Universidad Nebrija

revista.la@nebrija.es | ISSN 1699-6569 | Publicación semestral

Desarrollos teóricos y metodológicos recientes de los estudios de disponibilidad léxica
Florentino Paredes García
Departamento de Filología - Universidad de Alcalá
florentino.paredes@uah.es
RESUMEN

Este artículo trata sobre los últimos avances que el desarrollo de las investigaciones sobre disponibilidad léxica en el mundo hispanohablante ha producido, tanto en las aplicaciones de los materiales obtenidos, como en la metodología y en la fundamentación teórica.

Palabras clave: Disponibilidad léxica, bilingüismo, Sociolingüística, Llingüística aplicada.

ABSTRACT

This article is about the latest advances of research on lexical availability in the Spanish-speaking world, both in the applications of the obtained materials, and the methodology and theoretical bases.

Keywords: Lexical availability, Bilingualism, Sociolinguistic, Applied Linguistics.

 

Justo en estos días en que estoy redactando este artículo al hilo del trabajo de Verdeses-Mirabal, fruto de su tesis doctoral sobre la disponibilidad léxica de estudiantes estadounidenses, participo en la Universidad de Salamanca en el tribunal de la tesis doctoral de Cruz Alonso (2012) sobre el léxico disponible de los estudiantes preuniversitarios castellano-leoneses, inicio la dirección del DEA de una estudiante de la Universidad Antonio de Nebrija que pretende investigar los extranjerismos de estudiantes californianos, recibo noticias de un artículo de Fernández-Merino (2011) sobre el léxico disponible de los emigrantes castellano-leoneses, Sánchez-Saus (2011) me envía una copia de su tesis sobre la disponibilidad léxica de estudiantes extranjeros en las universidades de Andalucía, defendida en octubre de 2011 en la Universidad de Cádiz, y llegan a mis manos dos libros más, uno de Bellón (2011) sobre el léxico disponible de la provincia de Córdoba y otro de López Meirama (2011) con estudios acerca de la disponibilidad léxica de Galicia. Como se puede ver, son muestra más que notable del estado efervescente en que se encuentra la investigación en el ámbito de la disponibilidad léxica así como de la importancia que ha adquirido en las últimas décadas. Nacida en Francia y Canadá a mediados del siglo XX con el objetivo inmediato de conocer el vocabulario que debía incluirse en los manuales para la enseñanza del francés en las antiguas colonias, la disponibilidad léxica se ha desarrollado espectacularmente en el ámbito hispanohablante, ensanchando el horizonte inicial tanto en sus desarrollos teóricos como metodológicos, y ha ampliado también considerablemente sus aplicaciones. Me propongo en este comentario dar cuenta de algunas de las aportaciones más relevantes que han venido apareciendo especialmente en torno al último lustro y remito a los trabajos de Carcedo (1998), Samper, Samper y Bellón (2003), Samper y Samper 2006) al lector que desee una visión detallada sobre el origen y desarrollo de la disciplina.

Para entender esta eclosión de la disponibilidad léxica en España y América resulta imprescindible remitirse a la figura y la obra de Humberto López Morales, no solo porque sus trabajos pioneros constituyen el arranque de las investigaciones que se han venido sucediendo desde entonces ininterrumpidamente hasta nuestros días, sino también -y muy especialmente- porque han dado lugar al Proyecto Panhispánico de Estudio sobre la Disponibilidad Léxica (PPHDL), un macroproyecto que él mismo coordina, dirige y anima, cuyo fin último es la elaboración de un diccionario del léxico disponible del español. Ha sido precisamente en el seno de este macroproyecto o en proyectos estrechamente vinculados a él donde se están produciendo los resultados más notorios. En el territorio americano, son hoy mayoría abultada los países que han sumado esfuerzos a esta tarea común, entre los que hay que destacar especialmente por sus aportes teóricos y/o metodológicos las investigaciones llevadas a cabo en Puerto Rico, la República Dominicana, Chile y México. La expansión de estas investigaciones ha traspasado las fronteras de los países hispanohablantes y se ha adentrado en los Estados Unidos -valga el trabajo de Verdeses-Mirabal (2011) como muestra, pero podrían aducirse otros cuantos ejemplos. No obstante, ha sido España sin duda el país en donde las investigaciones han adquirido un mayor vigor y empuje.

De hecho, el territorio estudiado cubre más de cincuenta provincias españolas, muchas de ellas con resultados ya concluidos, lo que posibilitará en un futuro próximo la publicación del Diccionario del léxico disponible de España, cuya elaboración se encuentra en fase avanzada. Puede verse información completa y detallada sobre los objetivos del PPHDL, los equipos de investigación que participan, el estadio en que se encuentran las investigaciones en los diferentes territorios y los resultados de las mismas en la página electrónica www.dispolex.com, creada y mantenida por José Antonio Bartol y Natividad Hernández desde la Universidad de Salamanca. La página recoge también la bibliografía sobre el proyecto y la disponibilidad léxica en general, así como información acerca de otros proyectos de esta orientación disciplinar.


