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“Desconfinamiento” inteligente

Mientras escribo este artículo las cifras indican que hay 26.700 recuperados del Covid-19. La mayoría de ellos, por no decir todos, se encuentran confinados en casa, cumpliendo con los requerimientos del estado de alarma. Probablemente, cuando este texto vea la luz, el número de recuperados superará los 30.000 e irá aumentando a buen ritmo cada día, para bien de todos.

A la vez, crecen la frustración y el miedo por la situación económica. Las cifras de desempleo asustan, las predicciones hablan de una crisis profunda, ya no en V, a nivel global y simultánea en más de 200 países. Algunas voces empiezan a valorar el difícil equilibrio entre la seguridad sanitaria necesaria y las consecuencias económicamente dramáticas del confinamiento, que probablemente se va a prorrogar además en los próximos días. Se ha producido una destrucción de empleo de más de 800.000 puestos de trabajo en un mes, hay previsiones de crecimiento negativo del PIB en 2020 y más de 600.000 personas se han visto afectadas por el fenómeno laboral que desgraciadamente se ha hecho famoso: el ERTE.

Ante este escenario, quizá haya alguna pequeña solución, que no será válida por sí sola, pero que podría ayudar a restablecer el difícil equilibrio entre seguridad y sostenibilidad sanitarias y supervivencia económica.

El confinamiento que vivimos es masivo, con las excepciones que describe el BOE como servicios esenciales, pero tenemos que empezar a valorar y decidir cómo “desconfinamos” a la población de forma que, sin incrementar el riesgo de contagio, permita ir reactivando y recuperando un circuito económico actualmente paralizado. Debemos decidir cómo dar los primeros pasos hacia la nueva normalidad, en tanto que llega la vacuna y/o el tratamiento contra el coronavirus.

Esos más de 26.700 recuperados, y siempre tras la preceptiva cuarentena, podrían suponer una pequeña pero creciente palanca en el proceso de reactivación. Son un número en aumento y no suponen un riesgo para sí mismos ni para el resto de la comunidad porque están inmunizados. Es cierto que no hay certeza absoluta sobre el comportamiento del virus, que en ocasiones ha protagonizado segundos episodios y muestra zonas oscuras en cuanto a su capacidad de contagio. Pero la vuelta al trabajo de este colectivo sería un riesgo valorable si consideramos los efectos que tendría inyectar miles de personas cada día a la actividad económica de nuestro país. Al menos podría considerarse.

Hay varias formas de poner en marcha a este creciente “ejército de salvación económica”, para el desconfinamiento inteligente. Una sería la de garantizar su capacidad de circulación con un certificado médico emitido tras la realización de un test. Otra podría consistir en destinar a estas personas, de manera voluntaria, a actividades que actualmente estén llevando a cabo quienes no deberían, siempre que no tengan la oportunidad de volver a sus actividades anteriores o ya no tengan trabajo. Su retorno a la actividad podría suponer una nueva e ilusionante luz en la actual oscuridad de la crisis global. Una luz que podría ir haciéndose más luminosa cada día, fruto del éxito del trabajo de todos, y según se vayan sumando cada vez más recuperados inmunes.

Sin duda, la propuesta tiene puntos débiles. Para empezar, el desconocimiento parcial del virus, o la posibilidad de tener que lidiar con una nueva picaresca. Y seguro que encuentra hasta una docena más de dificultades que espero disculpen si no considero adecuadamente. Pero sirva esta propuesta como una posible y nueva microsolución a la parálisis económica, que no supone crítica alguna además. Es solo mi manera de canalizar la intención de ayudar, como hacemos todos en nuestras casas y servicios esenciales, desde que empezó este mal sueño.

Fernando Tomé, vicerrector de Estudiantes y Empleabilidad de la Universidad Nebrija

Artículo publicado en El Confidencial el 5 de abril de 2020

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