Ianire Doistua (Bilbao, 1980), escritora y profesora de escritura creativa en la Escuela de Escritores, la Librería Mujeres y la Universidad Nebrija, acaba de encerrar quince relatos breves bajo el título De qué se esconden las tortugas (Tres Hermanas Ediciones. Colección: Tierras de la Nieve Roja). Los lectores que quieran liberarlos de sus páginas han de enfrentarse a una prosa contundente donde “no tienen cabida las impostaciones ni las correcciones sociales”.
En un viaje al mundo interior de mujeres sin prejuicios, Doistua apuesta por la libertad dentro de una secreta intimidad. Según las editoras, “la suma de estas voces construye una mirada poliédrica sobre la familia, ese caparazón en el que, a veces, nos refugiamos, y, otras, en cambio, se convierte en una amenaza”.
La escritora bilbaína es, además, autora de la novela Una casa de verdad (Tres Hermanas, 2021) y de los álbumes infantiles Pan con aceite y miel (Libros.com, 2020), Teta y Teto (Somos Libros, 2023) y Las gafas de papá (San Rafael, 2024), junto con la ilustradora Patricia González Irala. Además, ha publicado relatos breves en diversas antologías y en revistas literarias como Temporales (Universidad de NY), La Gran Belleza y Quimera. En 2021, El Cultural la seleccionó como una de las ocho mejores novelistas debutantes y Woman (El Periódico) la eligió como una de las cinco autoras revelación del año.
Pregunta: ¿Por qué ha elegido, en su último libro, un estilo directo, sin tapujos, para abordar las miradas y los sentimientos de las mujeres?
Respuesta: En los relatos que componen De qué se esconden las tortugas he buscado adentrarme en la mente de sus protagonistas, acceder a su compartimento más secreto para mostrarlas tal y como son, libres de las convenciones sociales y familiares. Cuando escribo, como también se puede ver en mi novela Una casa de verdad, me interesa mucho acceder a la cara oculta de los personajes, en especial, si tienen personalidades o viven situaciones que me inquietan, que me despiertan preguntas. Esto repercute inevitablemente en el estilo. Puedo cambiar el punto de vista de un relato a otro, emplear distintos tonos, jugar con las voces… pero, si quiero que el texto resulte verosímil, que de verdad parezca que estamos dentro de esas mentes, ha de predominar la franqueza, aunque a veces resulte incómodo.
P: ¿Resulta complicado reflejar algo tan íntimo como los pensamientos desnudos y las acciones sin filtros?, ¿ha sentido que los personajes tomaban sus propios derroteros por caminos poco transitados?
R: A la hora de escribir estos relatos, lo más complicado ha sido desligarme de los personajes, escribir de forma coherente con sus formas de ser y de pensar, por encima de mis juicios y valores. Pero, al mismo tiempo, es lo más divertido e interesante. Si escribiera para darme la razón a mí misma, escribiría ensayo o un artículo de opinión. La escritura de ficción me ofrece la posibilidad de poder desdoblarme en innumerables personas con las que, a veces, tengo poco o nada que ver. Por eso, cuando escribo, trato de dejar fuera mis prejuicios y escuchar lo que el personaje tiene que decir, intento comprenderlo y le dejo actuar en consonancia a quién es.
P: ¿Qué simboliza la tortuga como hilo conductor de estos quince relatos?
R: Las tortugas son una metáfora de las mujeres que protagonizan los relatos. Todas ellas, sean niñas, adultas, madres, hermanas o hijas, esconden o se esconden de algo. El caparazón de la tortuga representa, por un lado, ese hogar en el que muchas veces se refugian y otras supone más bien una amenaza. Asimismo, también representa ese lugar secreto, íntimo, en el que nos adentramos en los relatos.
P: En este libro de cuentos se soslayan voces interiores, diálogos trepidantes y la descripción de objetos poéticos, ¿cómo cocina esta mezcla de ingredientes?, ¿cuál es su proceso de creación de un libro?
