“Un lugar al que puedan ir todos a rezar, a llorar o a disfrutar de la vida de Dios, y que no sea solo una catedral de los católicos, sino para todas las religiones”. Con esta frase, el padre Ángel, fundador de Mensajeros de la Paz, resume el espíritu de la monumental obra de Justo Gallego, un agricultor madrileño sin estudios que dedicó más de sesenta años a construir, completamente solo y con materiales reciclados, una catedral en Mejorada del Campo. Tachado por igual de loco, temerario, visionario y genio, su proyecto, nacido del fervor y la obstinación, llegó a protagonizar una campaña publicitaria de Aquarius en 2005.
El documental The Cathedral, dirigido por Denis Dobrovoda y nominado al Óscar, rescata la historia de este hombre autodidacta que consagró su vida a la construcción de una catedral del tamaño de la Sagrada Familia, sin planos, sin licencias y sin estudios ni siquiera elementales por su parte (dejó el colegio a los 11 años). La película se proyectó en Cineclub Nebrija, seguida de un coloquio presentado por Diego Prior, en el que participaron expertos y técnicos que participaron en el estudio de la estructura. Entre ellos, Juan Carlos Arroyo, director de la Politécnica Nebrija y uno de los responsables del dictamen técnico de la obra, que calificó a su autor como “un genio intuitivo de la construcción”.
Imágenes vía https://catedraljustomensajeros.com/
La catedral con basura de Justo Gallego
Nacido en 1925 en Mejorada del Campo, Justo Gallego perdió a su padre con once años, en plena Guerra Civil, y abandonó la escuela para sostener a su familia. Expulsado de un monasterio en Soria, en 1961, recuperado de una enfermedad, decidió construir una catedral en unos terrenos de labranza. Lo hizo con materiales reciclados, cemento improvisado, basura… Con lo que tenía a mano y, sobre todo, una fe inquebrantable: “La gente tira todo y yo lo recojo”, decía. De su esfuerzo solitario surgió una estructura de 4.700 metros cuadrados, 35 metros de altura, 50 metros de largo, 20 metros de ancho, 12 torreones, 28 cúpulas, 2 claustros, un baptisterio y una cripta subterránea. “Para mí es mi esposa”, afirmaba Justo sobre su obra.
Hombre asceta (se alimentaba lo justo y vivía con lo mínimo) y profundamente creyente, Justo trabajó sin arneses ni medidas de seguridad, encaramándose a los andamios improvisados por él mismo como un acróbata de circo y con una seguridad pasmosa. Su obra, tachada de locura por muchos, ha sido calificada por otros como un milagro arquitectónico. En el documental, él mismo se definía por contraste: “Amo la pobreza. Los pobres tienen un tesoro”.
Mensajeros de la Paz
Seis meses antes de morir, en 2021, Justo donó la catedral a la Fundación Mensajeros de la Paz, para que terminara su obra y la convirtiera en un espacio de encuentro. La institución encargó un estudio técnico a un equipo de profesionales integrado por arquitectos e ingenieros.
Desde entonces, el edificio afronta un proceso de regularización, en una situación de alegal difícil de afrontar para la Administración. Aún así, el edificio sigue en pie y es el monumento más visitado de Mejorada del Campo. “Ha sido una locura santa lo que ha hecho y también que la hayamos cogido y aceptado”, añadió el padre Ángel durante el coloquio.
Cuando acometió el trabajo de revisión técnica, Juan Carlos Arroyo se encontró con “una estructura solvente a grandes rasgos, con escala de una nave catedralicia, pero sin el peso de una catedral”, al estar hecha con basuras y materiales reciclados. Eso hace que haya resistido hasta el temporal Filomena, que arrasó con muchas naves.
Para el director de la Politécnica Nebrija, Justo Gallego se movía con “la gasolina de la voluntad era la fe”; y era un hombre moderno, “no tomaba casi carne, comía fundamentalmente verdura, y utilizaba la basura”, antes de que se hubiera extendido el movimiento para el reciclaje. “Es una metáfora de que quería un recinto para los pobres y ese mensaje no puede ser más moderno”.
Una catedral pobre para los pobres
Federico Acaso, de la Fundación Mensajeros de la Paz, opinó que “la intuición profana de Justo era cuasi infalible”, mientras que para el arquitecto Julio César Moreno, es “algo inaudito” que un hombre que contaba con los dedos haya construido un edificio que sigue en pie.
Hoy, la obra de Justo Gallego se alza como símbolo de persistencia y fe compartida, a la espera de una licencia administrativa que no termina de llegar. “Queremos que sea una catedral pobre y para los pobres. Se ve la mano de Justo y queremos que se siga viendo”.
Texto: Abigail Campos Díez