1. Aplicaciones de los materiales de la disponibilidad léxica

La disponibilidad léxica, que nació en el seno de la lingüística aplicada, posiblemente haya cosechado en este ámbito donde los resultados más abundantes, concretamente en la enseñanza de la lengua materna y de segundas lenguas. Los materiales aplicados al (auto)aprendizaje del léxico tienen una de sus mejores herramientas en el programa informático Vocabulario disponible, creado por el chileno M. Echeverría y su equipo, programa que permite al alumno someterse a un test para conocer su dominio léxico en diferentes centros de interés y ofrece asimismo actividades para subsanar posibles carencias en este sentido (puede verse el funcionamiento del programa en http://www.c5.cl/ieinvestiga/actas/tise99/html/ papers/metacognicion). Los listados léxicos se han usado y se siguen usando para realizar estudios y propuestas de actuación didáctica de carácter general o para el tratamiento específico de ciertos aspectos léxicos, entre los cuales ha merecido especial interés suscitado por la presencia de extranjerismos en determinadas parcelas del vocabulario. Algunas de las últimas aportaciones en este punto son las de Bartol 2005, Bellón 2007, Casanova 2008, Castañer 2008 o Prado 2008. Por otra parte, como las encuestas se desarrollan generalmente de forma escrita -se ha recurrido a pruebas orales excepcionalmente y como exigencia de las característica del grupo objeto de estudio, por ejemplo, los jubilados en Borrego (2008) o los preescolares en Sánchez Corrales y Murillo (2006)-, los materiales recopilados constituyen instrumentos de primera mano para conocer datos sobre la destreza escrita. En este sentido cada vez más estudios incorporan un análisis de la situación ortográfica que denotan los listados y el diagnóstico suele ser coincidente sobre la necesidad de tomar medidas urgentes para reparar el deterioro observado en esta faceta en los niveles educacionales preuniversitarios: a los primeros trabajos de Paredes (1999) o Galloso (2002: 209-224) se siguen sumando continuas aportaciones (Ávila 2007, Saura 2008, Blanco 2011, Sánchez-Sauz 2011). Pero más allá de la innegable utilidad como diagnóstico, el estudio directo de las cacografías posibilita conocer exactamente en qué elementos se acumulan estas y hacer clasificaciones fiables de los errores que permitan el adecuado tratamiento corrector.

En el ámbito de la enseñanza de segundas lenguas, estas investigaciones están posibilitando acercamientos desde diversas perspectivas a asuntos como la interlengua, el análisis de errores, el funcionamiento de los procesos de transferencia e interferencia, los mecanismos de generación léxica en L2, etc. (Ayora 2004, Serrano 2006, Tabernero 2008, Gómez Devís 2010). Por otro lado, desde hace ya tiempo se vienen realizando análisis que contrastan el léxico disponible y el de los manuales de español como lengua extranjera, donde se ponen de manifiesto carencias notables que deben resolverse cuanto antes en aras a conseguir una adaptación a las necesidades reales de aprendizaje de este tipo de alumnado (Jing 2006, Frey Pereira 2006, Fernández-Merino 2011).

La disponibilidad léxica resulta una herramienta de gran ayuda para otras disciplinas como la dialectología, la sociolingüística, la etnolingüística, la psicolingüística o la lingüística cognitiva (López Morales 1999: 19-26) y el desarrollo de las investigaciones dan constantes muestras de ello. Posiblemente la sociolingüística y la dialectología hayan sido hasta hoy las dos ramas privilegiadas en esta relación. Aunque la disponibilidad léxica no se plantea desde una perspectiva estrictamente sociolingüística, el planteamiento metodológico prevé obtener información sociológica de los encuestados (sexo, nivel sociocultural, centro público/privado en el que reciben la enseñanza, etc.), por lo que los materiales son susceptibles de recibir una interpretación en este sentido. De ahí que la mayor parte de los trabajos publicados contengan un apartado dedicado a explicar los resultados atendiendo a las características sociológicas. Se ha mostrado así que el sexo es un factor poco condicionante de la disponibilidad, mientras que el nivel sociocultural resulta mucho más explicativo de la variación. También se ha analizado la incidencia de otros factores, como el tipo de comunidad, urbana o rural, la edad de los sujetos, las redes sociales que establece, la lengua materna, etc.

Desde planteamientos sociolingüísticos se enfocan también los trabajos que se han desarrollado en zonas bilingües o de contacto de lenguas, como el País Vasco (Etxebarria 1996), Ceuta (Ayora 2006), Melilla (Fernández Smith et al. 2008), Gibraltar (Escoriza 2007), el Algarve y el Alentejo (Prado, Galloso y Conceição 2010), Cataluña (Serrano 2006), Valencia (Gómez Molina y Gómez Devís 2004) y Galicia (López Meirama 2008); Llopis Rodrigo y Gómez Devís (2010) han llevado los presupuestos metodológicos del proyecto al estudio del catalán en el territorio valenciano.

