Busto R. Schumann

La vigencia de la Declaración Schuman 75 años después

Este 9 de mayo de 2025 se cumplen 75 años de la Declaración Schuman, la propuesta del ministro de Asuntos Exteriores francés Robert Schuman (1886-1963) para que su país y Alemania pusieran en común la producción del carbón y el acero –materias primas indispensables para la industria y la economía europeas– a través de la CECA (Comunidad Económica del Carbón y del Acero). La creación de este mercado sería el germen de la actual Unión Europea.

Quizás a muchos les parecerá que no es el momento más adecuado para recordar esta efeméride, inmersos como estamos en un cambio fundamental de las relaciones internacionales y la globalización.

Sin embargo, y precisamente porque el escenario geopolítico actual se ha complicado sobremanera, es importante recordar la enorme importancia que tuvo para los europeos, y para el mundo en general, el proceso de integración que inauguró la Declaración Schuman.

Paz y reconciliación

La propuesta de creación de la CECA fue un gran paso hacia la reconciliación de Francia y Alemania, dos enemigos que, entre 1870 y 1945, estuvieron tres veces en guerra: la Guerra Franco-Prusiana (1870-1871), la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Ahora tocaba apostar por una paz duradera –basada en la creación de lazos económicos y en la búsqueda del interés mutuo– entre los históricamente enconados rivales. Y funcionó. Hasta el punto de que la CECA se convirtió en el punto de partida del “eje franco-alemán”, fundamental para Europa, y al que ahora el presidente francés Emmanuel Macron –al recibir en el Elíseo al nuevo canciller alemán Friedrich Merz– llama “reflejo franco-alemán”.

Es más, la semilla que plantó la Declaración Schuman fructificó en forma de un largo periodo de paz en Europa Occidental, que no ha vuelto a conocer un conflicto bélico entre los miembros de la Unión Europea. En un territorio que estuvo en guerra casi permanente desde la caída del Imperio romano, ese es, indiscutiblemente, un logro sobresaliente.

Tras este comienzo, Francia y Alemania invitaron al resto de países democráticos de Europa Occidental a sumarse a su proyecto. Aceptaron Italia, Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo: la Unión Económica y Monetaria sería el siguiente paso en la conformación de la actual Unión Europea.

Proyecto común

En 1953, tres años después de la Declaración Schuman, los europeos trataron de respaldar su acuerdo económico y comercial con unas bases políticas e institucionales. Para ello, barajaron la posibilidad de crear la Comunidad Europea de Defensa, pero el tratado que redactó Alcide De Gasperi, primer ministro italiano entre 1945 y 1953, fue rechazado por la Asamblea Nacional francesa (pese a que se trataba de una iniciativa de Francia).

El impulso hacia una defensa común vino de la amenaza existencial que representaba la Unión Soviética para la seguridad europea. Hoy la historia se repite, tras la invasión de Ucrania por parte de Rusia, alimentando la necesidad de los europeos de poner en marcha una defensa común.

Ahora, la ventaja es que los Estados miembros de la Unión Europea cuentan con décadas de cooperación entre ellos. Prueba de ello es la decisión de los líderes europeos de utilizar los fondos de la UE para financiar proyectos relacionados con la defensa común. Sin la CECA, y todo lo que significó, esto sería impensable ahora que Europa vuelve a tener un enemigo común.

Cooperación europea

Desde el inicio, la CECA fue un proyecto de cooperación europea. Una cooperación que promovió y respaldó abiertamente Estados Unidos, a través del Plan Marshall y de la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE), la actual Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Esa cooperación económica, que se materializó en la Unión Económica y Monetaria, permitió acabar con la fragmentación del mercado que tanto perjudicó a Europa tras la caída del imperio Austrohúngaro. Ya en 1926, el político y conde austríaco Richard von Coundenhove-Kalergi planteaba: “¿Cómo podrían competir las empresas europeas con las estadounidenses si operan en un mercado dividido en compartimentos estancos frente al gran mercado único en que el que trabajan sus rivales americanas?”.

Gracias al proceso de integración económica que inauguró la Declaración Schuman esa desventaja ha menguado de forma ostensible. En buena medida, la competitividad de las empresas europeas radica en que tienen una base a escala continental gracias a la unión económica y monetaria alcanzada.

Además, haber logrado esa integración puede dar ahora a los europeos –si son capaces de hablar con una voz común– la capacidad de negociar en un mundo multipolar de gigantes económicos y políticos como el que se está configurando.

Nada de esto hubiera sido posible si Jean Monnet, por entonces comisario de Planificación del Gobierno francés, no hubiera propuesto al ministro Robert Schuman la idea de crear la CECA, y si éste no hubiera tenido la gran visión, y la osadía, de plantearla en forma de Declaración Schuman. Nuestro presente como europeos, y posiblemente nuestro futuro, se lo debemos a esta decisión.The Conversation

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Emilio José González González, profesor de Economía, Empresa y Negocios Internacionales de la Universidad Nebrija.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Foto de portada: Busto de Robert Schuman en Bruselas.

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