‘Quien canta, sus males espanta’

Ya el ingenioso hidalgo D. Quijote decía que ‘quien canta, sus males espanta’. Este refrán recomienda enfrentarse con buen humor a las adversidades y a eso estamos dispuestos desde la asignatura de Fundamentos del Canto que los alumnos del Grado en Artes Escénicas estudian durante su tercer año de carrera en su formación interdisciplinar.

Cantar es una ardua tarea, incluso para quien haya sido tocado por la musa de la música y tenga una voz natural de esas que encandila. Hacerlo en público exige una disciplina de trabajo constante y llena de tropiezos. Es un aprendizaje que, además, nos hace conocernos mejor y nos somete, en un primer encuentro, a la inseguridad propia del desconocimiento.

Antonio SierraA casi todo el mundo le gusta cantar. ¿Quién no lo ha hecho? Cantamos desde que abandonamos el vientre materno dándonos a conocer con ese canto ensordecedor que libera la nueva vida. Nos acunan cantando para tranquilizarnos y con las canciones nos relacionamos e incluso exhibimos. Cantar libera el alma y predispone a la mente para el día a día, llenándonos de vitalidad, ilusión y creatividad.

Nuestro compromiso con los alumnos es entrenarlos en el buen arte del canto. La voz, a diferencia de otros instrumentos, va con nosotros a todas partes. Se adentra en nuestros sentimientos y desde ella los transmitimos. Con la mente los transformamos en sonidos llenos de sinceridad o mentira. Jugamos con ellos en la búsqueda de límites extraordinarios y siempre con ánimo de superación. Su medio, la música, nos ayuda a expresarnos creando nuevas dimensiones y estrechando lazos de solidaridad.

Cuando me trasladé a Madrid para iniciarme en el estudio profesional del canto venía de practicarlo en todo tipo de lugares en diferentes estilos musicales. Todas mis ilusiones y expectativas estaban en cantar, algo que me parecía de lo más fácil. Nunca imaginé que en mi primera lección todo iba a trastocarse, intimidándome durante mucho tiempo. Empecé a tener miedo a cantar. Ya sólo escuchaba. Con el tiempo, tuve la oportunidad de subirme a escenarios de todo el mundo, el miedo a cantar se transformó en disfrute y en un gran respeto por el público.

Mis primeros pasos, en los teatros ‘Solís’, de Montevideo y ‘Colón’, de Buenos Aires, con tan sólo quince años. Ya en Madrid, la desaparecida ‘Corrala’, donde se representaba zarzuela mientras, inmerso en un ambiente castizo, el público cenaba y veía la representación. Todavía recuerdo la cara que puso mi madre cuando, al final del número de la cantaora de ‘La Verbena de la Paloma’, Marujita Díaz me dio un beso en la boca. Miles de anécdotas durante la gira mundial de la Antología de la Zarzuela dirigida por José Tamayo, como la que ocurrió en Miami Beach en el Jackie Gleason Theater y en la que, debido al humo escénico que utilizábamos en una escena, saltaron las alarmas de seguridad y hubo que parar el espectáculo. O cuando olvidé uno de los versos de la canción de Sancho, el día que estrené el papel, en el musical ‘El Hombre de la Mancha’ con José Sacristán y Paloma San Basilio, atónita ante los novedosos versos que improvisé.

He tenido suerte de compartir escenario con grandes artistas como Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Montserrat Caballé, Alfonso del Real, María Isbert… de los que siempre he procurado aprender.

Cantar me lo dio todo: miedos y pasiones, alegrías y tristezas, la posibilidad de compartir mi experiencia con los alumnos y transmitirles que realmente vale la pena transformar el mundo desde el canto. Quiero seguir compartiendo esas experiencias. El canto es vida.

Antonio Sierra
Profesor de Fundamentos del Canto del Grado en Artes Escénicas de la Universidad Nebrija

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