Para la dialectología, la disponibilidad léxica resulta muy útil entre otras cosas porque permite acopiar muchos datos de una misma comunidad tomados de un número muy alto de sujetos y, aunque las encuestas no buscan específicamente el léxico dialectal, este surge de modo espontáneo en el proceso de actualización de las unidades léxicas. De ahí que los estudios sean una fuente adecuada no solo para conocer la existencia de dialectalismos, sino también para saber su vitalidad en el territorio estudiado. Por otra parte, la metodología común posibilita estudios comparativos entre sintopías, como siguen mostrando aportaciones recientes como las de González y Orellana (2006), Samper y Hernández (2006), Arnal Purroy (2008), Bartol (2008) o Trigo (2011).

Por tratarse de encuestas en las que se registra un vocabulario estrechamente vinculado al entorno inmediato de los sujetos son muy ricas las informaciones etnolingüísticas que pueden extraerse de los datos obtenidos. De ahí que haya sido y sea otra vía ampliamente explorada en los análisis. Que el léxico disponible está estrechamente asociado al contexto sociocultural se pone de manifiesto en la altura que alcanzan determinadas voces (por ejemplo mezquita en Córdoba -Bellón 2010-), así como diferencias culturales que se producen entre grupos en relación con la presencia de unidades léxicas (Paredes 2005).


2. Desarrollos metodológicos

Una característica de la disciplina que me ocupa en este trabajo es el equilibrio que ha sabido mantener a lo largo del tiempo entre la continuidad y la renovación. Son muchos los aspectos metodológicos que permanecen contantes hoy respecto a los trabajos fundacionales. El objetivo esencial de los trabajos sigue siendo el mismo: recopilar información sobre el llamado léxico temático, ese tipo de vocabulario que, a diferencia del léxico frecuente o atemático -presente en cualquier acto comunicativo-, aparece solo cuando el tema o la situación comunicativa lo requieren. Para la recogida de datos se sigue recurriendo a la técnica de la encuesta, mediante la cual se les proporciona a los sujetos una serie de estímulos, denominados centros de interés en la metodología, en torno a los cuales han de aportar todas las palabras de que sean capaces durante un tiempo prefijado. El PPHDL mantiene los dieciséis centros de interés propuestos por los investigadores galos, mediante los cuales teóricamente se cubre el vocabulario básico universal correspondiente a la esfera vital próxima del ser humano (El cuerpo humano, La ropa, Los alimentos, La ciudad, etc.). No obstante, cualquier investigador puede incluir campos nuevos en función de las características del territorio explorado o de intereses específicos; de este modo, por ejemplo, en su estudio sobre Jaén Ahumada (2006) incluye el campo semántico de El olivo y el aceite y varias localidades marítimas incorporanEl mar en sus encuestas (p. e., Ávila y Villena 2010).

En cuanto al tipo de léxico que se registra en los listados, las características de la encuesta priman la aparición de sustantivos y, en particular, los de carácter concreto. Con objeto de paliar estas posibles limitaciones metodológicas, los equipos han ido añadiendo núcleos temáticos que permitiesen registrar otro tipo de vocabulario. Así, en la búsqueda del léxico abstracto Hernández (2004) incorporó el centro de interés La inteligencia en su trabajo sobre los alumnos conquenses, Prado y Galloso (2005) incluyen La salud y Paredes, Guerra y Gómez (en prensa) han añadido Sensaciones y sentimientos; y en esta misma línea, estos últimos autores han incorporado en su estudio sobre Madrid el centro de interés Adjetivos, que permitirá obtener datos sobre esta categoría léxica, que había quedado postergada en los estudios tradicionales, a pesar de que esporádicamente los sujetos actualizasen adjetivos en sus producciones. En estas nuevas propuestas temáticas, sin embargo, no se ha producido el deseable consenso logrado en el PPHDL, lo cual puede redundar en un alcance mucho más limitado para los estudios comparativos.

En la encuesta, además de los listados de palabras, se toman datos sobre características sociológicas de los sujetos tales como el sexo, el nivel sociocultural, el tipo de escolarización, etc., información sociológica que ha sido y es básica en el análisis y la interpretación de los resultados. Las encuestas se han aplicado por lo general a estudiantes, entre los cuales el PPHDL prima a los de los últimos cursos de la educación secundaria o los primeros de la etapa universitaria. Las razones de esta elección no tienen que ver únicamente con la facilidad que supone este colectivo a la hora de recolectar amplias muestras de materiales de grupos homogéneos, sino sobre todo con las posibilidades que ofrece este tipo de informante como representante de la norma culta léxica de la comunidad estudiada, ya que ha alcanzado suficiente grado de maduración léxica sin estar aún expuesto a la contaminación técnica que supone la inserción en el ámbito profesional (López Morales 1999: 28). No obstante, la aplicación de las pruebas a sujetos con características sociales diferentes, iniciada ya por los propios investigadores franceses, ha tenido continuidad en los estudios hispanos, y se ha extendido a escolares de distinto nivel, desde preescolar (Sánchez Corrales y Murillo Rojas 2006) a primaria y secundaria (Prado, Galloso y Vázquez 2006, Prado y Galloso 2008, Samper Hernández 2009). Tampoco han sido ajenos los estudios a otros segmentos de la población, y así, por ejemplo, Ávila y Villena (2010) utilizan una muestra sociológicamente representativa de la ciudad de Málaga a partir de la estratificación propuesta en el proyecto PRESEEA, mientras que Borrego Nieto (2008) se sirve de jubilados. Al comparar los resultados de los preuniversitarios salmantinos con los de los adultos, Borrego Nieto encuentra diferencias que afectan "al número de palabras y vocablos emitidos, a la cohesión léxica (que traduce la cohesión como grupo), a las preferencias concretas por ciertas voces, al nivel de estandarización, y a la experiencia textual y el comportamiento ante las labores de lexificación" (2008: 243) lo que le lleva a concluir que los listados reproducen más las características sociales específicas de los sujetos que los rasgos compartidos como usuarios de la misma lengua, es decir, muestran más semejanzas léxicas los estudiantes de Salamanca con los de Huelva, que los jubilados y estudiantes de la ciudad castellana.

