La Bauhaus no se entendería sin la presencia ni la destreza femeninas

La Bauhaus, la escuela de diseño, arquitectura y arte fundada en 1919 por Walter Gropius, que tuvo tres sedes –Weimar, Dessau y Berlín- hasta su desaparición en 1933, y que sigue siendo un referente en nuestra forma de vida en el siglo XXI, no sería tan relevante sin la participación de muchas mujeres. “Las mujeres fueron consustanciales a la Bauhaus. Sin ellas, la escuela nunca hubiese sido la misma”, certificó la arquitecta Josenia Hervás y Heras, socia fundadora del estudio El Triángulo H Arquitectos y docente en la Universidad de Alcalá de Henares en la especialidad de Urbanismo.

Su tesis sobre las arquitectas diplomadas en la Bauhaus, su libro Las mujeres de la Bauhaus: de lo bidimensional al espacio total (Diseño Editorial) y su intervención en el Congreso Internacional Bauhaus In and Out: perspectivas desde España demuestran su gran conocimiento sobre un tema que quiso compartir en los actos de las II Jornadas Mujeres para quitarse el sombrero, la semana de la mujer de la Universidad Nebrija.

El tesón de la mujer alemana en la República de Weimar resulta esencial en todo el ciclo de la Bauhaus. Además, según Josenia Hervás y Heras, muchas mujeres accedieron a la institución porque no exigía los estudios de bachillerato. En la primera etapa, ante la gran presencia femenina, el Consejo de Maestros “toma cartas en el asunto” y dictamina que solo las mujeres de extraordinario talento participen en la Bauhaus. El Consejo de Maestros quería que se apuntaran al taller textil, pero algunas consiguieron colaborar en el taller de carpintería, como Alma Buscher.

“Reto a las estrellas”

Sin olvidar que la Bauhaus “no consistió en un nuevo estilo, sino en un proceso de evaluación continua con una idea de transformar el orden establecido de las cosas, que, al no quedar vinculada a ningún lugar ni época, cien años después sigue vigente”, Hervás y Heras mostró muchos ejemplos de esa pujanza femenina, que se evidencia hasta en documentos de protesta por los baños, un boleto para una fiesta en 1922, el diseño de un juego infantil de 1924 o las cartas escritas en los primeros años de la Bauhaus desde las buhardillas más modestas de la sede de Weimar, donde, “erguidas en la cima del mundo, ellas también lanzaban su reto a las estrellas”.

La profesora de la Universidad de Alcalá de Henares, presentada por la filóloga Eve Bauder, disertó sobre los “machismos larvados” dentro de la Bauhaus en contraposición a la atmósfera de amistad y fervor artístico entre mujeres y hombres. Entre los nombres que desfilaron por su conferencia, salieron a colación Benita Otte, defensora de que “las formas podrían fluir” y que evidenciaba que la abstracción no solo era propiedad de los hombres; Margarete Heymann-Löbenstein, Grete Reichardt y Marianne Brandt, que diseñaron objetos de uso cotidiano; Wera Meyer-Waldeck, que ideó, junto con otros compañeros, un colegio público con ocho aulas en un barrio utópico para 20.000 habitantes; y Lotte Beese, que terminó siendo urbanista jefe de Róterdam.

Tras el cierre de la Bauhaus, más de dos tercios del antiguo alumnado ejerció labores artísticas y una quinta parte de los estudiantes se dedicó a la arquitectura y el planeamiento. De acuerdo con Josenia Hervás y Heras, “no estaban cerrados a ningún ámbito” porque hubo profesionales en radio, publicidad, cine, composición musical, teatro, bibliotecas, traducción, crítica literaria, literatura, construcción de maquinaria, medicina, acción social, biología, arqueología, “incluso hubo un diseñador de tartas de boda”.

Y después…

Aunque la vida de todos “no fue sencilla” -solo un uno por ciento del alumnado participó “activamente” con la ideología nazi, y muchos vivieron el ostracismo, fueron perseguidos, emigraron a otros países o fueron asesinados en campos de concentración-, “se sintieron partícipes de una ventana de oportunidad” abierta en el periodo de entreguerras. “Ese fuerte orgullo identitario se mantuvo de por vida. Muchos de ellos y ellas tendieron redes y lazos afectivos que no se perdieron nunca”, afirmó.

Josenia Hervás y Heras terminó con una reflexión sobre la conservación y la memoria de los postulados y manifestaciones artísticas aplicadas a la Bauhaus: “Si hoy en día, aquellos alumnos y especialmente las alumnas, pudiesen leernos y oírnos, con que devoción y respeto citamos todos sus nombres y sus obras, no tengo duda de que se alegrarían. Dentro de cien años nosotros no estaremos… pero tengo la certeza que el tiempo engrandecerá sus figuras y una nueva generación de jóvenes volverá a nombrarlos”.

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