Humor y desafío, aliados del psicólogo frente a la crisis

La crisis generada por el coronavirus ha alcanzado cuotas de crudeza muy altas. Una de las terapias más paradójicas en la búsqueda de alivio y soluciones a los pacientes es la terapia provocativa, que usa continuamente el humor y el desafío en las sesiones. El Máster en Psicología General Sanitaria del Centro San Rafael-Nebrija organizó una charla, moderada por el profesor José Antonio Tamayo, en la que el psicólogo Federico Sarink, autor del libro La Terapia Provocativa: el terapeuta como el abogado del diablo, introdujo este innovador método entre los asistentes.

Sarink confesó su pesar por no estar en Madrid en un seminario en el Colegio de Psicólogos en la misma fecha de esta conferencia online, pero, desde Holanda confesó sentirse a gusto entre colegas y estudiantes españoles. De hecho, adoptó su nombre de pila porque en España le llamaban así. Freek, su homónimo holandés, cayó en el olvido.

Basándose en las enseñanzas de Frank Farrelly, el fundador de la terapia provocativa, y de otros terapeutas como Maurizio Andolfi, Federico Sarink apostó por el humor, la confusión y el juego como algunas de las herramientas fundamentales del psicólogo en su relación con el paciente. “La terapia provocativa es el planteamiento más adecuado, en mi opinión, para ayudar a un cliente porque es un tratamiento que se sale de la cordura y utiliza mucho el humor para enfrentar la crisis a la vida”, afirmó.

En su discurso, Sarink enumeró los siete supuestos de la terapia provocativa: ¡Si quieres que el burro avance, tírale de la cola!; el desafío crea una relación; lo más personal es lo más universal; la gente es más flexible de lo que parece; la gente se ríe más pronto de lo que pensamos; los pacientes siempre traen una lucha interior; y, si el terapeuta pierde la estructura en la sesión, el paciente la pondrá y llegará al fondo por sí mismo.

Sobre el primer principio, el experto defendió a un psicólogo que estimula “provocativamente” al paciente para que se mueva en la dirección opuesta a la definición que se hace y adopte el comportamiento “más beneficioso” para sí mismo. En sus ejemplos, un cliente entra en el despacho y habla de su vida miserable y “yo le digo que estoy de acuerdo con él, que es el cliente menos interesante del día”. Normalmente, el cliente reacciona y pregunta “¿en serio?”. El psicólogo, en este camino de provocación, “exagera con humor cómo se define el paciente” y consigue un inicio de cambio. Si al cliente le cuesta ir a consulta y lo manifiesta, el profesional intenta modificar su actitud dándole a priori la razón: “Sí, es mejor para usted quedarse en casa, hay muchos riesgos saliendo de ella”. Al final, consigue, con el humor y el juego, que el paciente se quede en la consulta.

Diálogos absurdos

Asimismo, en el segundo supuesto, “hay que tener mucho respeto por el paciente y escuchar pacientemente”. Eso lleva a sesiones “más dinámicas en forma de diálogos, aunque sean absurdos, en vez de monólogos en los que habla el cliente y el terapeuta solo apunta”. Mientras el tercer rasgo apunta a que cada persona es única, pero no sus problemas, emociones o reacciones; el cuarto principio –“la gente es más flexible de lo que parece”- se nutre una vez más del humor para no caer en la compasión, y que “la esponja –el cliente- recupere su elasticidad”.

La quinta hipótesis la demuestra Sarink con los memes que le llegaron de sus colegas españoles a los pocos días de decretarse el confinamiento. Entre los que mostró durante su videoconferencia figuraban el del calcetín que con música parece tragarse los coches o el del pinchadiscos que simula los fogones como platos de una mesa de mezclas, y las luces de la campana de la cocina como focos. “Me di cuenta de que en medio de esta crisis descomunal y de este estado de confusión, enseguida llegan muestras de humor… eso es lo que necesitamos, porque es una manera de manejar el contratiempo”, comentó.

En este sentido, Sarink confesó que una paciente de 26 años había sufrido muchos abusos, pero ella no quería contarle esos recuerdos tan dolorosos e íntimos, entonces él empezó a hablarle de gatos. Al principio ella se rio, aunque pasado el tiempo pidió tratar su problema. “¿Seguro que no quiere seguir hablando de gatos, es más cómodo y seguro”, le preguntó. Ella contestó: “Sí, sí, pero ya que estoy aquí, déjeme empezar”.

La adopción del papel de abogado del diablo por parte del terapeuta que le implora al cliente que no cambie y la reclamación por parte del paciente de volver al problema ante las fingidas divagaciones del experto resumen el sexto y séptimo supuesto de la terapia provocativa, en la que “se crea una incongruencia” que deriva en una ayuda.

Foto: https://terapiaprovocativa.es/

Comentario

  1. Me parece muy interesante esta vía. Me gustaría profundizar sobre sus métodos y estrategias y saber si existen formaciones online.
    Gracias!