¿Se extingue la escritura manuscrita?

Pilar Jiménez Encinas, del Servicio de Biblioteca de la Universidad Nebrija, reflexiona en este artículo sobre la importancia de la escritura a mano frente al uso exclusivo de las nuevas tecnologías, y apuesta por la complementación de ambas para potenciar las habilidades y competencias de los estudiantes.

¿Recuerdas la última vez que escribiste algo a mano? Si eres de los que lo ha hecho en los últimos días, te mantienes al margen del tercio de adultos que hace más de seis meses que no ha cogido un papel y un bolígrafo.

BildDesde hace tiempo el teclado, los dispositivos móviles, los programas de reconocimiento de voz y otras tecnologías han provocado que tengamos un estilo de vida cómodo con el que podemos prescindir de la escritura manuscrita casi en su totalidad. El tema es tan acuciante que ya en 2012 el diario alemán Bild le dedicó un número y publicó una portada editada por entero en letra manuscrita con el titular de “¡Alarma! La escritura manuscrita se extingue”. Hay estudios en diferentes ámbitos universitarios y clínicos que se están dedicando a la comprobación científica de las repercusiones mentales, sociales y educacionales asociadas a la ausencia de la escritura a mano.

Según numerosos científicos, escribir a mano exige llevar a cabo un complejo proceso mental, gracias al cual hay que establecer una serie de interconexiones neuronales muy sofisticadas que implican a las áreas cerebrales encargadas del pensamiento lógico, de la coordinación, la concentración y de otras habilidades para lograr que la idea se plasme en el papel en forma de letras, palabras y, en resumen, de lenguaje escrito coherente y sin errores. Cuanto más se realice esta actividad, más ágil se mantendrá nuestro cerebro y viceversa; cuanto menos lo pongamos en práctica, nuestra capacidad cerebral envejecerá más deprisa.

La dedicación que requiere esta actividad, unida a las bondades de las nuevas tecnologías y del uso de aplicaciones y programas que nos ahorran tiempo y esfuerzo en todos los ámbitos de nuestra vida, hacen que cada día se practique menos la escritura manuscrita, hasta el punto de que hay quienes pronostican su extinción. Para un adulto, escribir con más o menos asiduidad puede suponer un cierto envejecimiento cerebral prematuro y sencillamente está en nuestra mano evitarlo, pero ¿qué está suponiendo para los niños?

En la escuela, se ha reducido drásticamente el tiempo que los niños dedican a la escritura. Más allá de los primeros años en los que se les enseña a escribir y leer, y superada la barrera de la alfabetización, el aprendizaje de la caligrafía —entendida en el sentido más estricto del término como el arte de escribir de forma comprensible y además bella, siguiendo unos cánones tipográficos determinados— ha caído en el casi total olvido por parte de los docentes. En secundaria, quizás, todavía se le concede alguna importancia a la ortografía, pero apenas se tiene en consideración la escritura manuscrita como el complejo proceso mental que es, como una destreza que debería seguir practicándose por la perfecta simbiosis que se genera entre el proceso mental y el trabajo de reproducir los caracteres físicamente.

Muy al contrario, hoy en día parece que es más importante dominar las nuevas tecnologías y las nuevas formas de comunicación. No paramos de afirmar que los jóvenes son más audiovisuales y en los centros de enseñanza la preocupación recae en que adquieran las competencias informáticas necesarias que les ayuden a afrontar sin problemas un mundo laboral hiperautomatizado. Este enfoque es realmente práctico y necesario, pero ¿no nos estamos olvidando en demasía de que los jóvenes aprendan a expresarse sin ayuda de ningún otro medio más que el de su propia mente, un papel y un bolígrafo?

