Modelos educativos ante la frustración, el miedo al rechazo, la disciplina y la motivación

¿Revolución educativa o educación revolucionada? Esta pregunta, que dio título a la Jornada Virtual para Orientadores y Profesionales de la Educación organizada por la Universidad Nebrija, no fue la única planteada en el coloquio virtual con orientadores, profesores, maestros, padres, psicólogos y trabajadores sociales. Sin embargo, después de cada interrogante, el filósofo Ernesto Castro, la psicóloga Patricia Ramírez y la comunicadora Pilar Jericó brindaron su experiencia y conocimientos sobre la tolerancia a la frustración, el miedo al fracaso, la disciplina o la motivación en el entorno educativo y familiar. La sesión, moderada por María Gil, directora de Comunicación de la Universidad Nebrija, recogió un enfoque multidisciplinar y alejado de dogmas y prejuicios. Las palabras volcadas en el debate sirvieron para la reflexión en mentes de todas las edades.

Piedras del camino

Patricia Ramírez, Premio del Colegio oficial de Psicólogos de Andalucía Oriental a la mejor divulgadora en redes sociales, abordó el primero de los temas –la gestión de la frustración- derribando mitos: “Hay algo positivo en ese sentimiento porque esa emoción nos ayuda a tomar medidas para reconducir un proyecto o abandonarlo”. La frustración que, en su opinión, aparece cuando no obtenemos resultados de algo que emprendemos, “se debe aprender a tolerar desde la infancia”. Para trabajar en este sentido, Patricia Ramírez apuntaló cuatro vertientes: los adultos tienen que ser un modelo de esa tolerancia a la frustración –por ejemplo, no comprar el primer día que sale el último modelo de iPhone, “aunque tengamos dinero suficiente”-, hay que enseñar a los adolescentes a pensar “y a sentarse con nosotros” para preguntarles cómo se sienten y por qué creen que es correcto lo que han hecho –“si les quitamos las piedras del camino, anulamos su capacidad creativa y resolutiva”-, los adultos tienen que enseñarles a gestionar el fracaso “y normalizarlo como parte de la vida”, y ser pacientes ante los adolescentes porque en muchas ocasiones la corteza prefrontal del cerebro, donde reside, entre otras capacidades, la impulsividad, no se termina de desarrollar hasta los 24 años.

Precisamente, Ernesto Castro, que ha impartido clase de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y en la Universidad de Zaragoza, cree que la frustración puede confundirse con impulsividad y que un mayor uso de las redes sociales –él, para mantener sin distracciones su condición de escritor, se borró de ellas hace unos meses- baja la atención en formatos como la lectura y la escucha. A su juicio, cada usuario “debería dosificarlas y regularlas” porque actúan como una droga “encubierta”, aunque también crean “grupos de afinidad”.

Por su parte, la empresaria, escritora y conferenciante Pilar Jericó, valiéndose de los estudios de la doctora y profesora Carol Dweck, que desarrolló los conceptos de mentalidad fija y mentalidad de crecimiento, afirmó que “con la capacidad de aprender” y “entrenar a decir no lo sé… todavía” podemos gestionar la frustración. Teniendo claros los significados de la mentalidad fija (“yo soy como soy y no cambio”) y la mentalidad de crecimiento (“yo lo puedo aprender”), “somos como somos, pero podemos convertirnos en algo más grande”. La clave, para ella, es entrenar en el error y en el acierto, en el “poder de todavía” y en la mentalidad de crecimiento “para generar más circuitos neuronales”.

Chantaje emocional

Ante la visión negativa que muchos padres asocian a la adolescencia, Patricia Ramírez, entrando en el bloque de la sesión relativo a la gestión de las emociones, incidió en la inteligencia emocional y enumeró algunos consejos que los padres pueden adaptar en su relación con los hijos: no negar su realidad; no compararlo con otros; darle nuestra atención y no nuestro juicio de valor, escucharlos, tener generosidad hacia cómo se sienten –“lo ideal es darles la oportunidad de saber qué les está pasando cuando sus emociones se calmen”-; no hacerles chantaje emocional; y desarrollar una comunicación bidireccional –“Nos quejamos de que nuestros hijos no nos cuentan sus problemas, pero, ¿y nosotros?, ¿les contamos nuestros problemas?”-.

