Ángel Sastre y Pablo Cobos, corresponsales de guerra

“Os llamo a que os rebeléis y hagamos un nuevo periodismo, allí donde nos necesitan”

Ángel Sastre, antiguo alumno de la Universidad Nebrija, ha dedicado su vida profesional, y gran parte de la personal, a contar historias de los lugares en el mundo que se encuentra inmersos en conflictos de distintas clases. Ha pasado por varios países de Latino América y Oriente Medio e incluso fue secuestrado por Al Qaeda en Siria durante casi un año.

Toda su experiencia, y sobre todo las consecuencias de esta vocación, ha querido plasmarlas en el documental Morir para contar y lo presentó en la que fue su casa, la Universidad Nebrija. “Lo que vais a ver en este documental es solo una pequeña parte del periodismo de guerra, en concreto los traumas”,  anunciaba el periodista antes de comenzar la proyección del documental.

Tras él, los alumnos de la Facultad de Comunicación y Artes pudieron entablar un diálogo con el corresponsal y su compañero fotógrafo Pablo Cobos y conocer de cerca la realidad del periodismo de guerra.

La realidad del periodismo de guerra

“Hoy por hoy, el periodismo de guerra es muy complicado porque no nos dejan llegar al terreno del conflicto, no nos dejan trabajar”, explicaba Sastre. Además, ambos periodistas afirmaron que “el principal problema es que no es rentable económicamente y no vamos asegurados” al ser freelance, es decir, que se desplazan a las zonas de conflicto de forma independiente y luego intentan vender sus crónicas y fotografías a distintos medios nacionales e internacionales. Sastre aseguró que “perdemos dinero con cada viaje, tenemos mucho material y buenísimo, pero no conseguimos sacarlo adelante”.

Por eso animó a los alumnos a crear un nuevo sistema de periodismo: “Os llamo a que os rebeléis y hagamos un nuevo periodismo, allí donde nos necesitan”. Para el corresponsal, lo más importante es que “buscamos historias que afectan a otras personas, lo que a uno le importa es alcanzar esa historia que merece ser contada”.

El riesgo como una forma de vida

Sin embargo, esta vocación trae graves consecuencias que sufren todos los que han seguido este camino: “Todos llevamos tratamientos, pero nos da vergüenza decir que estamos mal después del dolor que hemos visto”, dijo Sastre. Aunque, añadió: “El dolor más fuerte que tenemos es la frustración que sentimos cuando los medios no se interesan y las cosas no cambian”. A pesar de ese precio a pagar, casi todos los corresponsales vuelven a las zonas de conflicto una y otra vez y Cobos explicó que “a veces se vuelve solo para no cogerle miedo y demostrarte que puedes hacerlo, al menos una vez más”.

Los alumnos se mostraron muy interesados en conocer cómo es el día a día en la cobertura de un conflicto y cómo pueden ellos seguir esa vía profesional. Pablo Cobos explicó que cuando van junto a los militares, ellos se encargan de los permisos, comidas, alojamiento y, en parte, la seguridad, “pero también te conviertes en un militar más, en un arma. Con los civiles tienes peores condiciones, no sabes si ese día vas a comer o dónde vas a poder dormir, y tienes que ganártelos para contar sus historias”.

Para ambos periodistas la preparación y producción previa a un viaje es fundamental: “Necesitas visados, permisos, idiomas y muchos contactos para poder realizar el trabajo”, dijo Sastre. “Aunque se diga que la foto o la historia es lo más importante, realmente, la producción previa es imprescindible porque sin ella no podrás hacer la foto o la historia. También hay que saber elegir a dónde ir. No por ser el más valiente vas a conseguir mejores historias”, añadió Cobos.

Para el fotógrafo, “este trabajo no se puede hacer por dinero porque en España apenas se paga y fuera es difícil porque somos muchos. No hay más secretos que ponerse pesado, trabajar y trabajar y saber que tu nevera no la llena el conflicto, sino otros temas de política, deportes, ruedas de prensa…”.

A pesar de todas las dificultades, Sastre se mostró satisfecho con sus elecciones y aseguró que “la mejor arma que lleva un periodista es la cámara o la pluma”. Un arma de visualización de denuncia “y la prueba es que cada vez es más difícil que nos dejen trabajar, eso demuestra el poder real de nuestro trabajo”.

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