FISICIDAD

Van a perdonarme el uso de un palabro que, me parece, resume mejor que cualquier otro la problemática que quiero acercarles. Porque problemática es, amén de otras cuestiones, aquella no exenta de enjundia que deviene de la naturaleza de los documentos escritos, gráficos y audiovisuales. A la guerra de formatos declarada para ver cuál de ellos se lleva el gato al agua, haciéndose con un mercado y un consumidor que todo lo condicionan, se ha unido hace ya tiempo la naturaleza etérea del documento electrónico sin soporte, es decir, los MP3, e-pub, pdf y tantos otros que no precisan -vamos a explicarlo así- de un componente físico sino de un aparato o medio reproductor para su lectura, audición o visionado, y que podríamos definir como carentes de fisicidad.

Ahí es nada, porque de la fuente de la que surgen las vitoreadas ventajas de lo digital -ubicuidad y movilidad del contenido, múltiple y sencilla reproducción, optimización de la ocupación de espacio físico en servidores y otros dispositivos de almacenamiento, etc.- surgen desventajas, de la cual no es una menor, a veces, la falta en sí de un soporte físico. Se dirá que no es este sino la rémora propia del mundo analógico y de quienes no fuimos nunca nativos digitales, pero mis alumnos de la universidad -jóvenes de entre dieciocho y diecinueve años- aducen que con tanto MP3 en sus reproductores de audio acaban por perder la orientación sobre el número real de piezas atesoradas, y aun sobre el hecho de si alguna vez las descargaron.

No dejemos de admitir que hay mil formas de conocer y reconocer una colección, pero apenas alguna tan certera como la de echar un simple vistazo a la estantería de nuestra casa. No hablo sólo de número y cuantía, sino también de alcance, textura y otras características de forma y fondo que difieren sustancialmente en los distintos formatos de que disponemos. Sin que suponga un desaire a los formatos digitales, hay un sector del público consumidor que se mantiene fiel a algunos formatos como el libro impreso o vuelve a algunos hace tiempo fenecidos como el vinilo. Desde luego esta observación merece mucho matiz, pero reivindiquémosla como una llamada en pos de la convivencia pacífica de formatos, porque muchos de ellos -incluidos los analógicos- nos son todavía necesarios.

Vivimos en un mundo real y somos animales reales: necesitamos de la interacción física con los demás y con los objetos que nos rodean. El carácter virtual de algunos de los servicios que disfrutamos es un logro maravilloso, pero si escapamos del resto de nuestros sentidos nos deshumanizamos. Aunque resulte muy práctica la lectura de un e-book, su contenido es siempre prisionero, en este caso, del dispositivo; no podemos sentir la caricia del libro al tocarlo o percibir el aroma de sus páginas. Nos falta, en definitiva, el aprecio de su fisicidad como carta de independencia de ese objeto que se hace tal en nuestras manos. Y es, a mi entender, esta falta de fisicidad la que hace extraños a veces -por no decir irreales- los documentos sin soporte ¿Dejaremos alguna vez de añorar esa materialidad? Créanme que sigue sin estar claro. Quizás en generaciones venideras, con toda la experiencia analógica extinta, pueda alcanzarse ese horizonte: tanto como nos lo permita, eso sí, nuestra propia naturaleza física.

Rafael Jiménez Pascual, profesor y subdirector de la Red de Bibliotecas de la Universidad Nebrija

2 Comentarios

  1. Muy interesante, como siempre, las reflexiones de Rafael Jiménez. Yo, como buena nostálgica de lo analógico, también creo que la fisicidad de las obras, su materialidad, es lo que ayuda a conferirles un mayor valor. Quiero decir que aquello que “existe físicamente”, se convierte -o se puede convertir- en un producto, algo por lo que entiendes que hay que pagar y, por tanto, que tiene un valor. El público, el usuario, se ha vuelto reticente a pagar por algo que es intangible, el cine y la música lo saben muy bien, y esto ha propiciado toda una industria del subterfugio, en la que nadie ya pregunta si es lícito o no negociar a bajo coste con lo inmaterial.
    Sin embargo, aquellos que nos consideramos “fans de los objetos”, permanecemos fieles a los formatos físicos, tanto si se trata de libros, como si se trata de discos de vinilo -de los que se han vendido 13.1 millones de discos tan sólo en EEUU, en 2016-. Y lo que me parece más asombroso y, seguramente muchos no sepáis, es que en el último año se han vuelto a editar discos en formato magnético, es decir, en los añorados casetes, provocando un ascenso de las ventas en el que parecía un soporte extinto en un 74%. Mas de 130.000 discos se han vendido en este formato, siendo opción comercial para artistas como Justin Bieber, Eminem, The Weecknd o Kayne West. ¡Quién sabe, igual tenemos que desempolvar el walkman un día de estos!

  2. Hola, Marta: un comentario muy acertado, en lo que se refiere también al aspecto de la valoración a través de los conceptos de ‘producto’ y ‘valoración/ coste’ Efectivamente sí había oído -o mejor dicho, leído- lo de la resurrección de las audiocasetes: yo conservo mi ‘walkman’, así que nunca se sabe… Lo cierto es que en este trasfondo se halla también el concepto de la posesión material, de lo que sabemos a ciencia cierta que es nuestro porque lo tenemos entre manos. Hace tiempo se supo que una conocida empresa de libros electrónicos había retirado de las cuentas de sus clientes un libro -comprado por ellos- debido a una cuestión técnica o legal, lo que puso en solfa el derecho asumido de posesión / adquisición y animó el debate sobre la dinámica de este tipo de servicios: compra y/o alquiler, posesión del bien o disfrute de su uso y usufructo. Un tema muy interesante sobre el que se sigue hablando. Un saludo y gracias por tu comentario.