Por otra parte, la disponibilidad léxica se ha centrado en dar cuenta del conocimiento que los hablantes nativos tienen sobre el léxico de su propia lengua. Aunque este sigue siendo el sujeto de encuestas más habitual, están siendo muchas hoy las investigaciones que incorporan informantes no nativos, ya sea estudiantes de español como L2, ya sea inmigrantes que están en situación de inmersión (Jing 2006, Gallego 2011, Sánchez-Saus 2011).

Uno de las contribuciones más relevantes en el aspecto metodológico ha tenido lugar en el tratamiento computacional de los datos. De hecho, podemos considerar que se ha dado un salto cualitativo, desde un estadio inicial, que podría denominarse de simple léxico-estadística, hasta el momento actual en el que hay una verdadera disciplina de lingüística estadística aplicada al léxico (Ávila y Villena 2010: 15). El desarrollo de la lingüística estadística ha devenido de forma natural como consecuencia de la necesidad de garantizar la validez de los datos. En consecuencia, prácticamente todos los trabajos hoy incorporan pruebas estadísticas que validan los resultados cuantitativos, sirviéndose para ello de programas estadísticos, ya sean genéricos, como Excell, ya sean los desarrollados específicamente para las ciencias sociales, como el SPSS (Statistical Package for the Social Sciences): medidas de tendencia central (promedio, mediana), medidas de dispersión (varianza, desviación típica) y análisis de correlaciones (prueba de x2, contraste de hipótesis, C de Pearson), estas últimas acompañadas por lo común de sus correspondientes análisis de significación (t de Studen, Anova).

Desde el principio los equipos hispanos dedicaron buena parte de sus esfuerzos a desarrollar fórmulas matemáticas que permitiesen explicar adecuadamente la relación que existe entre el conocimiento y la producción de léxico. Un hito fundamental en este sentido lo constituye la fórmula para determinar del índice de disponibilidad léxica de cada vocablo, un valor expresado entre 1 y 0 (1=disponibilidad máxima, 0=disponibilidad mínima) que se interpreta como el grado de accesibilidad de un vocablo en el lexicón cuando el tema de la conversación lo requiere. Desde muy pronto los investigadores hispanoamericanos comenzaron a proponer fórmulas para tratar de determinar ese valor y, tras las propuestas iniciales (Lorán y López Morales 1983, Lorán 1987), quedó finalmente asentada la fórmula establecida por López Chávez y Strassburger (1987) que es la que se utiliza en los programas informáticos de tratamiento de léxico disponible, el programa Lexidisp para el entorno Windows, desarrollado por Moreno, Moreno y García de las Heras (1995) de la Universidad de Alcalá, y el programa accesible a través de internet Dispolex, elaborado por la Universidad de Salamanca, que permite incluir más variables que el programa anterior (Bartol y Hernández 2004). El índice de disponibilidad ha constituido hasta hoy la pieza angular sobre la que se sostiene el constructo metodológico, pues permite jerarquizar las unidades y establecer comparaciones de diverso tipo. El valor resulta de la combinación entre el número de veces que aparece un término y la posición que ocupa en el proceso de actualización y se obtiene al agrupar las respuestas de todos los individuos. Se trata, por tanto, de un valor que predice un comportamiento social, no individual; de ahí que resulte de suma utilidad cuando se pretende determinar la norma de la comunidad objeto de estudio así como para realizar estudios contrastivos entre variedades sociales o geográficas. Sus aplicaciones en este sentido han sido muy numerosas, como hemos visto podido ver.

