En el siglo XVIII en Latinoamérica había 21 millones de indígenas, de los cuales, 18 millones hablaban su lengua frente a 3 que se comunicaban en castellano. “Gracias a la política preservadora, no arrasadora como lo fueron en otros territorios, hoy conocemos las lenguas amerindias. Las leyendas tienen que caer. Si no hubiera sido por esta política hoy no conoceríamos nada de ellas”. Francisco Javier Pérez (Caracas, 1959), secretario general de ASALE, lo dejó bien claro en la charla que ofreció en la Biblioteca Nacional de España (BNE) junto a Esther Hernández, investigadora Científica del CSIC. Un baile a dos pasos que versó sobre Antonio de Nebrija y la preservación de las lenguas amerindias.
La conferencia de estos dos eruditos lexicógrafos aterriza en la BNE encuadrada en los actos paralelos a la exposición Nebrija (c.1444-1522). El orgullo de ser gramático, Grammaticus nomen est profesionis, organizada por la BNE, la Fundación Antonio de Nebrija con el patrocinio de la Universidad Nebrija y Acción Cultural Española. La última parte de esta muestra, comisariada por Teresa Jiménez Calvente, se centra en el legado del primer humanista español.
Javier Fernández Ortega, director cultural de la BNE, fue el encargado de presentar el acto. Tras repasar el amplio currículo de los dos protagonistas, dio paso a sus disertaciones. “Estamos aquí para repensar a Nebrija desde la situación americana. Nebrija ha sido estudiado siempre desde el punto de vista español. Se ha resaltado su gramática, pero Nebrija fue mucho más. El aporte de su gramática latina es clave para entender el impacto en la comunidad latinoamericana”, señaló el académico venezolano.
En 1492, Nebrija publicó su Gramática sobre la lengua castellana, la primera de todas las que se elaborarían para las llamadas lenguas vulgares, ya que el idioma del saber y de la Universidad seguía siendo el latín.
En el primer párrafo de su prólogo, dirigido a la ‘princesa doña Isabel, reina i señora natural de España’ figura una frase que, durante años, ha sido malentendida y que ha alcanzado cierta popularidad de manera errónea. “Que siempre la lengua fue compañera del imperio”.
El imperio al que se refería Nebrija no era otro que el romano. Aunque el óxido del tiempo lo haya tergiversado dirigiéndolo hacia el imperio español. Más que nada, porque en el momento en el que escribe esas letras, agosto de 1492, Cristóbal Colón todavía no se había topado con el Nuevo Mundo. De manera que, indudablemente, la lengua a la que se refiere es el latín. “El impacto de Nebrija en las lenguas latinoamericanas viene de la gramática latina, no de la española”, apuntó Fernández Ortega.
Los religiosos españoles, en su mayoría misioneros cultos, formados con la gramática latina, entraron en contacto con las lenguas amerindias. “Se interesaron por esas lenguas y lograron describirlas según las teorías de la gramática latina”.
Sostiene el académico venezolano que Nebrija fue la clave para recuperar esas lenguas, pero no fue el único. “También lo serán otros autores jesuitas importantes. No olvidemos que allí se cruzaron intereses políticos y sociales de las órdenes religiosas y de los diferentes misioneros. Por una parte, está la base científica, la aportada por Nebrija, y, por otra, la manera de abordar estas lenguas por parte de los misioneros”, matizó.
La importancia de los diccionarios
Esther Hernández, por su parte, quiso hacer hincapié en los diccionarios de Nebrija, algunos de los cuales se pueden ver en la exposición de la BNE que permanecerá abierta hasta el próximo 9 de abril. “El primer diccionario de Nebrija se publicó en Salamanca entre 1494-95, tuvo 34 reimpresiones en nueve ciudades diferentes hasta principios del siglo XVII. Más allá de este éxito editorial, su repercusión fue enorme porque se vio como un ejemplo para hacerlo en muchas otras lenguas”, explica la autora de Lexicografía Hispano-Amerindia 1550-1800.
Sin duda, Nebrija tuvo un impacto internacional muy importante, su visión permitió dar valor a las lenguas vulgares y su repercusión en Latinoamérica fue inmediata. “El diccionario español-latino fue la herramienta fundamental para la recogida del léxico de las lenguas amerindias y para su preservación. Como decía el maestro Gómez Asencio, las huellas de su ADN, jugando con las siglas del Nebrija, son perceptibles como muestra de arqueología en todas las gramáticas a través de los siglos”.
Recalcó Hernández que aquellos que continuaron la obra de Nebrija respecto a los diccionarios copiaron su trabajo. Puso un ejemplo. “La palabra Bullón en su tercera acepción es una especie de cuchillo usado antiguamente. Es un vocablo que incluyó Nebrija, que no ha tenido difusión, pero como estaba en Nebrija, se acabó. Ahí sigue”.
Hernández divide la influencia de Nebrija sobre los diccionarios en tres fases. Una primera en la que los misioneros “se dedicaron simplemente a copiar el Nebrija y añadir el idioma”; una segunda en la que “al diccionario castellano-latín le añadieron un tercer idioma, en la exposición de la BNE tenemos un volumen copiado del castellano-latín al que han añadido la glosa de la lengua Nahual en tinta roja” y una tercera en la que los misioneros “ya no copian literalmente, sino que hacen adaptaciones, puesto que ya ha pasado un siglo, hay una nueva sociedad y los autores amplían las entradas. Eso sí, siempre siguiendo el método como modelo”, subraya la lexicógrafa recalcando la huella del gramático.
“No olvidemos que la intención original de estos gramáticos era poderse entender con los nativos y que ellos aprendieran el idioma. Los primeros serán siempre en latín y más tarde entraría el español”, añadió el venezolano.
Aprovechó el académico la puntualización para destacar que además del ADN nebrijano resulta capital estudiar a los Nebrijas encriptados. “Figuras como Juan Miguel de la Serna que reeditó el Nebrija (refiriéndose al diccionario), un volumen que los jesuitas tuvieron como libro de texto para enseñar latín. A esa reedición se le llamó también El Nebrija de manera que la labor del padre se ocultó, hasta el punto de que en las siguientes incluso desapareció”.
Si algo quedó claro tras esta conferencia es la gran influencia de las gramáticas latinas y de los diccionarios español-latino y latino-español de Nebrija, que aquellos religiosos llevaron al Nuevo Mundo. “Sirvieron para el conocimiento y la preservación de las lenguas amerindias, muchas de las cuales, no todas, eran ágrafas. Nebrija tiene muchas vidas, es el autor permanente”, concluyó Hernández.