La experiencia que cambió mi vida por completo

Siempre me he preguntado como un solo año, en realidad menos de 365 días, pueden ser capaces de darle la vuelta al completo a tu vida. Pero creo que he llegado a la conclusión, gracias a una experiencia única e inolvidable. Seguro que os estaréis preguntando de que estoy hablando… Es muy sencillo, pero voy a empezar por el principio.

Mi nombre es Natalie Romero, estudiante de cuarto año del Grado en Educación Infantil y Primaria. Efectivamente mi aventura comenzó hace cuatro años cuando empecé mis estudios en la Universidad Nebrija, pero el curso que realmente marcó esta etapa de mi vida fue tercero de carrera cuando tuve la oportunidad de irme un año académico al extranjero, pero no a cualquier sitio sino a donde soñaba ir desde que era pequeña: a Estados Unidos.

La verdad fue que cuando descubrí el destino exacto no fue nada menos que un pueblo perdido en mitad de la nada. “Me voy al desierto”, pensé. Algunos me decían frases como “Te vas a la América profunda, no te vayas a pensar que es como Nueva York”. Lógicamente no me esperaba eso ni mucho menos, pero al final Cape Girardeau, en Missouri, fue toda una aventura.

Todo comenzó con el papeleo en España: visado, mirar residencias, seguro médico…, así como con un millón de preguntas que no tenían respuesta. ¿Cómo será cuando llegue allí? ¿Haré muchos amigos? ¿Los americanos serán sociables? ¿La universidad será como en las películas? Mil imágenes pasaban por mi cabeza cada segundo, lo único que tenia claro era que iba a una universidad en un pueblo perdido que se llama Southeast Missouri State University.

Después de un viaje aburrido, largo, nada más y nada menos que de 17 horas, llegamos a un aeropuerto en el cual nos esperaba una pequeña avioneta, en la que solo entraban ocho pasajeros. No, no es ninguna broma, allí mismo fue donde dio comienzo mi aventura. Llegamos al campus y como no, nos esperaban dos días más llenos de papeleos, pero también de saber ubicarnos y lograr diferenciar los edificios, que cada cual tenía su nombre y su ubicación exacta, pero para mí eran todos iguales y parecía que estaban a kilómetros el uno del otro. En esos primeros días también descubrí dónde estaba ubicado el famoso Starbucks, que fue uno de los sitios que más visite del campus como lugar de encuentro entre estudiantes por ser el único sitio en EE.UU. donde beber un café mínimamente parecido al que puedes encontrar en España en cada esquina.

La comida también fue una experiencia digna de contar: he de decir que sí, que es verdad, los universitarios allí solo comen patatas fritas, pizza, hamburguesas y comida mexicana. Por una temporada está bien, pero con el paso de los meses empiezas a echar de menos el jamón serrano, el aceite de oliva y muchas cosas de la comida de “casa”. Lo bueno es que la gran familia que creamos entre los alumnos internacionales siempre estaba dispuesta a hacernos platos de su propia cultura. En aquella universidad no solamente había estadounidenses, sino de países distintos en la misma situación que tú o, lo que es mejor, que ya habían estado en esa situación de ser novato y estaban dispuestos a ayudarte en cada momento. Probé todo tipo de manjares de todas partes del mundo. Y, por supuesto, ellos también tuvieron la oportunidad de probar tortilla española, “esa cosa que lleva huevos y patatas”, como solían decir algunos.

Me acuerdo del primer día de clase en una universidad nueva, un país nuevo, un idioma que, aunque no era nuevo, tenia un acento tan diferente que hacía que fuese casi nuevo. Pero todo fue muy sencillo: profesores encantadores, compañeros de clase que te ayudaban, asignaturas interesantes que me ayudaron a incrementar mis capacidades y competencias… Y poco el poco, rodeada de todo el ambiente de un campus estadounidense, que parece que nunca duerme, va pasando el año casi sin que des cuenta.

Después de conocer a personas que acaban siendo tu familia, visitar ciudades inolvidables en cada periodo de vacaciones, cursar asignaturas que no existen en las universidades española o ir a bares y darte cuenta que los españoles son unos fiesteros y tener que montar la fiesta en alguna casa; después de todos los cafés de Starbucks, todas las aventuras, las risas y las lágrimas…; después de todo eso y de mucho más te das cuenta que el año ha pasado demasiado rápido, que te gustaría volver atrás y comenzar esta aventura desde el principio. Pero ya es hora de regresar a la rutina y te ves en un avión de vuelta a España con tus pensamientos estancados en aquel país.

Es entonces cuando te das cuenta que todo ha cambiado, aunque, en realidad, el que has cambiado eres tú. Ya no eres el mismo, eres completamente diferente. Te gusta otro tipo de música, te has vuelto más sociable, eres capaz de solucionar los problemas tú solo, te das cuenta de la verdadera definición de la palabra amigo, te llevas un conocimiento inmenso de culturas y de idiomas… Necesitas un tiempo para asentar la cabeza y volver a la realidad española y, cuando lo haces, piensas en volver, hablas con tus amigos que consideras hermanos, se hace raro que ya no vas a regresar, pero sabes que te quedan mil aventuras más por vivir, mil países más por visitar y mil personas más por conocer.

Toda una aventura que te hace darte cuenta de todo lo que has cambiado, de cómo tu vida “se ha transformado” en menos de un año. Podría hasta decirse que eres una persona completamente distinta y que tienes muchas más herramientas para disfrutar de tu vida personal y triunfar en el mundo profesional.

Natalie Romero Tornay es estudiante del Grado en Educación Infantil y Primaria de la Universidad Nebrija

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