas para esclavizarles y para dotarnos a nosotros de un superpoder: la invisibilidad. Porque cuando el teléfono vibra, nosotros dejamos de existir.

Es en este momento donde cada docente usa sus truquillos para deshacer esa conexión hipnótica con el dichoso telefonito de marras…. Pero volvamos a nuestro tema.

Estoy conectado. Me veo a través de una ventanita y no tengo ni idea de si mis estudiantes me están viendo, si atienden o tan siquiera si están entendiendo lo que explico. Para colmo solo me veo la cabeza y los hombros. Allá fueron todos mis trucos y piruetas en el aula. No puedo pasear. No puedo acercarme a ellos, ¡¡pues vaya panorama!!

Tendemos a pensar que lo que decimos es super-mega-hiper importante y nos olvidamos de algo fundamental: la comunicación no verbal. Las palabras que verbalizamos solo representan el 7% de todo el proceso comunicativo. Nuestra voz y todas sus características representan el 38% mientras que el lenguaje corporal el 55% restante. Estos porcentajes no dejan lugar a dudas. ¿No es tiempo de reflexionar sobre ello?

Si no podemos tener a nuestros estudiantes en la modalidad presencial, intentemos, al menos, sacar partido a nuestro lenguaje no verbal. Entre los factores asociados al lenguaje verbal se encuentran las características paralingüísticas del lenguaje. Tenemos que considerar el tono, el ritmo, el volumen, los silencios y el timbre.

  • Tono: ¿Qué tono usamos? ¿Cuántas veces hemos visto el típico anuncio en televisión del docente que empieza a repetir la lección en el mismo tono sin variaciones y los estudiantes caen desmayados sobre los pupitres?

No se trata de ponerse a recitar una obra poética pero sí tener en cuenta que podemos modular la voz para llamar la atención sobre lo que consideramos realmente relevante. Esto nos permitirá que la sesión sea más amena y entretenida tanto para ellos como para nosotros. El tono nos permite recrear el ambiente sonoro así como la generación de ilusiones espaciales.

  • Ritmo: el ritmo es importante para poder marcar un cierto dinamismo durante la sesión. Está claro que es más fácil decirlo (o escribirlo) que hacerlo pero si somos conscientes de ello, podemos trabajar sobre esto e intentar variarlo a lo largo de la sesión. Una buena forma de alterar ese ritmo uniforme es hacer partícipes a los estudiantes con preguntas. Si ellos abren su micrófono, participan y se explican, marcarán un nuevo ritmo que será positivo en el transcurso de dicha sesión.
  • Volumen: no estamos ni en misa ni de fiesta. Elijamos un volumen adecuado para marcar la importancia de lo que estamos diciendo. Podemos variarlo a lo largo de la sesión, podemos bajar el tono o subirlo en función de nuestras necesidades pero siempre conscientes de que hay un grupo de personas al otro lado que intentan “absorber” el máximo de información, que se han conectado y que intentan comprender lo que les decimos.
  • Los silencios: en las primeras sesiones estamos tan incómodos, e incluso nerviosos, que tendemos a hablar como si no hubiera un mañana. Hablamos sin parar como intentando dar todas las explicaciones posibles para que nos entiendan. Está claro que lo hacemos con la mejor de nuestras intenciones pero igual que en otras muchas ocasiones en nuestras vidas, ocurre el efecto contrario. Lo único que conseguimos es que los alumnos se “aturullen”, se pierdan. Muchas veces por pudor, se callarán y no preguntarán sus dudas. Ironías de la vida… todo nuestro esfuerzo tirado por la borda. Acabamos con la boca seca, la lengua arenosa. Parece que venimos de cruzar el Sahara y para colmo, no se han enterado de nada.

Los silencios son importantes. Permiten a nuestros estudiantes reflexionar, asimilar lo que les estamos contando y, al mismo tiempo, cuestionarnos si es necesario. Forman parte no solo del proceso comunicativo sino del de enseñanza/aprendizaje.

  • El timbre: ¿Qué es el timbre? Nadie le da importancia al pobre timbre. Tiende a confundirse con otros rasgos sonoros como el tono pero es el timbre el que permite construir en nuestra mente una imagen. Desde el punto de vista informativo es el más importante de todas las características paralingüísticas. Un claro ejemplo es el de los típicos cantantes que podemos ver en televisión cuando son entrevistados y su actuación posterior sobre el escenario donde podemos comprobar los cambios. Facilita la creación de todo un escenario. Existen numerosos ejercicios para trabajar nuestro timbre de voz.

 

(Continuará).

 

 

Rubén Alves

Rubén D. Alves López

Profesor del CEHI; Educación e Instituto de Competencias