“La buena arquitectura es capaz de convertir un ladrillo en un lingote de oro”

Los matices de la materia y el juego de las escalas son determinantes en la concepción del arquitecto Moisés Royo, fundador del estudio Muka. El empleo de la cerámica tradicional en todo tipo de espacios es marca de la casa. Entre las obras mostradas a los alumnos del Máster en Arquitectura de la Universidad Nebrija, destacó su vivienda en Piedrabuena (Ciudad Real) que él define en su página electrónica como “un juego de sorpresas cambiante durante el paso de las estaciones del año, la armonía entre el pasado y el futuro”.

A raíz de la explicación de este inmueble emblemático, Moisés Royo disertó sobre la buena arquitectura, “que se diferencia del resto porque es capaz de convertir un ladrillo en un lingote de oro”. En este sentido, recurrió a un símil literario dirigido a jóvenes aprendices: “La materia está inerte, pero puede cobrar vida propia como el Pinocho, de Collodi, según cómo la dotemos y la coloquemos”.

En esta estela mágica, la casa diseñada en Piedrabuena, en una parcela de dos metros y medio de fachada, recurre en la imaginación de Royo a reminiscencias artísticas como los ojos y la boca del Saturno devorando a su hijo, de Goya, en el lucernario, o la Bocca della Verità romana en los tableros interiores de las paredes.

El diseño singular, la tecnología eficiente y el confort emocional, las tres claves de Muka, también se aprecian en construcciones de otros puntos de la provincia de Ciudad Real, como en una vivienda inspirada por el Corral de Comedias de Almagro. Además de una casa en construcción en la localidad de Griñón donde prima el empleo de una celosía colocada a hueso (sin argamasa entre sus juntas) para que “la circulación de la luz cree una atmosfera agradable”, Moisés Royo mostró a los estudiantes otras intervenciones en la Sierra de Madrid, concretamente en Robregordo y en Lozoya. La primera se traduce en un kiosco con chapa perforada, que tiene una doble función: su continua ventilación, incluso cuando está cerrado, y la posibilidad de una realidad “tamizada” a los que miran desde dentro hacia el exterior. La segunda, la de Lozoya, es un trabajo en un cementerio, al que, “por mi vinculación con la arquitectura nórdica integro, al menos en su entrada, al paisaje”. En esta remodelación, Royo situó un banco, donde los habitantes del pueblo pueden descansar en su paseo, y una tapia baja. El arquitecto de Muka no quiso ocultar el cementerio a la sociedad, aunque tampoco se atrevió a abrirlo completamente: “Me quedé en un camino intermedio en esa relación entre la vida y la muerte”.

En la web de Muka, Moisés Royo verbaliza sus pretensiones: “Creemos en una arquitectura viva, elegante y moderna como el mecanismo perfecto para diseñar experiencias vitales memorables. Nos gusta crear espacios con alma que sugieran emociones. Por lo tanto: no hacemos proyectos, diseñamos experiencias”. De todas formas, al final de su conferencia en la Escuela Politécnica Superior de la Universidad Nebrija, condensó este espíritu en una frase con sonrisa: “La arquitectura no deja de ser un elemento para que todos estemos más contentos y seamos más felices”.

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