Cuando estoy escribiendo un cuento, me sumerjo en él, no pienso en las historias que he escrito antes ni en las que escribiré después. Esto es así, sobre todo, al escribir la primera versión, donde amordazo a mi autocrítica censuradora. Es en esta fase donde suelen salir las imágenes más poéticas y donde los diálogos se desbocan. También es donde la voz narradora surge con más fuerza. Después, dejo descansar el texto y lo reviso una vez que ha pasado el tiempo suficiente como para tomar una distancia emocional. Lo reviso, lo vuelvo a dejar dormir, lo corrijo de nuevo, y así sucesivamente hasta que lo doy por terminado. Es un proceso muy largo, pero es como más disfruto de la escritura. Me gusta escribir a fuego lento.
La composición del libro es un proceso distinto. En primer lugar, selecciono los que considero de mejor calidad y, dentro de estos, los que comparten unidad temática. Después trato de componer un libro lo más equilibrado posible, teniendo en cuenta la extensión de los cuentos, los puntos de vista, los estilos narrativos, la intensidad de las historias… En esta fase, si veo que un relato no dialoga bien con los demás, lo descarto sin piedad. Y, por supuesto, sigo revisándolos y ajustando palabras hasta el último momento.
P: Se deslizan en algunos de los relatos algún atisbo de infancia y algunas referencias vascas de juventud, ¿estos detalles dan verosimilitud a las tramas?
R: Hay varios cuentos protagonizados por niñas viviendo situaciones complicadas y es esa mirada infantil e ingenua la que refuerza, por contraste, lo terrible. Como personas adultas, no podemos evitar completar lo que no se dice ni se ve o reinterpretar aquello que la mirada infantil nos muestra desde su punto de vista. Y a veces lo que imaginamos nos da más miedo que lo que vemos… en estas historias juego con eso.
Por otro lado, hay dos relatos, Tortugas y Mamamá, que están parcial o totalmente ambientados en Euskadi en los años ochenta, y esta ambientación influye directamente en la trama. Con todo, mostrar los detalles, lo concreto y particular, frente a lo genérico y lo abstracto, siempre ayuda a crear verosimilitud.
P: Las lentejas como una metáfora del paso del tiempo, una madre que es “capaz de hacer de todo por su hijo con discapacidad”, unos urbanitas que escapan de las ciudades… ¿por qué la relación entre madre e hijos aparece siempre como el armazón de las historias?
R: Es cierto que frecuentan las historias que muestran este tipo de relación, pero también hay otras donde se exploran las relaciones de pareja que están en el umbral de formar una familia, la imposibilidad de hacerlo, la relación entre hermanas… me interesa la familia como una unidad básica de la sociedad, en la que, a pesar de las innumerables diferencias que puedan existir, hay ciertas dinámicas y patrones que se repiten a menudo.
P: ¿Por qué la muerte se asoma en varios relatos como otro personaje que está al acecho de una forma natural?
R: La muerte es un tema recurrente en mi escritura. Me inquieta desde que era niña, supongo que porque soy incapaz de comprenderla y es una forma de intentar aceptarla. En general, no es un tema que elija a priori cuando voy a escribir una historia, sino que aparece de forma natural cuando estoy construyendo la trama o a los personajes. Vamos, como en la vida misma.
La excepción podría ser el álbum infantil Pan con aceite y miel, donde sí decidí escribir una historia en torno al duelo de una niña que ha perdido a su abuelo y que transita hacia la aceptación de su muerte gracias a los recuerdos.
P: Ha publicado este año también el libro infantil Las gafas de papá sobre la necesidad de defender y hacer visible la diversidad y de luchar por un mundo más justo. ¿Qué impresiones o reacciones ha recibido de los lectores?
R: Está siendo un proyecto muy gratificante. A Patricia González Irala, la ilustradora, y a mí no ha dejado de darnos alegrías: la colaboración con la Fundación San Rafael, conocer de primera mano el admirable trabajo que hacen para favorecer la inclusión de personas con discapacidad, la presentación del libro con Rozalén en la Cafebrería, la buena acogida que está teniendo en el entorno escolar… Y, sobre todo, comprobar una vez más el poder transformador de la literatura, sentir que con las palabras también se puede ayudar a construir un mundo más inclusivo y humano.
P: “Mi padre no veía bien, pero él no lo sabía”. ¿El comienzo es un toque de atención para los que alimentan prejuicios sin ser a veces conscientes de ello? ¿necesitamos, como en el libro, la mirada infantil para rectificar malos usos?
