`Salve, grammaticus, salve´ o cómo José Valencia entona un homenaje flamenco a Antonio de Nebrija

“Salve, pequeña casa”, “Salve parva domus”. La envolvente voz del cantaor José Valencia domina la atmósfera de la Sala de Lectura María Moliner de la Biblioteca Nacional de España. El latín y el castellano, en clave flamenca, rinden homenaje al humanista Antonio de Nebrija en el quinto centenario de su fallecimiento. El concierto de Navidad de la celebración de su vida y obra recuerda su poema Salutatio ad patriam, incluido en las páginas iniciales de las impresiones del libro de texto de latín que escribió Nebrija, las Introductiones latinae. En Lebrija “respiré por primera vez las auras vitales, y abrí los ojos a la hermosa luz. Aquí me dio el pecho la nodriza la primera vez. Aquí recibí, al nacer, las primeras caricias de mis padres […] Aquí estaba la cuna donde me acostaban; aquí me cantaba mi madre para que me durmiera […]. Aquí dormiré yo el último sueño, para que, ya que no pude estar con vosotros en vida, pueda disfrutar de vuestra compañía después de la muerte”.

Las evocaciones de la infancia de Nebrija en la voz de José Valencia retrotraen a la infancia a las 300 personas que escuchan atentas el embrujo de un programa que también cuenta con licencias propias sin dejar de lado la admiración al polímata. Clamaba el poeta Rilke que la verdadera patria del hombre era la infancia. En el concierto de Navidad, promovido por la Fundación Nebrija, la Biblioteca Nacional de España (BNE) y la Fundación Amigos de la BNE, todos nos sentimos niños y por lo tanto patriotas.

Talento y libertad de expresión

El espectáculo Nebrissensis conforma un plantel de talento y riesgo: el de José Valencia, el primer cantaor en interpretar flamenco en latín; el del percusionista José Ruiz “Bandolero”, el de los guitarristas Pedro María Peña y Juan Requena, el del catedrático José María Maestre, del que partió la idea original, y el del letrista Casto Márquez. Peteneras, bulerías y otros palos al servicio del padre de la gramática castellana. No faltan tampoco alusiones a la Apología (1507), el primer gran alegato contra la censura y a favor de la libertad de expresión. El texto que contiene el célebre ¿Qué diablos de servidumbre es esta, o qué dominación tan injusta y tiránica, que no se permita, respetando la piedad, decir libremente lo que pienses? late en la versión que entona Valencia: “Tengo el derecho de meditar lo que se me antoja y si no me dejan decirlo, cavaré un hoyo y si hace falta susurraré dentro de él mis ideas. Dame la libertad para pensar sin cadenas. ¡Qué servidumbre me ata, qué dominación es esta!”.

Esta reivindicación al genio, aderezada con gestos, movimientos y alejamientos del micrófono, proyecta ecos en otros temas como Visionario donde el cantaor transmuta en el propio Nebrija: “Esta pasión por las letras me está matando por dentro, me está arañando el alma”. Alguna advertencia también culebrea en las conciencias de los espectadores: “Ay de aquellos que no vuelan, ay de aquellos que se arrastran por el barro y por el fango”.

En los 65 minutos del concierto, tejido en 8 temas, giran términos como geranios, pan y miel al lado de otros como tinta y palabras en un equilibrio entre los recuerdos y las implicaciones.

José Valencia, nacido en Barcelona en el seno de una familia gitana de Lebrija, se siente “muy orgulloso de estar en este templo” de la Biblioteca Nacional de España, e interrumpe sus cantos para dedicar un sentido homenaje a Antonio de Nebrija, “la persona que nos alumbró la vida y el camino”. Recoge la alegría de celebrar al sabio expresada por Ana Santos, directora de la BNE: “¡Qué gusto da ver a tanta gente en este concierto memorable!”. Al final, el público aplaude la osadía por divulgar a Nebrija desde el flamenco y con ribetes en latín. Seguramente el propio profesor Nebrija hubiera llevado a sus alumnos de la Universidad de Salamanca o a los de Alcalá de Henares a esta actividad extraordinaria y a la exposición Nebrija (c. 1444-1522), el orgullo de ser gramático que reposa, ávida de visitantes, al lado de la Sala de Lectura María Moliner.

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