Experimenta en la construcción, escribe y edita revistas y libros, diseña exposiciones e imparte clases en la universidad. Hoy, ante jóvenes de Arquitectura de la Universidad Nebrija, toca conferencia sobre su obra y sobre su idea de estar y trabajar en el mundo. Conceptos como internalidad y equilibrio territorial sostienen sus palabras en una forma de expresión que no elude ningún soporte para llegar a la sociedad. El arquitecto Manuel Bouzas, Premio Princesa de Girona de Artes 2025, apuesta por “un paisaje de recursos para ser movilizados hacia una arquitectura de la descarbonización”.
Internalities, el pabellón de España en la Bienal de Arquitectura de Venecia, que comisaria con Roi Salgueiro, refleja su defensa acérrima de equilibrio territorial y respetuoso con el medio ambiente. Ahí aparece la internalidad, un inventado antónimo de externalidad, acuñado por el economista británico Arthur Pigou “para describir los costes indirectos que afectan a personas y territorios que no mantienen relación con la elaboración de un producto”.
Bouzas investiga y tiene en cuenta las cinco categorías clásicas de externalidades (materiales, energía, oficios, residuos y emisiones) para imponer la internalidad en sus proyectos. Confiesa que el pabellón de la Bienal demuestra que “España está haciendo cosas distintas en descarbonización” con proyectos que integran los materiales de proximidad, el equilibrio territorial y la destreza de profesionales como los carpinteros o los canteros.
Persianas, miradores y techos
Además de explicar la disposición de Internalities, una apuesta por aportar soluciones frente a la crisis climática y por acoger la muestra de dieciséis obras de arquitectos españoles que abrazan los recursos regionales y de bajo impacto ecológico, Manuel Bouzas repasa trabajos suyos como la enorme persiana del Festival Mediterráneo TAC!, en Valencia, el mirador Cabane 7L en Roma y el Atlas en las ruinas de una plaza del barrio de Fontainhas de Braga.
Sobre el primero, utilizó 400 m² de persianas tradicionales para crear un espacio único para la conversación y el encuentro públicos. Los materiales extraídos de los pinares de Soria, del buen hacer de las fábricas de persianas de Sax (Alicante) y de las canteras de piedra de Teruel se reciclaron y donaron tras el fin de su instalación.
Otro ejemplo de ecología arquitectónica es la Cabaña 7L, un observatorio de madera en los jardines de Villa Medici, la Academia Francesa en Roma. Los eventos culturales y su panorámica hicieron las delicias de los romanos.
Por otro lado, sobre la pequeña plaza de Braga con ruinas y una fuente de Atlas, el arquitecto gallego diseñó un techo ligero de madera que puede permanecer para siempre en una zona que, recuperada para los vecinos, antes “daba un aspecto siniestro”.
El renacimiento de Obradoiro
Bajo la atenta mirada de Fernando Moral, director de la Escuela de Arquitectura y Construcción de la Universidad Nebrija, y de Juan Carlos Arroyo, director de la Politécnica Nebrija, el arquitecto gallego se enorgullece de otras iniciativas como su docencia en la Universidad de Cornell (Estado de Nueva York) o el rescate de la revista Obradoiro (Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia). Toda una muestra de su esfuerzo por divulgar y comunicar a los cuatro vientos.
“Me frustra que el día tenga veinticuatro horas”, confiesa ante la pregunta de un alumno. Quiere estrujar el tiempo para seguir yendo a lugares, hablar con la gente, registrar lo que emprende y trasladar a la sociedad cuál es la función de los arquitectos. Su último mensaje es para los estudiantes —no hace mucho estuvo en la flotilla de los pupitres—: “En el fondo de todo lo que hago me lo paso bien, aprendo algo nuevo y trato de buscar un impacto público en las personas”. Luego está el esfuerzo, a eso también se refiere, aunque lo suyo parezca un fluir natural como su propia idea de la arquitectura.
Texto: Javier Picos / Fotos: Zaida del Río.
