El divulgador científico Javier Fernández Panadero, en la Universidad Nebrija

Ciencias para explicar el mundo

Dentro de la Semana de la Ingeniería de la Escuela Politécnica Superior, se celebró la sesión “Ciencias para explicar el mundo”, a cargo del físico y divulgador científico Javier Fernández Panadero. Con materiales de andar por casa, literalmente, bolsas de congelado, cuerda de tender, baldes agua y estropajos metálicos, llevó a cabo una exhibición sobre cómo solucionar problemas cotidianos gracias a la ciencia. “No estoy de acuerdo con esa afirmación que dice que la ciencia, en la vida diaria, no sirve para nada. Al revés, cómo yo sé ciencia, soluciono problemas o me ahorro dinero poniendo en práctica sencillas leyes de la física”, asegura este profesor de secundaria y autor de diversos libros de divulgación, el último de los cuales es Como Einstein por su casa. La bricociencia para todos.

En lo que él llamaba “cacharrear con experimentos”, y siempre con materiales caseros, mostró cómo “yo puedo sacar mi coche del agua pero tú tienes que llamar a la grúa”, mientras multiplicaba, mediante las leyes de la polea, su propia fuerza frente a la de los alumnos, “muchos más cachas que yo. Y puedo con dos”. Hacer el vacío para conservar alimentos sin una bomba de vacío cara ni bolsas especiales sino con un recipiente lleno de agua, bolas de congelados y las leyes de Pascal, partir cuerdas sin cuchillos gracias al rozamiento y encender fuego sin cerillas mediante a una pila eléctrica, hilo de hierro y papel higiénico, “ese gran amigo”, fueron algunos de los experimentos que Javier Fernández Panadero llevó a cabo.

Para terminar, y tras cortar limpiamente un bollo –que merendaron los alumnos– con hilo dental, mostró la superchería de la homeopatía suicidándose en directo, al consumir algunas decenas de pildoritas antigripales, una dosis que resulta mortal de cualquier medicamento verdadero pero inocua en las bolitas de agua con azúcar que son las pastillas homeopáticas. “Aprended esto –dijo–, la homeopatía no sirve para nada y es muy cara, 1.000 euros el kilo de azúcar; me ha costado 30 pavos el envase”.

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