Pero este dato, combinado con otros valores, se ha usado también para inferir características de los comportamientos individuales. Así, López Chávez y Strassburger (1991) toman en cuenta el índice de disponibilidad léxica individual (IDLI), con el que es posible medir la participación de cada individuo en el resultado global de la muestra. Su hipótesis es que si un sujeto actualiza los términos de mayor índice de disponibilidad léxica probablemente tendrá más disponibilidad léxica que otro. De signo contrario es el planteamiento de Ávila y Villena (2010: 66-69), que consideran que el hecho de que los sujetos pertenezcan a una misma comunidad de habla hace que compartan también una buena parte del léxico. Desde su punto de vista, la actualización de las unidades de bajo índice de disponibilidad por parte de un sujeto sería un indicador de mayor capacidad léxica, desde el supuesto de que la facilidad de acceso a los vocablos menos disponibles presupone el acceso a los más disponibles, incluso en el caso de que no se actualicen. Proponen manejar un nuevo índice, que denominan índice de descentralización léxica, capaz de determinar la capacidad léxica individual tomando en cuenta las palabras que un hablante no comparte con los demás en relación con las compartidas colectivamente.

Otras pruebas estadísticas que se han mostrado muy útiles para la interpretación de los resultados y que, por tanto, se siguen manejando unánimemente son el índice de frecuencia y el índice de cohesión. El primero señala la frecuencia de aparición de una palabra en los listados de disponibilidad léxica, por lo que aquellas que obtengan los valores más altos, junto con las que alcancen las frecuencias más altas en los estudios generales de léxico-estadística, serán las candidatas idóneas para formar parte del vocabulario básico de la comunidad estudiada. Por su parte, el índice de cohesión (Echeverría 1991) sirve para descubrir si un centro de interés es abierto o cerrado, esto es, en qué medida dentro de él las respuestas de los sujetos son coincidentes. Se calcula dividiendo el promedio de respuestas de cada sujeto entre el número de palabras diferentes obtenidas en el centro en cuestión. A mayor índice de coincidencias, el valor del índice de cohesión se aproximará a 1 y el centro de interés se considera más cerrado o compacto, mientras que cuando las respuestas son divergentes, el valor se aproximará a 0 y el centro será de carácter más abierto o difuso. Para Echeverría, los centros de interés más compactos resultan más relevantes para la psicolingüística en la medida en que ponen de manifiesto relaciones estables entre las unidades léxicas.


3. Desarrollos teóricos

Me ocuparé, para finalizar, en señalar algunos avances que se han producido en relación con los modelos teóricos sobre los que fundamentar los resultados y las interpretaciones. Y si al hablar del desarrollo metodológico hemos visto cómo la disponibilidad ha requerido del auxilio de la estadística, en los avances teóricos la disponibilidad léxica se ha servido de -pero también está sirviendo a- otras disciplinas, como la semántica, la psicolingüística o la lingüística cognitiva.

Pero quiero comenzar señalando que los estudios sobre léxico disponible se abordan desde la perspectiva general de la variación lingüística, y en este sentido están comenzando a aparecer trabajos que reflexionan sobre esta teoría general a la luz de los datos que la disponibilidad proporciona (Escoriza 2009; Ávila y Villena 2010).

En relación con la semántica, los trabajos que contienen los diccionarios de léxico disponible de una zona tradicionalmente suelen contener un apartado dedicado a exponer la estructuración general de los elementos incluidos en cada centro de interés, con frecuencia acompañado de análisis de subagrupaciones de unidades específicas o de relaciones semánticas particulares. Se abordaban así asuntos como los campos semánticos, las relaciones de sinonimia y antonimia, las relaciones de inclusión, agrupaciones con algún tipo de restricción semántica, etc. Pero las propuestas en este sentido, a pesar de algunos intentos de formalización de las relaciones semánticas entre las unidades que figuran en los listados, no han dejado de ser aproximaciones descriptivas que dependían de las características de cada centro de interés y, por tanto, con escasa capacidad de generalización. Sánchez-Saus ha indagado en las asociaciones que se producen dentro de los centros de interés a la luz de los presupuestos de la semántica estructuralista y llega a la conclusión de que la aplicación práctica de estos presupuestos al estudio de los centros de interés resulta limitada, pues no arrojan luz sobre la capacidad asociativa de las palabras, y propone recurrir a los supuestos teóricos de la lingüística cognitiva (2011: 155-210). No obstante para el análisis de los datos es necesario determinar el carácter de las relaciones asociativas y distinguir entre las que son de naturaleza lingüística y las de naturaleza extralingüística. Dentro de las de carácter lingüístico interesan en particular las relaciones léxicas, ya sean auténticas relaciones semánticas desde el significado (sinonimia, parasinonimia, antonimia, hiperonimia, hiponimia), ya sean pseudorrelaciones semánticas a partir del significante (polisemia y homonimia). Las relaciones extralingüísticas, denominadas "significativas", se establecen mediante cualquier tipo de vínculo basado en el contenido (metáfora, metonimia, etimología popular, relaciones de contigüidad o meronimia, terminologías, asociaciones de carácter cultural o experiencial, etc.) (Sánchez-Sauz 2011: 326-341).