Es muy frecuente leer en los medios de comunicación los altos niveles de calidad de los sistemas educativos del centro y del norte de Europa. Cuando se hacen estas afirmaciones, ¿no se está generalizando demasiado? Si pensamos en la Suiza francófona, por ejemplo, hay centros de enseñanza secundaria donde los alumnos deben decidirse por la educación analógica o digital, dentro de una misma clase, suponiendo esta elección la restricción del uso de uno u otro sistema. Un alumno que opta por la digital, tiene ordenadores y tabletas a su disposición aunque, como contrapartida, no puede utilizar los libros impresos, los cuadernos físicos y tampoco practicar la escritura manuscrita. Todo el aprendizaje lo realiza en el entorno exclusivamente digital utilizando teclados. Teniendo la suerte de haber nacido en un momento histórico donde todavía lo físico y lo digital se entremezclan, ¿no es esta una forma de limitar su aprendizaje? ¿Estará preparado realmente un estudiante exclusivamente digital para afrontar lo que el futuro le depara?

Quienes proclaman solo los beneficios de la tecnología deberían tener en cuenta que esta evoluciona y muy deprisa. Desde que aparecieron las pantallas táctiles es posible también la escritura manuscrita electrónica. Hoy en día el simple dedo vuelve a ser una herramienta imprescindible para trabajar con cualquier dispositivo. Por otra parte, estos avances tecnológicos promueven que la relación hombre-máquina sea cada día más estrecha y nos permita interactuar cada vez de forma más directa. Ya desde hace décadas ingenieros, diseñadores gráficos e ilustradores, por ejemplo, utilizan lápices ópticos y stylus con los que delinean, dibujan y diseñan directamente sobre pantallas, reproduciendo una forma de trabajo similar a la manual pero aprovechándose de todos los avances informáticos. Esto supone volver a utilizar trazos manuscritos, entre otras medidas.

Si esto es así, ¿por qué hemos dejado de dar importancia a la escritura manuscrita? ¿No estamos limitando en exceso a los jóvenes? ¿No sería más adecuado educarlos en la cultura del esfuerzo de la escritura manual para que, si es necesario en un futuro, pasen a la electrónica con rapidez? Y, en cualquier caso, por muy tecnológicos que seamos en estos momentos, ¿no seguimos siendo sencillamente personas que necesitan tocar y sentir? ¿Conoces alguna tecnología que pueda compararse con la agradable sensación de experimentar cómo la mano dirige a la pluma para que esta se deslice susurrando por el papel y formando esos garabatos tan maravillosos que son únicos y transmiten todas nuestras emociones y personalidad?

Pilar Jiménez Encinas
Servicio de Biblioteca de la Universidad Nebrija 

3 Comentarios

  1. Este artículo da en la diana con respecto al enfoque de los equilibrios. Somos insistentes al señalar que vivimos en un mundo híbrido en el que las tecnologías digitales y las analógicas (léase tal cual se ha escrito: ‘tecnologías analógicas’ porque también estas son tecnologías) conviven no sólo con respecto a los planos generacionales, sino a los culturales. La indicación de cómo los dispositivos electrónicos nos permiten ya, mediante pantallas sensibles e instrumentos de escritura heredados de las formas clásicas correspondientes a los útiles analógicos, representar de forma manuscrita las grafías de toda la vida empleando la mano y el lápiz de esritura, es muy significativa de hacia dónde volvemos tras una primera explosión de reproducción de caracteres mediantes teclado y operaciones corta/copia y pega.
    Por otro lado, el ‘saber’ ligado a la reproducción manuscrita de caracteres -bien analógica, bien digital- debe mantenerse junto a otras formas de representación del conocimiento mediante herramientas asociadas a las nuevas tecnologías, con la misma insistencia con que se indica a un niño que no puede valerse sólo de la calculadora normal o científica para hacer cálculos: las operaciones matemáticas más simples quedan fuera de nuestras capacidades cuando confiamos en exceso su resolución a las máquinas… si un día carecemos de calculadora, ¿qué haremos?; ¿y si un día carecemos de dispositivo para escribir una nota o la lista de la compra…?; ¿nos habremos olvidado de cómo se escribe? Ojo a navegantes que no quieren naufragar.
    Estupendo artículo. Saludos.