R: En efecto, muchas veces no somos conscientes de nuestros prejuicios hasta que otras personas nos lo evidencian. Y creo que eso es algo bueno, significa que seguimos aprendiendo a ser mejores personas. No podemos evitar la mochila social y cultural que llevamos encima, pero sí podemos ir cambiando su contenido poco a poco. En Las gafas de papá queríamos que fuera una niña quien abriera los ojos a su padre y no al revés. Siempre estamos pensando en enseñar infinidad de cosas a las niñas y a los niños, pero se nos olvida cuánto podemos aprender de ellos. Con las personas con discapacidad ocurre algo similar: tendemos a pensar en cómo ayudarlas, lo cual está muy bien, pero a menudo se nos olvida cuánto pueden aportarnos ellas, tanto en lo personal como en lo social.
P: Una casa de verdad, que comentó con los lectores del Rincón de Lectura Nebrija, ha marcado su trayectoria literaria posterior. A los tres años de sacarla a la luz, ¿cómo ve a su criatura y cómo se ve a sí misma?
R: En los últimos años he vivido importantes cambios en el ámbito laboral, familiar y literario. Y todavía me veo inmersa en ese proceso de cambio, así que intento ser prudente y no anticiparme; con el tiempo me resultará más fácil evaluar esta etapa. En cuanto a Una casa de verdad, sigue sorprendiéndome. Las novedades literarias tienen cada vez una vida más corta, así que me hace mucha ilusión que, a día de hoy, sigan llamándome para participar en clubs de lectura y talleres de escritura donde han leído la novela. Es una buena señal, indica que esas palabras siguen vivas.
P: En la Universidad Nebrija imparte la asignatura Escritura creativa, ¿qué consejos puede dar a sus alumnos o aquellos que quieran superar el miedo del folio en blanco?
R: Suelo decirles que el folio siempre está en blanco, pero que nosotros no lo estamos. Que redireccionen el foco de su mirada y dejen de mirar el folio, que enfoquen hacia su interior, donde habitan sus recuerdos, pensamientos, miedos, sueños… que ellos están llenos de imágenes, que elijan una y le hagan preguntas. Que se olviden de las respuestas. Aprender a escribir es aprender a preguntar. Y a mentir. Hay que perder el miedo a distorsionar la realidad. Les insisto en que pueden partir de un hecho o una imagen real, pero que para escribir tienen que sentirse libres de hacer lo que quieran con ello. En la ficción es más importante ser verosímil que veraz. Curiosamente, aprender a ser verosímiles en la escritura de ficción ayuda a serlo también en la no ficción, nos hace conscientes de que los lectores necesitan detalles, elementos concretos, emociones con las que conectar, que existen infinitud de puntos de vista, etc. También les ayudo a bajar las expectativas. Nada como pretender escribir una obra maestra para impedirnos teclear una sola palabra. En definitiva, que se olviden de todas las ideas preconcebidas y se sientan libres.
P: ¿Proyectos futuros… libros en mente?
R: Eso siempre. Otra cosa es que lleguen a buen término. La escritura es una aventura donde tienes que estar abierta a tirarlo todo por la borda si es necesario, lo cual, no es ningún fracaso, sino otra forma de avanzar. Por eso, no me gusta hablar de mis proyectos creativos hasta que los termino. Es otra forma de sentirme libre.
Javier Picos. Foto de portada: Zaida del Río. Fotos: Zaida del Río e I.D.
Localización de fotografías:
- Presentación en La Central del Museo Reina Sofía el 23 de abril (Día del Libro). Presentada por Cristina Pineda, editora de Tres Hermanas.
- Presentación en Librería Mujeres (Madrid) el 10 de mayo. Presentada por Victoria Gabaldón (Mamagazine) y acompañada por Cristina Pineda (Tres Hermanas).
- Presentación en Librería Cámara (Bilbao), el 18 de mayo. Presentada por Txani Rodríguez (Premio Euskadi de Literatura 2021).
- Entrevista en 24Horas de RTVE el sábado 25 de mayo. Presentadora: Ángeles Bravo.
- Universidad Nebrija. Campus de la Politécnica y Ciencias Sociales en Madrid-Princesa.