El análisis de las asociaciones léxicas producidas por los hablantes en los centros de interés permite a Ávila y Villena (2010: 183-184) clasificar las unidades que aparecen en los listados según su mayor o menor compatibilidad semántica con el estímulo origen. Asumiendo los principios de la teoría de los prototipos, estos autores recurren al concepto matemático de "conjunto difuso", según el cual la relación entre un elemento y el conjunto no se define en términos tradicionales de pertenenencia/no pertenencia, sino según el grado de compatibilidad de elemento con respecto al conjunto con se mide. De este modo, los vocablos pueden agruparse en cuatro bloques según su grado de compatibilidad con el centro de interés: 1) elementos nucleares, 2) asociaciones denotacionales, 3) derivaciones y 4) asociaciones individuales. El grupo de los elementos nucleares está formado por las unidades que ocupan las posiciones más altas en las listas de disponibilidad y son las que más elevada accesibilidad han obtenido en las pruebas, lo que las convierte en los mejores ejemplares o ejemplares prototípicos; por ejemplo, en el campo del color serían unidades como rojo, azul, negro, naranja, gris, morado... Un segundo grupo está formado por las asociaciones denotacionales, elementos semánticamente vinculados con el prototipo correspondiente, que provienen de evocaciones o asociaciones individuales pero de carácter colectivo; por ejemplo, términos como mate, luminoso, crudo, hierba... Estas unidades representan mejor que otras las características personales de dominio léxico. El tercer grupo, el de las derivaciones, son unidades que contienen algún tipo de aumento cuantitativo o cualitativo del léxico mencionado, bien mediante procedimientos de derivación o de complementación, por ejemplo, amarillento, negro mate, rojo burdeos oscuro... Para los investigadores citados, las unidades que integran este conjunto son resultado de las características de la prueba, pues a menudo los encuestados dan más valor a la cantidad de la producción léxica. El último grupo está formado por las asociaciones individuales, unidades léxicas que no tienen una relación relación directa ni colectiva con el centro de interés (noche, hojalata). Se trata del grupo de voces más alejadas de los elementos prototípicos nucleares.

Hernández Muñoz (2006) considera que los centros de interés son categorías cognitivas, pero no todos ellos presentan las mismas características, sino que observa diferencias tanto por su ontogenia como por su organización interna o su alcance. Distingue en primer lugar entre centros de interés inclusivos y centros de interés relacionales. Los inclusivos se corresponden con una proposición lógica del tipo 'X es Y' (La ropa, Profesiones o Partes de la casa); los relacionales responden a una proposición del tipo 'X es parte de Y' o 'X se relaciona con Y' (La escuela, La ciudad o El campo). En cuanto a la organización interna de sus elementos, habría que diferenciar entre los centros que corresponden básicamente a una categoría natural y los que presentan otro tipo de organización. La ropa sería un ejemplo del primer caso y en él el prototipo es pantalón y a medida que se desciende en la escala -camisa, camiseta, zapato...-los elementos van perdiendo prototipicidad o ejemplaridad. En este tipo de centros de interés los elementos del nivel básico aparecen en posiciones más adelantadas que los de nivel supraordinado o subordinado, como prevé la teoría de los prototipos. Otros centros de interés estructuran sus elementos de manera diferente. Un tipo de estructuración sería la de los que se organizan en forma de categorías ah hoc, agrupaciones que han sido creadas con un objetivo concreto y cuyos miembros no pueden explicarse mediante prototipicidad o por semejanza de familia. A estas características se ajusta, por ejemplo, el centro de interés Objetos colocados encima de la mesa. Por último, otro tipo de organización es la que correspondería a la categoría radial, en la que los elementos se asocian mediante redes conceptuales que van enlazando dominios cognitivos, de manera que entre los elementos de un dominio y el de otro puede no haber nada en común. Corresponden a este tipo de estructura centros de interés como La escuela, El campo o La ciudad. Un último grupo de centros de interés es el que contiene categorías bien definidas, que se caracterizan por poseer límites muy precisos o por formar listas cerradas (días de la semana, puntos cardinales, etc.). Aunque ningún centro de interés se ajusta a estas características, en El cuerpo humano aparecen con frecuencia series de este tipo. A esta clasificación de los centros de interés según los rasgos de los elementos que lo componen añade Tomé (en prensa) el concepto de 'esquema', tomado también de la lingüística cognitiva, un tipo de conocimiento genérico que conforma estructuras mentales que permiten al ser humano interactuar de un determinado modo con la realidad. Centros de interés como Partes de la casa o Trabajos de campo y de jardín serían los que más se ajustarían a este concepto.

La vinculación de la disponibilidad léxica con la psicolingüística es estrecha. En esencia, las pruebas de disponibilidad léxica son la manifestación externa de un proceso interno que tiene lugar en la mente del hablante, por lo que los listados producidos pueden proporcionar pistas acerca de cómo tiene lugar el proceso de generación de unidades léxicas. Ya Cañizal Arévalo se planteaba como objetivo de su trabajo "describir los campos o constelaciones que pueda haber en la memoria y encontrar las leyes que rigen esa organización sistemática" (1991: 634) y, de un modo más preciso, Gómez Molina y Gómez Devís (2004:30) consideran que la vinculación entre las pruebas de disponibilidad y la psicolingüística puede considerarse desde un doble plano: el de la cohesión que presenta cada uno de los centros de interés, que aportaría información sobre la estructura del lexicón, y el del estudio de los campos asociativos que se producen en los centros de interés, lo que puede proporcionar claves sobre el funcionamiento del lexicón.

