Me siento muy feliz y orgulloso por haber ganado el III Torneo de Debate Nebrija en el Equipo Kennedy, junto a mi compañera Vivian Carrión. Es un placer trabajar con ella, he conocido a pocas personas con ese control escénico y esas increíbles habilidades retóricas. Y es un placer haber competido contra nuestros compañeros, que han dado lo mejor de sí en un torneo muy reñido en todas sus fases.
Nosotros no íbamos a ganar, al principio. Con el agobio de los exámenes y trabajos finales, preparar un debate sobre un tema tan complejo como el modelo de Estado español requería mucho trabajo y un tiempo del que no disponíamos. Así, con algún apunte, unos argumentos semi-trabajados y con el objetivo de defendernos lo mejor posible para no hacer el ridículo, llegamos a la fase previa del torneo. En esa ronda conseguimos el pase a las semifinales al quedar en un discreto tercer puesto en la clasificación. La noticia nos resultó algo inesperada ya que, aunque el desarrollo de los debates nos dejó con buenas sensaciones, el nivel era muy alto y todos los enfrentamientos fueron muy ajustados. Pero, al final, nos clasificamos y decidimos hacer malabares con nuestros horarios de estudio y prepararnos mejor para las semifinales. Llegados a ese punto, había que ir a por todas.
Replanteando nuestras posturas, evidenciando mejor nuestros argumentos y perfeccionando los exordios y la puesta en escena, nos entrenamos para disputar la semifinal. Ya habíamos competido con el equipo contrario durante la fase previa, pero el azar quiso que nos tocara debatir una postura distinta, lo que avecinaba un debate plagado de incertidumbres. Fue el encuentro en el que los jueces tardaron más en deliberar. Finalmente, resultamos vencedores con muy pocos puntos de diferencia y nos clasificamos a la final contra el Equipo Cicerón, integrado por Cristina Graupera, Mikel Marlasca y Guillermo Vilanova.
Nos empleamos a fondo de cara a la final, de nuevo, mejorando nuestras posturas. También nos habíamos enfrentado a este equipo en la fase previa y habíamos perdido por un solo punto, por lo que para la gran final, todo tenía que estar muy bien hilado.
El gran día fue el miércoles 21 de mayo. El debate fue duro y de mucha intensidad. Cuando acabó, ninguno sabíamos por quién se decantaría la balanza, todo estaba en manos de los jueces. La verdad es que ambos equipos pudimos haberlo hecho mucho mejor ya que, como es habitual en los torneos de debate, los nervios de la final juegan alguna que otra mala pasada. Los jueces, sin embargo, nos felicitaron por una muy digna final, en la que la diferencia de puntos, de nuevo, había sido mínima. Al contrario, nuestra alegría y sorpresa fue máxima cuando Geraldine Bethencourt, la organizadora y responsable absoluta del éxito de este torneo, anunció que el equipo finalista era el Equipo Cicerón y que, por tanto, nosotros éramos los ganadores.
Y la verdad, una semana después del triunfo, haber ganado es lo que menos me importa. Yo me quedo con el compañerismo, el fair play de los rivales, muchas veces amigos, y la ilusión con la que todos defendíamos nuestras posturas. Sin duda, un ejercicio de aprendizaje en el que se gana en seguridad escénica, autocrítica, justificación de los hechos y sobre todo, en trabajo en equipo. Debatir nos hace crecer, no solo a nivel profesional o universitario, también como personas. En debate, todos ganamos.
Eduardo García Cancela
Alumno de segundo de Periodismo + Relaciones Internacionales