Al hilo de esta opinión, Ernesto Castro unió la adolescencia con la búsqueda de “un mundo más amplio” en el que muchas veces los jóvenes “tienen más relación y vínculo emocional” con un influente que con un familiar, “que puede caer en el error de ser un solo una suerte de colega y confesor”. Castro, autor, entre otros libros, de El trap: filosofía millennial para la crisis en España (Errata Naturae, 2019), y con un canal de YouTube con más de 65.000 suscriptores, introdujo el papel del profesor como un punto de partida inicial para “contagiar entusiasmo y enamorar al público hacia el contenido” de su asignatura.

La tercera experta en liza, Pilar Jericó, reconocida como una de las Top Mujeres Líderes en España en la categoría de pensadoras y expertas, y que cuenta con tres millones de lectores al año en su blog y con siete libros publicados, introdujo el sentimiento del miedo al rechazo, muy presente en la adolescencia. Para combatir ese temor y otros de similar naturaleza, la empresaria consideró necesario el desarrollo de las fortalezas -en qué es bueno un joven-. En la identificación de esas fortalezas, según Jericó, “tenemos que observar a nuestros hijos con una amplia mirada de curiosidad para que sientan que brillan”.

Dosis para enamorar

Antes del diálogo con los asistentes que siguieron esta sesión promovida por la Universidad Nebrija, los expertos intercambiaron posturas sobre la disciplina y la motivación entre los jóvenes. Para Ernesto Castro, la disciplina es “la dosificación del entusiasmo y la motivación se puede articular en proyectos a largo plazo”. Aseverando que el esfuerzo resulta “el principal indicio del éxito” y que a la cultura “se puede acceder por muchos caminos”, el filósofo madrileño apostó por detectar las vocaciones y “espolear” en ellas a los adolescentes, aunque reconoció que “en el actual contexto fomentar esta vocación y sostenerla en el tiempo es difícil”.

Patricia Ramírez, autora de Educar con serenidad (Editorial Grijalbo), entre otros libros, apostó por la disciplina, manteniendo el orden y la perseverancia, pero quitándole el aspecto de sumisión. “El factor de motivación –añadió- es importantísimo, pero está sobrevalorado. Yo tengo un lema: `Cuando te falte motivación, tira de responsabilidad´”. En ese proceso, la psicóloga aludió al papel de padres y profesores para estar ojo avizor a los que les rodean “para impulsarlos”.

En “la dosis para enamorar” en lo que haces radica parte del éxito de las personas, según Pilar Jericó, que dejó una de las opiniones que mejor resume la Jornada Virtual para Orientadores y Profesionales de la Educación: “Tenemos que entrenar a nuestros jóvenes en el optimismo, con disciplina de uno mismo, capacidad de adaptación y pensamiento crítico”.

Cerebro plástico

En el turno de preguntas y respuestas, mientras Ernesto Castro hablaba de la universidad como un espacio de investigación y un espacio de formación de cuadros técnicos, Patricia Ramírez insistía en la labor de unos padres que van al teatro y leen en presencia de unos hijos en una clara labor de estímulo cultural, además de aconsejar a los adultos a generar espacios dentro de la casa donde conversar. Ella misma, por ejemplo, hizo más grande la cocina para colocar una mesa de barra como punto de encuentro.

Pilar Jericó, en la última cuestión trasladada a petición de los asistentes por Marina Vega Curiel, delegada de Zona del Departamento de Desarrollo Universitario de la Universidad Nebrija, se reafirmó en explorar la comunicación en la familia de una forma distinta “para que no parezca un ataque” y en la condición de aprendizaje a todas las edades porque “nuestro cerebro es plástico”.

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