Resultan igualmente valiosos los datos relativos a la cantidad de palabras actualizadas como la secuenciación que se ha producido en el proceso de actualización. Si la cantidad de palabras que un sujeto produce es un reflejo de su capacidad léxica, como hemos visto, la secuenciación puede interpretarse como reflejo del orden en que las palabras acuden a su mente. Sin pretender hacer un planteamiento excesivamente simplista, pues en el proceso de actualización pueden intervenir factores diversos no reflejados en los listados, el estudio de la secuenciación permite conocer cómo se producen los engarces entre una unidad léxica y las siguientes. Echeverría (1993) ya señalaba que las palabras pueden estar asociadas mediante diferentes tipos de lazos o vínculos, que podrían reducirse a cuatro tipos básicos: a) coordinación (ej. fuego: incendio); b) coocurrrencia o colocación (fuego: ¿dónde?); superordinación (fuego: emergencia) y d) sinonimia (fuego: combustión). Las pruebas de disponibilidad, a diferencia de las pruebas psicológicas tradicionales, en las que se pide a los sujetos una única respuesta para cada estímulo, son pruebas de respuesta múltiple.

Cuando la respuesta es múltiple, la hipótesis de Cañizal Arévalo (1991) es que determinadas unidades léxicas funcionan como marcadores de las pautas de organización interna de las asociaciones que establecen las palabras entre sí. En su estudio sobre los términos que designan los órganos internos y externos del cuerpo humano, observa ciertas pautas o patrones similares y constata que los términos que parecen establecer dichas pautas son ojo, para los órganos externos, y corazón para los internos. Esta idea es ampliada por Galloso (2002:5), para quien, en el proceso de evocación de las palabras, ciertas unidades actúan como núcleos mediante los cuales se van construyendo las "cadenas de evocación" que acabarán formando el campo asociativo de la palabra. Entre los modos de engarce de las unidades léxicas diferencia cinco tipos: asociaciones por el significante (ej. corazón-pulmón; gaviota-gavilán), asociaciones por el significado y el significante simultáneamente, entre las que se incluyen la derivación y la composición (torero-bombero; sala de estar-sala de juegos), asociaciones por sinonimia (burro-asno), asociaciones por antonimia (frío-calor) y asociaciones por otro tipo de relaciones, como las de hiperonimia-hiponimia, la gradación, la meronimia, etc. (Galloso 2002: 114-115). Está por determinar, no obstante, si en todos los núcleos temáticos funcionan esos mismos mecanismos asociativos, aunque sí parece claro que no todos funcionan del mismo modo (Paredes 2006: 47).

En el proceso de actualización de unidades léxicas, estas van surgiendo a partir de un doble eje asociativo: un eje principal, que vincula la nueva unidad solo con el estímulo generador; otro secundario, que resulta de las activaciones ocasionadas por la presencia de un término previo (rimas internas, derivación, composición, etc.). Paredes (2006) analiza las listas producidas por algunos sujetos en el centro de interés Los colores y esquematiza el proceso de evocación mediante un gráfico en el que sitúa el primer eje asociativo en el plano horizontal y el segundo en el vertical. Considera que el primer eje es de carácter centrípeto en la medida en que tiende a producir elementos de máxima vinculación semántica con el estímulo, frente al segundo eje, de carácter centrífugo, que no solo crea relaciones menos estables sino que incluso puede producir unidades léxicas vagamente vinculadas con el estímulo e incluso digresiones. Los términos situados en el eje primario u horizontal a menudo crean cadenas de términos mediante asociaciones secundarias, situadas en el eje vertical, creándose así un procedimiento que podría esquematizarse mediante una línea en forma de dientes de sierra en el que las cúspides son los elementos del eje primario y los valles están formados por elementos o cadenas de elementos evocados mediante asociaciones secundarias. Una observación interesante es que estas cadenas formadas por las asociaciones secundarias presentan en los ejemplos analizados una fuerte restricción en cuanto a la longitud y no suelen superar las ocho unidades. La hipótesis que sugiere esta observación es que la restricción está relacionada con el umbral de la memoria corta: si las cadenas secundarias traspasasen esa frontera numérica se podría perder el enlace semántico base con el estímulo y se producirían numerosas digresiones, cosa que solo excepcionalmente ocurre en los listados.

