“No es necesario que los padres sepan todo sobre sexo, sino que tengan ganas de escuchar a sus hijos”

La adolescencia es un hervidero de emociones y de cambios. En la curiosidad de abrirse al mundo y en la intimidad de cerrarse en ellos mismos, los jóvenes buscan información y opiniones sobre temas como la sexualidad, y ahí entra el juego de confusiones y vergüenza entre padres e hijos. ¿Cuándo empezamos a hablar con ellos de estos temas?, se preguntan las madres y los padres. La psicóloga y sexóloga Arola Poch determina que desde que son pequeños, adaptando el contenido y el lenguaje a su edad y a lo que requieran, aunque teniendo claro que la educación sexual es más amplia de lo que pensamos y engloba aspectos como el cariño, el conocimiento del propio cuerpo, el respeto o la diversidad.

A pesar de las “mochilas” educativas que los progenitores puedan tener, resulta “esencial” abrir esas vías de comunicación con nuestros hijos. “Hay que quitarse de encima la idea de `la charla´ cuando llegan a la adolescencia; ahí vamos a estar todos incómodos y vamos a ir ya con urgencias”, destacó Arola Poch en la segunda sesión del ciclo Educación al rescate, organizado por la Universidad Nebrija, unas jornadas que intentan conectar con los retos y los problemas de los adolescentes de la era digital.

Muchas veces las madres y los padres piensan que sus hijos puedan saber incluso más que ellos sobre sexo, pero, de acuerdo con Poch, aquellos pueden aportar la experiencia, la sensatez de la vida y los valores. “No es necesario que los padres sepan todo sobre sexo, sino que tengan una actitud adecuada y ganas de escuchar a sus hijos. Si hay algo que no sabemos, podemos buscarlo juntos”, añadió la psicóloga, que en los talleres de educación sexual que imparte en los institutos constata que una de las preguntas que más le formulan es cómo pueden hablar de sexo con sus padres.

Hay oportunidades

Arola Poch, especializada en crecimiento sexual y terapia de pareja, insistió en que no puede ser que otras personas les hablen de sexo y no lo hagan sus padres. Para abordar este asunto, y superando el pudor de los adolescentes y la vergüenza de los padres, “siempre hay oportunidades -una escena en una película, un video de un youtuber…-, hay que aprovecharlas y nuestros hijos lo van a agradecer”.

Según Poch, la educación sexual compete “por supuesto” a las familias, pero también a los centros educativos, donde se debe orientar de una forma “más científica”. Así, los centros pueden tratar los temas en general y en las casas los asuntos particulares: “En los países que enseñan una educación sexual integral, el inicio de relaciones sexuales se retrasa. Al hablar de temas sexuales no se les anima a los adolescentes, al contrario, se les da más recursos para decidir”.

La psicóloga y sexóloga insistió sobre la sexualidad en su sentido amplio: “Cuando se habla de educación sexual muchas veces se traslada esa idea de que a mi hija le van a enseñar a masturbarse y a practicar relaciones sexuales, pero la educación sexual transmitida desde la sexología, desde la ciencia, no es ideología, trasladamos esa información integral, lo que menos nos importa transmitirles a los jóvenes es qué hacer, sino que se sientan bien, que conozcan los riesgo y las ventajas, y plantear contenidos adecuados a cada edad desde el respeto”.

Presiones sociales

Para combatir las presiones sociales en torno al sexo, como la “losa” de perder la virginidad que muchas veces los jóvenes “quieren quitarse de encima”, Arola Poch recomendó trabajar la autoestima y, de esta forma, detectar esas convenciones externas: “Deben romper mitos y mantener la coherencia entre lo que desean y lo que hacen”. Aquí entra el concepto de “consentimiento”, a decir “no” en cualquier momento, “a no sentirse presionados ni dejarse llevar” y seguir apostando por la comunicación.

En el acto en línea moderado por Marina Vega, asesora del Departamento de Admisiones de la Universidad Nebrija, Arola Poch manifestó que no hay que “demonizar” internet, aunque sin olvidar recurrir a los libros y a los profesionales en sexología. Sobre el sexteo o sexting -envío de un dispositivo a otro de imágenes intimas de contenido erótico -, Poch aludió al respeto y advirtió del delito que supone compartir esa foto con terceros: “El sexting en sí es un juego erótico más, pero cuando se filtra una foto se vulnera la intimidad de esa persona”.

En internet, los jóvenes tienen acceso a una información que a veces “se encuentran sin buscarla”. ¿Qué ocurre cuando nuestros hijos se topan o ven contenido pornográfico y los padres se dan cuenta? “No hay que cerrar los ojos, eso no ayuda, hay que abordar este tema de cara y sin complejos. Necesitan tener una información clara a la que acogerse para no dejarse influir solo por lo que ven”, señala. De media, los chicos ven porno por primera vez a los 14 años y las chicas, a los 16. “Poner puertas al campo es imposible –explica Poch-, les va a llegar el porno, intentemos que entiendan la ficción que hay en eso”. En el momento que una madre o un padre les pilla in fraganti, “no deben llevarse las manos a la cabeza” ni chillarles porque “pondremos una barrera comunicativa; intentemos calmarnos y preguntarles qué le ha parecido y qué le genera eso que han visto…  estamos ahí para aclarar sus dudas, no echemos broncas”.

Espíritu crítico

Defendiendo que el sexo “no podemos desvincularlo nunca del amor y del afecto”, la autora del libro de educación sexual para jóvenes Las cosas claras. Conócete, cuídate, exprésate y disfruta (Plataforma editorial, 2019) aseguró que “en cierta medida” se ha perdido el miedo a las enfermedades de transmisión sexual  y se ha afianzado la idea de impunidad , la de “por una vez que lo haga no va a pasar nada”. Ante esto, la educación sexual “es necesaria para no jugar a la lotería”.

Poch, licenciada en Comunicación Audiovisual, defendió que, además, lo jóvenes necesitan pautas para moverse por internet y para gestionar las redes sociales. “Yo también pongo énfasis en el espíritu crítico para que no crean en todo lo que lean o ven, que indaguen en quién lo publica, con qué base y que contrasten esa información”.

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