La situación que nos está haciendo vivir la pandemia por coronavirus ha hecho que cambiemos la formación presencial y por lo tanto la forma de evaluarla. Es posible que en muchas asignaturas se sustituyan algunas pruebas por trabajos o proyectos en los que vuestras habilidades en comunicación escrita cobran especial relevancia y el Centro de Escritura Nebrija quiere recordaros que sigue a vuestra disposición para ayudaros a mejorar estas habilidades. Ana Heredero, responsable y formadora del equipo de tutores del Centro de Escritura, explica en este artículo la importancia de escribir bien y cómo el Centro os puede ayudar.
Escribir es pensar. Es canalizar miles de pensamientos en tu cabeza para que vayan de uno en uno. Es organizar, agrupar, tachar, concluir, aclarar… Escribir es una actividad solitaria porque tienes que procesar las ideas, madurarlas y encontrar tu voz para ponerlas sobre el papel. Y escribir puede ser en este tiempo de coronavirus una forma de calmar el torbellino de información, deseos e inquietudes que habita en nuestra cabeza. El Centro de Escritura Nebrija ayuda con el proceso escritor. Ofrecemos tutorías en español y en inglés para guiar con la expresión académica y creativa. Nos encanta nuestro trabajo porque leemos y porque conocemos a través de los textos y de su retórica, pero también nos entusiasma ver que cuando las piezas del puzle van encajando, esto se ve reflejado primero en la cabeza del escritor y luego sobre el papel. Y es esta última parte por lo que creo que escribir puede servir de ayuda a muchas personas en esta cuarentena. En una época de incertidumbre, de confinamiento y de preocupación por los tuyos, un papel y un bolígrafo pueden ayudar a tranquilizar, organizar el pensamiento o comprender.
Una de las actividades que podemos hacer es escribir un diario que nos ayude a procesar todo lo que estamos viviendo. No tiene por qué ser un fiel reflejo de nuestra rutina casera en chándal, sino que podemos dejar fluir la consciencia si estamos nerviosos y permitir que nuestra mano vague por el folio para liberar el cerebro de inquietudes (aunque solo sea un placebo). O podemos reflexionar sobre las pequeñas cosas que vemos y oímos: la libertad del gato que dormita solo sobre un coche en la calle mientras las personas aplaudimos a las ocho en las ventanas o las voces de los niños que se despiden del vecino, el que es profesor de inglés, a través del ordenador con numerosos y alegres bye bye. Dejarnos llevar por las letras o reflejar la normalidad dentro de la anormalidad.
Siguiendo la idea del diario y de la escritura como medicina para aclarar la mente, otra posibilidad que tenemos es crear una lista de las cosas que queremos hacer cuando esto termine. Por ejemplo, cómo de largo va a ser ese paseo o cuánto va a durar ese abrazo. También podemos hacer una lista de las cosas en las que podemos mejorar en el futuro y preguntarnos si no es raro que visitemos tan poco a nuestros abuelos cuando podemos o que ahora que estamos encerrados podamos oír a los pájaros. Podemos incluso hacer una lista de las cosas que sí estamos haciendo bien ahora como quedarnos en casa, hacer reír a alguien por teléfono, ofrecer ayuda a los vecinos o dar las gracias a los cajeros del supermercado. Hacer listas nos da la ilusión temporal de control y al mismo tiempo es una oportunidad para reflexionar sobre esta situación y sobre lo que aprendemos de ella.
Escribir sirve también para evadirse y qué mejor momento que ahora para dar rienda suelta a nuestra creatividad. Si preferimos empezar con algo más sencillo, la aplicación Leemur nos permite crear historias con forma de WhatsApp. Si nos atrevemos con un relato, en internet se encuentran fácilmente temas o writing prompts en caso de que necesitemos un empujón. Por ejemplo, “Son las cuatro de la mañana y te despiertas porque la televisión se enciende sola. Cuando te acercas a apagarla, se corta el programa y aparecen unas letras en la pantalla que dicen No mires directamente a la luna. Hay luna llena y la ventana está abierta”. Además de inventar relatos, podemos adelantar a nuestra cuarentena el NaNoWriMo o National Novel Writing Month, que es un proyecto de escritura creativa creado por Chris Baty en 1999 y que se realiza cada mes de noviembre. De una forma u otra, debemos tener en cuenta que podemos fallar. Los niños son más creativos porque no pretenden ser perfectos. Se limitan a escribir cuentos, dibujar o tocar instrumentos sin ningún temor y se divierten. Podemos planificar las tramas de nuestras historias y describir minuciosamente a nuestros personajes, pero tampoco es necesario porque es algo que hacemos por pura diversión.
No solo tenemos por qué escribir para nosotros, sino que regalar palabras es una opción. Muchas personas están enviando cartas de apoyo a los aislados de los hospitales que solo reciben la visita de los sanitarios con buzos. Otras publican poemas y canciones en internet para conectar y aliviar. Los hay que creen fervientemente en la biblioterapia y recomiendan y reseñan libros en las redes sociales o en largos WhatsApps a sus seres queridos. Hay gente que cuelga mensajes de ánimo en el ascensor junto a los arcoíris de los niños. Todo esto porque la humana es una especie curiosa y paradójica.
En el Centro de Escritura nos gusta observar cómo los escritores construyen puentes y aprenden sobre ellos mismos. Por eso, el propósito de esta entrada es sencillamente animar a escribir. No pretendo descubrir el mundo a nadie con estas sugerencias porque sé que ya muchos las aplican. Solo quiero seguir pasando la pelota informativa porque escribir es muchas cosas, pero ante todo es una herramienta con la que podemos buscar distintos efectos. Si el papel ayuda a liberar tensión, gestionar las emociones, pensar, entretener, expandir los horizontes o hacer sonreír a alguien, pues bienvenido sea. Enfrentarse a la hoja en blanco es para muchos como el miedo del portero al penalti, sobre todo si no estás acostumbrado, pero vale la pena.