Una presentación similar del comportamiento léxico individual es la que ofrecen Ávila y Villena (2010: 73-76) al analizar las respuestas de los sujetos. Estos autores relacionan las respuestas de cada sujeto con el grado de coincidencia con las unidades más disponibles del centro de interés, que consideran también las palabras prototípicas. Ello les permite identificar cuatro tipos de patrones de comportamiento: a) un patrón centralizado: característico de aquellos individuos que solo aducen palabras nucleares o prototípicas; b) un patrón de reentrada, según el cual a la aparición de un elemento nuclear suceden otro u otros menos centrales, pero cuando el sujeto considera que se está alejando demasiado del estímulo propuesto, aporta otro elemento más central que sirve para regresar de nuevo al estímulo base; c) un patrón de desplazamiento y desviación, según el cual el individuo, tras aportar palabras centrales o prototípicas, se desplaza o bien hacia unidades técnicas o especializadas, o bien hacia repeticiones, connotaciones individuales u ocurrencias singulares; d) un patrón de desviación sistemática, que se caracteriza por la presencia de unidades alejadas de las prototípicas, pero sin reentradas. El patrón de reentrada es el más habitual en las encuestas y se caracteriza por presentar un esquema en forma de sierra, en el que las cúspides están representadas por los elementos más centrales, mientras que en los valles se sitúan las palabras más descentralizadas o marginales.

Otro asunto que ha recibido interés es el análisis cuantitativo de las asociaciones que se establecen entre las unidades con objeto de determinar cuáles son asociaciones estables colectivamente y cuáles son simplemente circunstanciales o consecuencia del constructo metodológico. En este sentido hay que destacar la tarea del chileno Max Echeverría y sus colaboradores, quienes han creado el DispoGrafo (Echeverría et al. 2008), un programa informático que permite calcular la frecuencia con que dos términos aparecen unidos en los listados y representa mediantes esquemas esa relaciones. Los esquemas gráficos resultantes, que no por casualidad recuerdan vagamente las estructura neurológica del cerebro, están formados por las palabras (nodos) unidas entre sí por líneas (aristas) sobre las que se indica el número de veces que aparecen relacionadas.

El programa permite presentar los datos de las relaciones con diferente "poda", es decir, con diferente grado de eliminación de las aristas que no superen un determinado umbral. Por ejemplo, el gráfico siguiente reproduce el centro de interés Los colores con una poda 8 (es decir, se han eliminado las aristas que tienen un valor >=8). Se puede observar que hay un conjunto abigarrado en el centro, con algunas unidades ilegibles debido a la cantidad de aristas que lo atraviesan, junto a elementos periféricos, entre los que destacan algunas cadenas aisladas, que responden a asociaciones de carácter cultural (oro, plata, bronce) o de otro tipo (marrón claro, marrón oscuro); las cadenas múltiples se establecen también mediante elementos intermedios, como sucede con azul marino, azul claro, azul oscuro.



Por supuesto, si restringimos el número de las aristas, es posible presentar datos en proyecciones que resulten más legibles, como se observa en el siguiente gráfico, que presenta el mismo centro de interés con una poda de base 50. La imagen de abajo muestra ya solo aquellas relaciones entre elementos que se han mostrado máxima estabilidad en el conjunto de las respuestas de los sujetos.



Interesa esta presentación, entre otras cosas, porque evidencia la relación entre los resultados de las pruebas de disponibilidad y la teoría de los prototipos, vinculación que ha sido puesta de manifiesto ya repetidamente por diferentes autores y que en este mismo artículo ha ido apareciendo reiteradamente. Para demostrar esta relación, Romero Rubilar (2000) realizó una encuesta a 40 alumnos de enseñanza media a los que se les pidió que ubicasen dentro de una escala de prototipicidad (alta, media, baja) un conjunto de quince términos seleccionados según su alto, medio o bajo índice de disponibilidad. Los resultados muestran que en todos los centros de interés estudiados los alumnos asignan una alta tipicidad a los elementos situados en las posiciones más altas de la escala de disponibilidad. También coincidieron mayoritariamente en otorgar media o baja prototipicidad a los términos que se situaban en esa misma escala en disponibilidad, si bien en estos casos, como se podría esperar, algunos elementos de la lista pueden no coincidir. En conjunto, el nivel de coincidencia entre ambas escalas se eleva hasta el 84%. Resultados similares pueden observarse en otros trabajos (Gómez Molina y Gómez Devís 2004; Paredes 2006). Esta vinculación estrecha entre disponibilidad y prototipicidad ha sido asumida en la mayor parte de los estudios actuales: Hernández Muñoz (2006: 183-184) lo formula de un modo rotundo al señalar que las palabras más disponibles son también "las palabras más típicas de una categoría, las que representan conceptos más familiares y las aprendidas a una edad más temprana".

Concluyo. Las páginas anteriores han mostrado el estado en que se encuentran los trabajos de disponibilidad léxica y la relevancia de las líneas de investigación que se está desarrollando hoy en esta parcela de la investigación, tanto en el desarrollo de nuevas aplicaciones de los materiales obtenidos, como en el refinamiento de las herramientas metodológicas y en el afianzamiento de la fundamentación teórica y los modelos lingüísticos manejados. Todo ello muestra el excelente estado de salud en que se encuentra hoy la disponibilidad léxica, pero augura sin duda un futuro aún más prometedor.

 

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