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Arola Poch: “Nunca es demasiado pronto para iniciar la educación sexual”

“Sexo’ es una palabra poderosa”, declara Arola Poch ante una sala repleta de profesores, orientadores y padres de adolescentes. “La palabra llama la atención de inmediato para bien o para mal, tiene connotaciones, conlleva perjuicios, mitos… Sin embargo, creo que cuando hablamos de ‘educación sexual’, deberíamos dar más peso a la palabra ‘educación’, porque se trata de educar”.

Y precisamente de educación versaba la sesión celebrada en León por la Universidad Nebrija. Bajo el título ‘Retos de la educación sexual para adolescentes: Internet y Redes sociales’, Arola Poch fue desgranando algunos de los mitos que rodean a esta cuestión y proponiendo nuevas formas de abordarlos.

Poch es psicóloga, máster en Sexología, licenciada en Comunicación Audiovisual y autora del libro de educación sexual para jóvenes Las cosas claras. Es también docente y colaboradora habitual de medios de comunicación a través de los cuales difunde una visión positiva, rigurosa y sana de la sexualidad humana.

Educación sexual desde pequeños

“El sexo es una condición de las personas, somos seres sexuados desde que nacemos, y a partir de ahí nos relacionamos. El sexo no es una acción, es una condición, nacemos con ella y la tenemos durante toda la vida. Podemos por tanto hacer educación sexual desde pequeños, porque no nos estamos refiriendo a acciones o prácticas en concreto”, continúa la experta.

“Por eso planteamos una educación afectivo-sexual integral. Esto se traduce en tres grandes bloques: actitudes y habilidades psicológicas (autoconocimiento, autoestima); habilidades sociales (empatía, asertividad, negociación de conflictos, etc.); conocimiento e información en sexualidad (riesgos, prevención, identidad sexual, mitos y prejuicios).

La psicóloga se muestra convencida de que tanto los educadores como los padres y sobre todo los jóvenes, quieren acceder a información adecuada sobre sexo. “Los jóvenes preguntan a menudo qué edad es buena para perder la virginidad. Pero hay que definir qué es la virginidad para cada uno. Y hay un mito que dice que la primera vez no te quedas embarazada. Hay que aclarar de forma sencilla y clara estos temas”.

“Hasta ahora hemos tenido un sistema de educación basado en la salud, la urgencia y la normalidad (un único modelo afectivo-sexual)”, prosigue Poch. “Yo creo que este modelo no está funcionando del todo. Se ha hecho mucho énfasis en la prevención, el uso de preservativos, etc. Pero hay datos que muestran que están repuntando las enfermedades de transmisión sexual, así que este modelo no está funcionando. Hay que atender a las presiones, a las razones de otro tipo. Hay que dar herramientas para que los jóvenes puedan resolver este tipo de conflictos”.

Frente a ese modelo tradicional de tratar la educación sexual, Poch propone otro “basado en el bienestar, que sea de acompañamiento y no de urgencia, y eduque en diversidad. No hay una sola norma, las personas somos diversas, se nos ha unificado y es hora de que se nos diversifique para que todos tengamos espacio en esta sociedad diversa. Y todo esto hay que afrontarlo de forma positiva, sencilla y natural. Antes todo estaba relacionado con el riesgo, con las advertencias, ‘cuidado, te va a pasar esto’”.

Menos miedo a las enfermedades de transmisión sexual, más contagios

“También se ha perdido un miedo que había cuando había mucho SIDA. Hemos perdido el miedo a las ETS, no solo en jóvenes, sino también en personas más adultas. Otro factor es relacional, los chicos saben que tienen que ponerse un preservativo, hay que ver por qué no se lo ponen. Muchas veces interpretan que se pone en cuestión la confianza en el otro. Ahí entra la educación afectiva, relacional, hay que proporcionarles asertividad. Por otra parte, tienen más miedo a un embarazo no deseado que a las infecciones”.

