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¿Son las líneas de autobús gratuitas una medida eficaz contra el cambio climático?

Transporte público es un término muy amplio. A día de hoy sería utópico pensar que este servicio, a nivel global, puede ser gratuito manteniendo el mismo nivel de calidad. Así que quedémonos, por ejemplo, con la ciudad de Madrid y partamos de la propuesta del alcalde (el Sr. Martínez-Almeida) de ofrecer dos líneas de autobuses eléctricos gratuitas en el centro de la ciudad.

Se trata de una medida impactante. Lo gratuito siempre llama la atención. Además, al hablar de vehículos eléctricos, puede dar la impresión de que no contaminan. “Parece”, porque siempre que se recarguen a través de la red eléctrica sí que contaminarán. Aunque evidentemente menos que si fueran de combustible fósil.

Pero esta medida, ¿se sabe, o se intuye, si va a ser positiva para el cambio climático o para la calidad del aire? Pues pensémoslo.

Condiciones para que sea efectiva

Para que esta medida tenga un efecto positivo tendría que asegurar una reducción de las emisiones producidas por los vehículos de gasolina (estas afectan más al calentamiento global) y por los diésel (que afectan en mayor medida a la calidad del aire).

Esto ocurriría si un número importante de ciudadanos dejaran sus vehículos, optando por usar estas líneas de autobús. Si esto fuera así, tendría que venir reflejado en el documento explicativo de Madrid 360, el plan de acción que recopila esta y otras iniciativas del Ayuntamiento de Madrid para conseguir una ciudad más sostenible.

Pero al consultar el texto, no se encuentra ningún dato justificativo. No disponemos de ninguna información oficial, ni tan siquiera un estudio estadístico estimativo. La posibilidad de que los autobuses gratuitos se llenen con pasajeros que antes se desplazaban a pie o en bicicleta tiene la misma credibilidad que considerar que estas líneas van a llenarse con ciudadanos que abandonan el coche.

Un ejemplo de caso de este tipo bien estudiado es el uso de los servicios de coche compartido o carsharing que estiman que cada vehículo de este tipo elimina entre 13 y 15 coches particulares de la circulación.

Para tomar decisiones hacen falta datos

Desde la Cátedra Santander Nebrija en Transporte Sostenible hemos realizado una encuesta recientemente con preguntas específicas sobre movilidad.

Preguntamos a un total de 500 personas residentes en la Comunidad de Madrid. El 65 % reconocía tener un grado alto de preocupación por la calidad del aire y el 66 % manifestaba estar preocupado por el calentamiento global. Las franjas de edad con mayor preocupación son las comprendidas entre los 25 y los 60 años.

Además, el 85 % de los encuestados reconocía ser consciente de la existencia de una relación directa entre el volumen de vehículos que circulan por las ciudades y el empeoramiento de estos dos problemas.

Pero vamos a los resultados sobre transporte público:

  • Solo el 10 % considera que no hay un buen servicio de transporte público en su ciudad.
  • El 70 % de los encuestados que residen en Madrid capital considera bueno el servicio de la red de transporte público.
  • El 63 % considera adecuado el precio del dicho servicio. Es el colectivo más joven el que considera el precio más asequible. No resulta extraño, dado que existe una modalidad de abono joven de transporte público muy económico.
  • El 60 % de los encuestados refleja moverse en coche (vehículo propio), mientras que el 36 % usa transporte público. Estos porcentajes están repartidos por igual entre hombres y mujeres, pero no así por edades: el 50 % se concentra en la franja entre 40 y 60 años.
  • Solo el 4 % de los encuestados se pasaría al transporte público si por una normativa medioambiental, como Madrid Central, se viera en la obligación de no poder acceder al centro de la ciudad son su actual vehículo.
  • Por último, la pregunta estrella: por qué usan transporte público. El 42 % lo utiliza por no disponer de vehículo propio o carné de conducir. Solo solo el 23 % lo hace por ahorro.

Algunas conclusiones

Con estos datos encima de la mesa, podemos ya hacernos una idea sobre las medidas que se toman y que afectan a todos. Poner dos líneas de autobús eléctrico gratuitas no parece que vaya a ser una medida efectiva, lamentablemente.

El usuario de vehículo propio seguirá utilizándolo. La experiencia de los usuarios de transporte público no va a cambiar por el hecho de ser gratuito, más bien puede que incluso pueda empeorar.

Además, no utilizar el vehículo no es lo mismo que no tenerlo, a nivel económico. Disponer de coche conlleva una serie de gastos, incluso si no se usa (seguro, impuesto de circulación, mantenimiento, ITV, etc.), que no se amortizan si el vehículo está parado.

Esto se ve claramente con la modalidad de renting que se está popularizando cada vez más. En lugar de comprar el vehículo, se abona una cuota mensual que incluye la mayoría de estos gastos y que nos permite ver que dejar el vehículo parado en casa es económicamente deficitario.

Permítanme que termine con una comparación, aunque pueda parecer frívola: ¿Se han parado a pensar cuántas personas capaces utilizan el ascensor para subir o bajar una sola planta? Pues esa actividad también supone gasto y emisiones porque el ascensor consume energía eléctrica.

Roberto Álvarez Fernández

Profesor de Ingeniería Eléctrica y Movilidad Sostenible de la Universidad Nebrija

Artículo publicado en The Conversation el 29 de octubre de 2019

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