Exposición Simbiosis

“Simbiosis” muestra el talento creativo de los artistas del Grado en Bellas Artes

La galería de arte CRUCE Arte y Pensamiento ha acogido esta semana la exposición “Simbiosis”, de cinco alumnos del Grado en Bellas Artes: Eduardo de Elío, Ángela Mengíbar, Joséphine Marie Cottrell, Alejandra Hepburn y África Blanco.

Cada uno de ellos presenta “una muestra de los objetos que han creado y manipulado de manera exquisita, usando diferentes técnicas y materiales”, según explica el director del Grado, Pablo Álvarez de Toledo, y representan “una nueva y refrescante mirada al mundo, una invitación al universo que ellos están construyendo con pasión y del que ahora, a través de sus obras, también formamos parte”.

Eduardo de Elío, Ángela Mengíbar y Josephine Cottrell nos han contado su experiencia al compartir con el resto del mundo algo tan personal como son sus obras. Todos han expuesto en varias obras colectivas previamente, pero les sigue resultando muy interesante “observar cómo interaccionan mis obras en un espacio abierto como suelen ser las galerías, toman otra dimensión sin duda”, asegura Mengíbar.  Para Eduardo, cada exposición supone un cúmulo de emociones y un gran aprendizaje: “Es emocionante y valiente el presentar un proyecto artístico, en cierto modo resulta agotador, ya que experimentas una gran cantidad de emociones a lo largo del proceso, el cual se basa en aprender de los errores que se cometen”. Josephine se muestra orgullosa de su trabajo “después de cuatro años de carrera, pero también nerviosa al no saber si a la gente les va a gustar o van a entender mi obra”.

La colectividad que alberga la singularidad de cada artista

Esta exposición colectiva bajo el título de “Simbiosis” aúna los diferentes estilos y técnicas que han usado los artistas bajo la idea de una “asociación para ayudarse y beneficiarse mutuamente” y por la relación de temas humanísticos de las obras “que se conectan y sostienen entre sí”.

El objetivo de las obras de Ángela Mengíbar es “transmitir memorias, recuerdos de mujeres, madres, abuelas, que quedaron muchas veces sepultados por la cotidianidad del día a día, una labor de rescate y homenaje”. Josephine no tiene interés en transmitir un mensaje concreto, pero “quiero que represente que la imperfección puede transformarse en una perfección tal como lo plasmo con las líneas”.

Eduardo de Elío describe su obra como “un reflejo de la relación que existe actualmente entre el ser humano y el entorno natural. Es una forma de plasmar la incisión que causa la especie sobre el territorio, produciendo el surgimiento distintas problemáticas como la pérdida de biodiversidad o la desaparición progresiva de recursos naturales. Mi proyecto “Un jardín sin flores” pone de manifiesto ese egoísmo humano de una forma delicada”. Además, el público puede interactuar con la obra “arrancando de la pared, como si de la tierra se tratase, una de las 112 flores que conforman la instalación”. Para ello, cada espectador debe hacer un donativo de diez euros destinado a la Fundación Aladina, demostrando así que “la transformación de la composición está en manos, una vez más, del ser humano”, explica Eduardo de Elío.

Diversidad de materiales

El inicio de estos artistas parte de, en el caso de Mengíbar, la pintura, pero no han dudado en seguir explorando la creatividad y adaptando nuevos materiales para expresar sus ideas, algo a lo que les ha ayudado el Grado en Bellas Artes de Nebrija: “Me llevó al descubrimiento del Arte Textil y como a través de él, como medio de expresión artística, podía conectar mujeres, memorias, lecciones y rescatar del olvido a estas auténticas “artistas” anónimas”, explica Mengíbar que ha utilizado, en su gran mayoría, materiales modestos rescatados para transmitir “la metáfora de las segundas oportunidades se hace real en estos materiales al ser parte de un fin artístico”.

Eduardo de Elío reconoce que el proceso para montar su instalación ha sido muy complejo: “He meditado en gran medida la forma de colgar la obra para que está no se dañe, se han realizado estudios de materiales, bocetos, pruebas de color. Se podría decir que es uno de los proyectos más ambiciosos que he realizado y estoy muy orgulloso de su resultado. Es una forma de mostrar al público que la creatividad no tiene límites”.

Para Josephine esta exposición ha sido todo “un reto” por el formato que le exigía. “Tenía que crear dos obras de un metro de alto y un metro y medio de largo sobre madera y con un relieve para crear un efecto trompe l’oeil” un soporte al que no estaba acostumbrada. Además, usar pintura también supuso un gran cambio “porque llevaba mucho tiempo sin pintar, solo dibujaba”.

Carreras artísticas brillantes

Esta exposición es solo el comienzo de unas carreras artísticas brillantes que seguirán experimentando con materiales y con ideas.

Ambos se encuentran llenos de ilusión por lo que el futuro les traerá y con ganas de mostrar su estilo propio. “Quiero que mi estilo propio sea identificable y que el observador rescate memorias y recuerdos en la contemplación de alguna de mis obras”, asegura Ángela Mengíbar.

Para Eduardo de Elío, la formación no acaba con este grado ya que tiene intención de seguir formándose y tener un doctorado “y lograr vivir de mi trabajo artístico”.

La idea inicial de Josephine Cottrell era trabajar o incluso poner en marcha su propia galería de arte, pero tras esta experiencia exponiendo sus propias obras “Me estoy planteando crear más y ver lo que pasa después”.

La Universidad Nebrija les ha ayudado a dar sus primeros pasos de su carrera artística y descubrirse como artistas en constante formación. “Gracias a Nebrija, por el lado digital, -imprescindible en nuestros días-, he perdido el miedo, y he aprendido mucho. Por el lado tradicional del arte, Nebrija me ha permitido explorar, expandir mi abanico de medios de expresión artística, dejando de lado corsés autoimpuestos”, explica Mengíbar.

Para Cottrell, su paso por la Universidad Nebrija le ha servido, sobre todo, para encontrar su lado más creativo: “Estaba muy perdida en cuanto a mi lado creativo y la Universidad, desde el principio, me ha apoyado para seguir con lo que sé que se me da bien y lo que me gusta, las líneas”.

Eduardo de Elío dedica bonitas palabras a los profesores que le han inspirado: “He contado con muchos profesores magníficos: Saudade Artiaga, Magdalena Correa, Pablo Álvarez de Toledo… todos ellos me han animado y apoyado y creo que eso es lo más importante”.

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