Augusto Ferrer-Dalmau, el “pintor de batallas”, se reencontró con uno de los caballos que en su día plasmó en el calendario de la Guardia Real. Ambos se reconocieron a tenor de sus miradas y la complicidad de sus gestos. Este momento fue uno de los múltiples que el maestro y sus huestes -los alumnos del Máster en Formación Permanente en Pintura de Historia Ferrer-Dalmau de la Universidad Nebrija y la Fundación Ferrer-Dalmau– vivieron en su visita al cuartel Reina-Princesa de Asturias en El Pardo. Allí, los aprendices elaboraron bosquejos de caballos y jinetes de la Guardia Real en acción y en posados como complemento práctico a las clases de Representación equina y animal, coordinadas por el profesor Erick Miraval.
Antes de desempolvar sus cuadernos y lápices, los alumnos asistieron a una sesión teórica sobre hipología a cargo de Manuel J. Escobar, comandante jefe del Servicio Veterinario, que cuida, junto a su equipo, de la salud de los 172 caballos de la Guardia Real. Los estudiantes pudieron comprobar la variedad de capas -pigmentación en el pelaje del animal- y la amalgama de matices físicos y de carácter de los caballos. Pensaron que tienen a su disposición un universo de matices para pintar, pero también una exigencia a la hora de elegir qué tipos de caballos van a protagonizar sus cuadros.
Además de incidir en las vistas laterales -corvo, trascorvo y aplomo- y traseras -adelantado de atrás, plantado de atrás y aplomo-, fundamentales para los pintores, Manuel J. Escobar les mostró imágenes de diferentes peculiaridades de la “cara” de los equinos, como lucero, bociblanco, cordón o corrido, y del aspecto de las patas: calzado alto, corona o calcetín. Las características anatómicas se mezclaron con otros datos cultura general del caballo como su frecuencia cardiaca (de 25 a 40 pulsaciones por minuto), su frecuencia respiratoria (de 8 a 16 pulsaciones por minuto), su temperatura (de 37 a 38,5º) o su edad (de 25 a 30 años de media). Sus dientes hipsodontes y las patologías como las cojeras, frecuentes en algunos caballos de la Guardia Real al trotar mucho tiempo en los desfiles por asfalto y no por el campo, su terreno natural, completaron el panorama equino.
Observaciones en el puente de mando del picadero
Con las mentes llenas de datos e imágenes, los pintores del Máster se dirigieron a la Sala de Corazas, un auténtico “museo almacén” donde pudieron observar de primera mano todos los aparejos y el vestuario de los guardias reales. Aprendieron que la escuadra de batidores, la banda de clarines y timbales, la sección de coraceros y la sección de lanceros forman el grueso de la comitiva que escolta al Rey o a los miembros de la Familia Real o participan en actos como la presentación de credenciales de los nuevos embajadores. Los cascos de coracero -que no permiten una cabeza de grandes dimensiones- y los timbales, a cuyo estridente sonido se tiene que acostumbrar los caballos, acapararon la curiosidad de los pintores.
Los jinetes de la Guardia Real montan tres tipos de caballos: pura raza español, de deporte español e hispano-bretón. Los alumnos y los profesores del Máster acudieron, acto seguido, al encuentro de ejemplares de los dos primeros tipos. En el picadero, subidos a una grada lateral, tuvieron el privilegio de dibujar sus bocetos mientras los militares practicaban la monta o incluso posaban como estatuas con sus caballos para que los aprendices pudieran captar todos los detalles. Erick Miraval no paró de darles consejos: “Esa pata izquierda ha de servir de eje, suelta la cintura”; “fijaos bien en las capas”; “atención al tamaño de la cabeza, reduce el torso”; “has dibujado una nariz picassiana al caballo”, “resalta la línea de las patas”…
Vestimenta de gala, pero también establos
Acompañados de Augusto Ferrer-Dalmau; Laura Soto, directora académica del Máster en Pintura de Historia Ferrer-Dalmau de la Facultad de Comunicación y Artes de la Universidad Nebrija; diferentes mandos militares de la Guardia Real y miembros de la Fundación Ferrer-Dalmau, los estudiantes se detuvieron en las cuadras. No todo va a ser lances heroicos, en los establos también robaron algunas ideas para futuros cuadros.
Un lancero, un coracero y artilleros flanqueando un tiro de una pieza de artillería tirado por ejemplares hispano-bretones pusieron la guinda a la visita. La vestimenta de gala y la quietud de los animales y los jinetes conformaron una combinación perfecta para la lección en vivo.
Después de esta práctica y las relacionadas con la UME (Unidad Militar de Emergencias), el claustro de profesores del Máster en Formación Permanente en Pintura de Historia Ferrer-Dalmau ya tiene en mente futuras visitas a otras unidades militares para recrear pinturas narrativas e históricas.
Texto: Javier Picos. Fotos: Zaida del Río.