sanzol_nebrija

Alfredo Sanzol: “Ser vulnerable forma parte del riesgo de amar”

El dramaturgo y director escénico Alfredo Sanzol escribió y montó La ternura, una pieza de largo recorrido y raíces shakesperianas. Este proyecto, estrenado en La Abadía en 2017 y que actualmente se puede ver en el Teatro Infanta Isabel, revivió gracias a la lectura dramatizada de los actores del Grado en Artes Escénicas de la Facultad de Comunicación y Artes de la Universidad Nebrija, dirigidos por Beatriz Jaén y con la colaboración de la Academia de las Artes Escénicas de España.

En el coloquio posterior, Sanzol subrayó que los personajes de su obra están deseando disfrutar de la ternura, aunque estén atemorizados por el dolor. “Ser vulnerable forma parte del riesgo de amar, pero sin ternura, el amor no existe. Los celos, el control y las exigencias no tienen nada que ver con el amor porque no son tiernos”. El cuatro veces Premio Max de Teatro confesó, al estilo de Lope de Vega, haber descubierto que el amor es acariciar, tener paciencia, ser generoso, intentar entender al otro, acompañar… “y todo eso es ternura”.

El público asistente a la lectura dramatizada sacó jugo a los requiebros lingüísticos, la lucha de sexos, los personajes escondidos, las mujeres vestidas de hombres –juegos típicos de Shakespeare, cuyos títulos de sus comedias aparecen citados en los coloquios de La ternura– para luego lanzar una batería de preguntas a los actores, la directora y el autor de una obra, pergeñada a través del Teatro de la Ciudad con Andrés Lima y Miguel del Arco, y doblemente premiada, con el Max al Mejor Montaje 2019 y el Valle-Inclán 2018. “Los personajes, a través de una especie de arquitectura de las palabras, expresan sus sentimientos y declaran sus planes para que el público disfrute de las trampas”. Así verbalizó Sanzol esa “conexión de neuronas espejo” entre los actores y los espectadores.

Con los trucos propios del teatro isabelino inglés y del Siglo de Oro español, Sanzol desenfunda el “sarcasmo e ironía ante aquellos que creen que el mundo se divide en hombres y mujeres”. Para él, las divisiones de género “son un invento que ha interesado a ciertas personas para poder vivir mejor” y lo contrapuso a su propia historia personal cuando él de pequeño se hacía el dormido para escuchar las conversaciones entre su madre y su tía. En ese momento derribaba las fronteras entre los dos sexos.

Volver a imitar

Ante la atenta mirada de los actores Pepe Viyuela y Elena González, que interpreta a la Reina Esmeralda en el Infanta Isabel, presentes en la lectura dramatizada, Sanzol declaró que “ha llegado el momento de librarnos de la originalidad, que es un invento, para volver a imitar”. Aludiendo a La ternura y sus fuentes shakesperianas, consideró que la imitación, “un acto de empatía y conectado a los procesos de aprendizaje, nos pone al mismo nivel que lo que uno imita si no haces una apropiación indebida sino un intento de comunión”. Para imitar de buen grado, leer y observar mucho son, a su juicio, las herramientas primigenias de un escritor.

Sobre la creación de su dramaturgia, Sanzol recordó que, antes de arrojar luz a La ternura, con seis tramas de la misma relevancia, ya tenía la destreza para plasmar varias historias diferentes para su propia compañía. El respeto a los actores entra en escena: “Al fin y al cabo un protagonista es un personaje que acumula mucha cantidad de conflictos y eso genera un peso en la obra, y no hay que olvidar que un actor se siente bien cuando el personaje que representa acumula mucho conflicto”.

En la charla, presentada por Antonio Sierra, coordinador del Grado en Artes Escénicas de la Universidad Nebrija, Sanzol desveló su santo y seña de su proceso creador: “Primero me tengo que divertir yo, porque si no siento nada especial, lo retiro a una carpeta que se llama `basura´. Mi siguiente filtro son mi pareja y mis amigos y si no les gusta lo que les muestro, también lo tiro”. Otro indicador fiable para saber si un texto va por buen camino, según contó, es que el autor mismo hable del proyecto sin aburrirse.

Asimismo, Sanzol afirmó que su motivación ha sido siempre estrenar y que siempre, desde sus inicios cuando creaba piezas que se representaban a los quince días en los bares, escribe con fecha de estreno. El dramaturgo navarro defendió que la escritura es un acto físico: “Pensamos que las letras caen del cielo, pero salen del cuerpo para posarse en un papel. Escribir es como bailar o cantar”. Este pensamiento está en línea con su forma de gestar La ternura a través de talleres con los actores donde habitan las coreografías y “la potencia” de la palabra.

Dos mesas, dos mundos

Beatriz Jaén, ayudante de dirección de Sanzol, también quiso aportar sus ideas al debate, dejando claro las dificultades que acarrea poner en pie una lectura dramatizada en la que los actores no pueden alejarse de sus papeles. “El texto de La ternura es maravilloso –añadió- porque resulta imposible no ver continuamente imágenes”. También explicó que, a la hora de materializar esas imágenes en una escenografía clara, decidió utilizar solo dos mesas que terminan uniéndose como símil de dos mundos que al final se mezclan.

A la salida del coloquio, al que también asistió Marta Perlado, decana de la Facultad de Comunicación y Artes de la Universidad Nebrija, los asistentes seguían enfrascados en las tramas que en la escena habían acontecido. La reina Esmeralda, las princesas Salmón y Rubí, los leñadores Marrón, Azul Cielo y Verdemar, la Armada Invencible, Felipe II, el volcán “El Requiebro” y las verdades de todos ellos se agolpaban bajo los paraguas o se escondían en los bolsillos de los abrigos de los que, tras haberse dejado seducir por La ternura, salían al exterior, a la calle Joaquín María López. El tiempo era otoñal.

Los comentarios están cerrados.