Dra. Juana Rubio, Nebrija_Innomedia

La relación entre los jóvenes y las redes sociales constituye uno de los focos de atención de los investigadores de la Facultad de Comunicación y Artes de la Universidad Nebrija. Conscientes de que este público es, por naturaleza, early adopter de las nuevas tecnologías y que, como nativos digitales, generan nuevos hábitos y tendencias, hace años pusimos en marcha un Observatorio de Jóvenes y Redes Sociales para identificar cómo las utilizan, se apropian, las abandonan o las sustituyen en los procesos de comunicación para relacionarse con su entorno.

Desde el Observatorio hemos asistido a distintas etapas: la implantación generalizada de Tuenti y su declive; también la de Facebook, con la que los jóvenes siempre han mantenido relaciones complejas. Seguimos los primeros pasos de Twitter, cuya utilidad inicial no se comprendía, aunque más tarde la adoptarían como una red de referencia para relacionarse con gente de su ámbito profesional. Después llegó Instagram, centrada en publicaciones con un lenguaje audiovisual que enseguida cautivó y fue adoptada por los jóvenes como su red social preferente.

La aplicación de mensajería móvil Snapchat también lograría tiempo después un gran impacto entre los jóvenes por sus propuestas disruptivas, sobre todo la publicación de contenido efímero. Pero Instagram, ya plenamente asentada en sus hábitos, replicó a través de las Stories esta variante de publicaciones perecederas, lo que afianzó su penetración ya que podían integrar toda su actividad en la misma red.

Antes de Snapchat, otra aplicación de mensajería móvil había irrumpido con fuerza en el panorama de la comunicación interpersonal: WhatsApp. Recordamos cuando, allá por 2009, empezamos a escuchar tímidamente en los jóvenes la expresión “enviar un WhatsApp”, e iniciamos una investigación sobre este fenómeno.

Ha pasado más de una década, WhatsApp ha sido adoptada por todos sin sesgos de edad, se ha convertido en la líder indiscutible de la mensajería instantánea y nosotros seguimos haciéndonos preguntas sobre qué ha cambiado y por qué es tan importante para los jóvenes.

Algunas de las respuestas fueron publicadas en el artículo de la revista Icono 14 El fenómeno WhatsApp en el contexto de la comunicación personal: una aproximación a través de los jóvenes universitarios, ampliamente referenciado en el contexto académico. Las mismas autoras e investigadoras del grupo Nebrija INNOMEDIA –Marta Perlado Lamo de Espinosa y Juana Rubio-Romero–, junto al profesor de la Universidad Complutense Francisco Bernete, estamos llevando a cabo una investigación para profundizar sobre su significado actual y sus hábitos de uso.

Sigue perviviendo en el recuerdo de los jóvenes la disrupción que supuso frente a los SMS, Messenger o los chats de las Redes Sociales. El hecho de no tener que cambiar de sistema o soporte tecnológico supuso un gran avance: “Yo estoy en WhatsApp desde que tenía 12-13 años, sería en 2011 o 2012…, pasé de Tuenti a WhatsApp”, nos comenta una participante en las dinámicas grupales realizadas en 2020. Su gran popularidad se debe a su sencillez y a su uso desde el móvil; en cualquier momento, mediante mensajes de texto se puede mantener el contacto con cualquiera de su entorno personal.

Hasta entonces, solo unos pocos afortunados –los poseedores de la mítica Blackberry– gozaban de este privilegio, algo que aún se recuerda: “Antes, con la Blackberry, tenían un círculo cerrado que les permitía hablar entre ellos, creo que antes del Messenger”, declara un chico participante en los grupos de investigación para la investigación en curso. Así pues, persiste en la mitología de esta aplicación lo que podríamos denominar “democratización de los servicios de mensajería instantánea”, al ser la primera que permitió una comunicación móvil y gratuita.

Por aquellos años iniciales, uno de los aspectos más identificativos del uso de WhatsApp era una forma particular de escritura en los mensajes de texto. Hoy en día, aquellos códigos repletos de signos y abreviaturas, apenas entendibles por los que no fueran jóvenes, están totalmente desaparecidos; surge en la discusión grupal una risa generalizada al recordarlo.

Poco a poco WhatsApp ha ido evolucionando y ampliando sus funcionalidades: compartir fotos o documentos, llamadas directas, videollamadas…, y el uso que hacen los jóvenes de esta aplicación también se ha hecho más utilitario. Otras opciones, como incluir contenido instantáneo (Estados), no han sido bien aceptadas porque no son de utilidad: “es algo típico de las señoras”, comentan irónicamente en los grupos.

WhatsApp hoy se ha convertido en una aplicación transversal e imprescindible. Permite la conversación tanto de forma síncrona como asíncrona con cualquier contacto, lo cual es muy importante en estos tiempos en los que invadir la privacidad del otro se considera “políticamente incorrecto”. Enviar un mensaje de texto por WhatsApp antes de entablar una comunicación más directa se ha convertido en un ritual de corrección política habitual, y pone de manifiesto hasta qué punto este sistema está redefiniendo las pautas y códigos de comunicación digital entre los jóvenes.