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“Estamos creando la plantilla más ética y diversa de trabajadores porque los campos de refugiados pueden ser un centro de talento ”

Leticia Galdón es antigua alumna del Grado en Relaciones Internacionales. Desde sus inicios en la Universidad Nebrija siempre sintió la necesidad de aportar su granito de arena para cambiar hacia un mundo mejor y más justo. A los 23 años puso en marcha una start up que conecta el talento de los refugiados en Europa con las empresas para darles esperanza y una forma de salir adelante por sus propios medios y convertir una crisis humanitaria en una oportunidad de crecimiento para todos.

¿Qué es PAZ? ¿Cómo funciona?

Es una start up de impacto social, que quiere decir que no es una ONG. Creemos en los modelos de negocio sostenible y por eso somos una empresa, pero nos mueve el impacto social y que el trabajo que hagamos genere un cambio. PAZ pone en contacto el talento de personas refugiadas con empresas interesadas en adquirir ese talento en forma de horas de trabajo.

Una empresa que nos contrata compra unas horas determinadas de trabajo que pueden ser horas de programación, de diseño web, de marketing digital o de ciencia de datos. Nosotros nos sentamos con el manager del proyecto y, según las necesidades, vamos proponiendo cuántas horas de cada tipo necesitaría y qué personas tenemos disponibles para ese trabajo.

El motivo de utilizar este modelo es vencer los miedos que un empresario pueda tener de contratar sin conocer de nada a una persona ni su experiencia anterior. Pero cuando trabaja para un proyecto puede detectar que es una persona con talento y querer contratarla de forma fija.

Por otro lado, también damos formación en competencias tecnológicas como programación en los campos de refugiados para que, posteriormente, puedan trabajar en remoto y ahorrar para poder reunirse con sus familias. Estamos creando la plantilla más ética y diversa de trabajadores porque los campos de refugiados pueden ser un nuevo centro de talento.

¿Cómo entras en contacto con el mundo de los refugiados?

En noviembre de 2017 yo había terminado mi máster en Conflictos Internacionales y Violencia en Londres, después de estudiar Relaciones Internacionales en Nebrija. Mis últimas prácticas fueron en el Comité Internacional de la Cruz Roja y ahí trabajé en el programa de restablecimiento del contacto familiar. Nos dedicábamos a buscar personas inmigrantes o refugiados que desaparecían en su camino a Europa. Esa fue la primera vez que tuve un contacto real con este tipo de personas que están en situación de refugio. También había hecho prácticas en Unicef y después del trabajo en estas dos instituciones me di cuenta de que yo no encajaba del todo porque, en el fondo, lo que a mi me gustaba era innovar y crear soluciones a problemas que no se estaban atendiendo. Yo estaba frustrada.

¿De dónde nació la idea de montar una start up?

En Londres las start up son muy importantes y creo que me contagié de ese espíritu. Yo pensaba que para montar algo así había que tener una idea brillante, pero con mis socios, Álvaro Sanmartín, ingeniero especializado en educación y Aída Martínez, directora de programas de formación de inteligencia artificial para Google, aprendí que lo que es necesario es encontrar un problema lo suficientemente importante para que merezca la pena solucionarlo, como puede ser la crisis de refugiados.

¿Hay mayor apoyo al emprendimiento social en Londres?

Allí hay más trayectoria, va por modas, y ahora la moda es todo lo que sea sostenible y que tenga algo de social. ¿Hasta qué punto realmente se están haciendo proyectos que generen un cambio? He visto algunos, pero acaban siendo todos ONGs porque no encuentras financiación o inversores.

¿Cómo fue tu experiencia conociendo los campos de refugiados?

Fui en marzo de 2018 a los campos de refugiados en Grecia, unos 15 días, con un cámara freelance. La primera torta que me llevé fue que mis contactos en las ONGs no servían allí porque las ONGs no estaban realmente en los campos.  Nos encontramos con un montón de gente joven que lo han perdido todo, que se han quedado los últimos porque primero quisieron mandar a sus mujeres, sus hijos, sus padres y cuando ellos quisieron venir cerraron las fronteras y ya no pudieron pasar. Son personas que antes de huir tenían sus carreras, sus trabajos, sus ahorros que han perdido pagando su huida. No tienen acceso a educación o empleo, lo único que se les está dando es cobijo y 180 euros al mes para cubrir gastos de manutención de su familia.

¿Cuáles fueron los primeros pasos de PAZ?

Empezamos creando una plataforma educativa digital para conectar a jóvenes refugiados con jóvenes de otras partes del mundo en la que pudieran aprender a programar a través de un juego. Preparamos un piloto y un crowd founding con el que conseguimos 18.000 € con 227 personas. Nos fuimos a Grecia durante dos meses y enseñamos a programar a 47 jóvenes refugiados. Pero ahí nos dimos cuenta de que estábamos enseñando competencias básicas, pero no a un nivel que les hiciera empleables. Por eso también empezamos a buscar personas que ya estuvieran formadas, para poder conectarlos con las empresas que demandaban sus perfiles.