La educación sexual es cosa de todos

Agentes educativos hay muchos: profesores, padres, amigos, series de televisión… Los que más peso tienen en la formación de los jóvenes son sus pares y la televisión, internet, las redes. La familia y la escuela tienen menos, es al contrario de lo que, según los expertos, sería preferible.

“En la escuela vamos a dar un modelo general”, sugiere Poch, “a proporcionar información, por ejemplo, sobre los tipos de orientación sexual. Se trata de tengan un currículum común, conocimientos rigurosos. No hay que decirle a nadie cómo se tiene que sentir, ni cómo tiene que ser, sino dar una visión general completa, para que los chicos puedan expresar después su propia sexualidad. En casa hay un modelo, se apoya la individualidad, y tampoco hace falta que los padres sean expertos”.

“A pesar de esto”, sigue la sexóloga, “hay inquietudes tanto por parte de las familias como por parte de la escuela. ¿Será muy pronto?, se preguntan. Nunca es pronto, por lo general. Tendemos a llegar demasiado tarde, se ha publicado que hay niños de ocho años accediendo a porno. ¿Se les animará a algo? No, los chicos se animarán solos”.

“Para superar todas estas inquietudes es bueno informar primero a las familias. Se les informa con transparencia, se recogen sus aportaciones”.

¿Dónde están los límites del docente?

“Por ejemplo, ante un caso de sexting (difusión de fotografías o vídeos de contenido sexual por las redes), hay que informar del derecho a la intimidad, informar de que es un delito compartir fotos sexuales, incluso si son de desconocidos. Eso son cuestiones objetivas, la valoración ya depende de las familias”.

“Somos más quienes pensamos los que debemos empezar pronto a educar en este tema y que haya educación sexual en las escuelas porque sirve. Está comprobado en los países nórdicos que cuando reciben educación sexual, los jóvenes son más responsables en las decisiones que toman, se reducen los embarazos no deseados, se retrasa la edad de inicio de relaciones sexuales con penetración. Se trata de hacer personas más responsables, como en todo proceso de educación”.

La pornografía les llega por WhatsApp

Internet conlleva un acceso temprano a contenidos sexuales. “A los 14 años es bastante generalizado que los chicos y chicas vean contenidos sexuales”, continúa revelando la psicóloga. “La pornografía se comparte por WhatsApp, por ejemplo. Estos chicos ven una serie de imágenes y no saben con qué contrastarlas. Tienen necesidad de saber, curiosidad. Aprenden de eso, cuando es el peor sitio para aprender”.

“También las series de ficción dan una imagen de la realidad, la de los “malotes”, el “sin ti no soy nada”, las relaciones con mil problemas que al final acaban bien… todo eso educa también”.

“En internet hay también mucha información que les llega a través de youtubers, influencers, etc.”, añade. “Hay muchos influencers en temas sexuales, dan consejos para que se sigan casi como una obligación. También los hay correctos y rigurosos, por supuesto”.

¿Podemos ponerle puertas al campo?

“Prohibir a estas edades sirve de poco”, asegura la experta. “Es cierto que hay que poner límites a los chavales, por supuesto. Pero prohibir es complicado. Lo primero es tener confianza para que tu hijo/a te cuente estas cosas y trabajar las habilidades psicológicas y sociales, la autoestima, que tu opinión es válida, que hay que respetar la opinión, que no hay que ceder a según qué chantajes”.

“Estos chicos han crecido con internet y su concepto de imagen e intimidad es diferente. Están acostumbrados a hacerse fotos, posar, rodar vídeos y subirlos a redes. En un mundo ideal, llevaría contenido de internet a la clase, incluso porno. Lo van a ver igualmente, y si lo vemos juntos podremos analizarlo”.

“El libro Las cosas claras está escrito para jóvenes. Pretendo darles un vistazo rápido a todos estos temas, el cuerpo, el consentimiento, internet, la pornografía… fomentar su pensamiento crítico también es importante”.

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