De la docencia analógica al universo digital

A María López y Eduardo Vázquez

Ser un buen profesor en  la educación en línea es uno de los retos que tengo pendientes. La digitalización, el cambio del paradigma de la cultura analógica a la digital ha llegado al “performing” del aula. La clase, marcada por la explicación magistral, ha dejado de ser un “art vivant” como refieren los franceses a las artes escénicas para ser otra cosa.  No hay miradas entre el profesor y los alumnos: algo básico en la socialización y en el aprendizaje. Lo sustituimos por un chat síncrono y porque algún alumno que ha conectado correctamente el micro se le oye desde el otro lado y a veces te interpela. También por otras herramientas que trato de incorporar a mi exiguo repertorio en cada clase.  El cambiar de contexto la clase  y pasar de ser artesana a ser industrial (se graba, se puede distribuir por todo el mundo;  me recuerda a la diferencias entre arte e industria cultural) te deja en un estado de cierta vulnerabilidad. También las primeras experiencias que tienes como docente en línea te marcan –como todo en la vida–. Recuerdo no sé si la primera o de las primeras clases en entorno Blackboard con una clase italianos muy numerosa, que hablaban poco español y que uno de los tantos que había por ahí detrás se dedicó a taparme las diapositivas de los power point con grandes rectángulos negros que ocupaban toda la zona de visión de la diapositiva. Era un sábado a última hora de la tarde. Estaba solo en el Campus de Dehesa de la Villa con un conserje en la entrada. Los italianos chillándose unos a otros para identificar al alumno que me/nos estaba boicoteando la clase y…. en fin, imposible de gestionar aquel batiburrillo en línea.  Claro, eso marca. También si a la hora de hacer unos test los tenías que hacer en una hoja Excel que no se transformaban bien en Dokeos si tenía un acento o si ponías una palabra que no se convertía, en fin, paciencia que es la madre de la ciencia.

La resilencia es fundamental para ser docente hoy, pero no es posible la resilencia sin tener apoyos para seguir afrontando el reto de ser un buen docente en el entorno digital. Los problemas tecnológicos siguen existiendo: en la clase de ayer, sin ir más lejos, la conexión se perdió en cuatro ocasiones, el sistema expulsaba a los alumnos que entraban y salían de la plataforma a un ritmo vertiginoso y que se quejaban a través del chat. Antes de ayer me pasó lo mismo cuando en una actividad por grupos les expulsaba de los grupos y yo les volvía a integrar, pero claro, era imposible en una clase de 50 saber quién estaba antes en qué grupo. La semana pasada, la conversión que tengo que hacer en .mp4 de la grabación para un alumno que no puede asistir y que no lo puede visualizar si no es a través de dicho formato  se perdió porque ¡¡¡en teoría la clase duraba 18 horas!!! Luego comprobé que no, que la clase duraba 2 horas cuando la visualicé de nuevo con María López (de Global Campus) y que estaba seguro de haberle dado a grabar y a parar la grabar adecuadamente al comienzo y al final de la clase.

Decía que la resilencia no es posible sin apoyos. Aquí quiero dedicar esta entrada al blog de Global Campus a María López y a Eduardo (E-Learning Media). Son ellos los que están en el backstage de la clase en línea. Siempre pendientes de todo vaya bien, de llamarles en cualquier momento y que me atiendan para resolver el problema que tenga. Eso no se ve. Los que están fuera del escenario en las artes escénicas son tan importantes en la misma medida casi de los no aparecen en la escena. Por eso quiero dedicar este post a María y Eduardo. Ellos contribuyen de manera decisiva a que poco a poco me sienta más seguro y pueda  ser mejor docente en línea y a ellos va dedicado este escrito.

 

Juan Arturo Rubio Arostegui

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