Ahora nuestro target son personas con talento y potencial. Esta gente lo que necesita es esperanza, porque cuando no tienes nada en lo que creer eres caldo de cultivo para las redes criminales. Tenemos que tender un puente para que ellos vean que es posible salir de esta situación. Si nos centramos en las personas con mayor potencial, para nosotros es más fácil conseguirles un empleo y de esta manera a las personas que están en una situación más difícil y necesitan más ayuda, tendrán ejemplos que puedan seguir.

¿Qué necesita una persona que está en un campo de refugiados? ¿Cuáles son los elementos claves para pasar de ser un receptor pasivo de ayuda social, a un activo de la economía?

Primero necesitan una competencia digital altamente empleable. Porque se encuentran en lugares algo aislados, pero tienen acceso a internet con smartphones o  portátiles, si ellos son capaces de trabajar de manera digital y en remoto acabamos de solucionar el problema más importante, porque trabajo hay.

El segundo pilar es el lenguaje. Muchos de ellos hablan algo de inglés, pero si quieres trabajar en tecnología tienes que saber bien el idioma.

Lo tercero que necesitan es apoyo legal porque, aunque tengan permiso de trabajo, en muchas ocasiones necesitan otros papeles que ellos no saben cómo conseguir.

EL último pilar es el bienestar, apoyo psicosocial. Son personas con talento, pero están atravesando un momento terrible.

¿Con qué empresas estáis colaborando?

PAZ es como una tela de araña. Hemos conseguido que EF nos de cursos para nuestros alumnos, que Job and Talent se encargue de la parte legal necesaria para las contrataciones. También colaboramos CEAR para detectar el talento y las posibilidades de las personas refugiadas con las que trabajamos.

Aspiramos a contratos con grandes empresas, pero estamos muy contentos con el recibimiento que estamos teniendo en las medianas empresas porque son los emprendedores de la generación anterior, nos entienden y tienen valentía. De momento estamos en España, Reino Unido, Grecia y vamos a empezar en Francia. España de momento es el país que más empresas han acogido esta iniciativa, han sido las empresas las que han venido a nosotros.

¿Cómo fue el caso de éxito de Bla Bla Car?

Bla Bla Car es una empresa mediana que necesitaba cambiar unas cosas de la plataforma, pero la parte técnica de la empresa no está en España por lo que estaban buscando a alguien aquí con un perfil de programador. PAZ se dedicó a entrevistar a personas refugiadas ya localizadas con ese perfil y encontramos a una persona que cumplía los requisitos. Estuvo en ese proyecto unas tres semanas y estuvieron muy contentos con su trabajo.

En Francia se conoció el caso y estuvieron tan contentos que nos han invitado a contar allí la iniciativa y la quieren llevar a nivel nacional. Cuando se ve que la iniciativa tiene éxito llama la atención del resto de empresas.

¿Has pensado alguna vez en tirar la toalla?

La única razón por la que tiraría la toalla sería si viera que físicamente ya no puedes más. Es verdad que con este proyecto y el impacto emocional tu salud también se resiente y son las únicas veces en las que he podido planteármelo. Pero tengo un equipo que cuando a uno le faltan fuerzas, el resto sigue tirando. No ha habido ningún momento de querer tirar la toalla los tres, pero no ha sido fácil.

¿Qué crees que te ha aportado Nebrija para tener esta ambición social por cambiar el mundo?

Lo primero que encontré en el departamento de Relaciones Internacionales desde la primera entrevista que me hicieron fue que entendían mi visión y no me encasillaban. Eso me hizo poder empezar a explorar cosas. No me habría sentido segura de que podía estar al frente de un proyecto como PAZ si no hubiera estado al frente de Nebrija Campus Unicef o montando la asociación del MUN. Nebrija era un poco mi laboratorio de experiencias. Yo tenía una idea y Nebrija se tiraba a la piscina conmigo. Puedo decir que mi Universidad siempre ha creído en mí, siempre me ha apoyado.

¿Cómo ves PAZ dentro de unos años?

Me gustaría que PAZ fuera la principal organización que están apostando por talento refugiado y que se conozca como un modelo para darle la vuelta a una situación tan terrible como está viviendo Europa con esta crisis y que eso sirva para que otras puedan aprender de ello y empezar a adaptar este modelo.

¿Crees que iniciativas como PAZ cambian la mentalidad de la gente y de las empresas?

Totalmente. El impacto que está teniendo en las empresas es tremendo. Cuando damos las charlas en las empresas se quedan alucinados y recibimos muchas preguntas. Me gusta pensar que después de estas charlas en las empresas, la gente va a sus casas y se lo cuenta a sus familias, a sus amigos y esto también es un impacto.

Paula Martínez Masip


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