Literalmente, la “descripción de la tierra” es un puente entre las ciencias humanas y las ciencias físicas, y por ello se la reconoce como la disciplina mundial por antonomasia. Siempre ha tenido un papel protagonista en la comprensión del entorno que nos rodea y, aunque en la actualidad no ocupa grandes atenciones, sigue siendo la base en la que se desarrollan relaciones de toda índole. Así, es la geografía física la que nos explica el impacto de los desastres naturales y también la que predice el clima que hará en un destino determinado. La geografía humana, por su parte, nos permite analizar la distribución de la oferta y la demanda, pero también aspectos sociales como la pobreza o el envejecimiento de una población. La geografía, en general, ayuda a comprender relaciones históricas, diplomáticas o políticas entre los territorios e incluso está muy presente en las aplicaciones que utilizamos en nuestra cotidianeidad.
Por tanto, la geografía sigue siendo necesaria por su capacidad de integrar hechos y elementos diversos. Su conocimiento complementa nuestra faceta profesional, pero también nos enriquece personalmente al mejorar la mirada de nuestro entorno más cercano y de los rincones más alejados de nuestro planeta.